Portada » Historia » Evolución Humana: Hitos de la Historia Universal y la Perspectiva Ancestral de Abya Yala
La historia universal suele dividirse en períodos históricos. Los historiadores de corriente marxista distinguen cuatro grandes períodos: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capitalismo. Por su parte, el alemán Cristóbal Cellarius, en 1685, dividió la historia en tres edades: Antigua, Media y Moderna. Sin embargo, dicha periodización es principalmente válida para la historia europea.
Max Weber define el Estado como «una organización humana que controla de manera exclusiva y legal el uso de la fuerza sobre una zona geográfica específica».
La investigación tradicional ha tendido a concentrarse en la región del llamado Creciente Fértil, pero los estudios arqueológicos realizados en el continente americano, así como en el este y sudeste de Asia, muestran que ciertos sistemas agrícolas, que utilizaban diferentes tipos de cultivos y funcionaban con el apoyo de determinados animales, podrían haberse desarrollado de manera paralela prácticamente en la misma época.
Aun así, persistieron pueblos nómadas, como los aborígenes de Australia o los bosquimanos del sur de África, que no utilizaron la agricultura o, si lo hicieron, fue en una época más reciente.
A inicios del siglo XVII, navegantes europeos llegaron a Australia. Solo la Polinesia quedó fuera; aun así, las civilizaciones del océano Pacífico fueron incorporadas en el siglo XVIII (la Isla de Pascua en 1722, Hawái por el capitán Cook). Al mismo tiempo, se confirmaron por primera vez las hipótesis sobre el mítico continente austral, al recibirse reportes de la existencia de la Antártida.
Por esta época, se produjeron las revoluciones liberales. Los esfuerzos de inventores como Thomas Newcomen y James Watt llevaron a la invención, a finales del siglo XVIII, de la máquina de vapor. La industrialización puso en manos de las potencias coloniales europeas nuevas armas para la guerra, como el rifle de retrocarga, el acorazado o la ametralladora, lo que les otorgó supremacía sobre otros ejércitos. En Europa, durante el siglo XVIII, el desarrollo del conocimiento y la tecnología alcanzó una masa crítica que hizo posible la Revolución Industrial.
Con la industrialización comenzó la contaminación de los ecosistemas, la extinción de especies y la consiguiente disminución de la biodiversidad. Las emisiones de dióxido de carbono desde mediados del siglo XIX, producto de la quema masiva de combustibles fósiles (carbón, petróleo), han generado el calentamiento global.
Hacia 1835, la población mundial alcanzó por primera vez los mil millones de habitantes. En la transición de los siglos XIX al XX, el surgimiento de leyes laborales protegió a los trabajadores y permitió la aparición de una clase media y una sociedad de consumo a gran escala. Esto no ocurrió sin duras luchas, en las cuales las organizaciones de trabajadores (sindicatos) fueron frecuentemente prohibidas y perseguidas.
Poco a poco, todas las regiones y poblaciones del globo cayeron bajo el poder de uno u otro Estado, hasta que, mediante el Tratado de Berlín de 1878, el Reino Unido, el Imperio Austrohúngaro, Francia, el Imperio Alemán, el Reino de Italia, Rusia y el Imperio Otomano se atribuyeron los últimos territorios considerados «desocupados», a excepción de la Antártida.
En el siglo XX, en 1914, un incidente aparentemente menor (el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria) desató la Primera Guerra Mundial, que se extendió hasta 1918. Sin embargo, la paz resultante no fue satisfactoria. Tras la Primera Guerra Mundial, se produjeron la Gran Depresión, la Revolución Rusa de 1917 y la Guerra Civil Española (1936-1939). En 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial, en la cual se enfrentaron las potencias Aliadas (Gran Bretaña, Unión Soviética, Estados Unidos, Francia Libre, Polonia, China y muchas más) contra las potencias del Eje (Alemania nazi, Italia, Japón).
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, emergió un orden bipolar encabezado por Estados Unidos y la Unión Soviética. Ambas superpotencias buscaban el dominio mundial, pero el temor al arsenal nuclear enemigo las llevó a evitar la confrontación directa. Por ello, a este período se le denominó la Guerra Fría. Muchos países de Europa del Este se alinearon con la Unión Soviética y formaron el Pacto de Varsovia. La intensidad de las hostilidades entre Estados Unidos y la Unión Soviética escaló hasta llegar a la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. Como consecuencia, ambas potencias buscaron relaciones más cordiales, dando lugar a la Détente (distensión). En la década de 1980, Estados Unidos se embarcó en una nueva carrera armamentista. En respuesta, la Unión Soviética intentó reformarse y abrirse mediante un proceso conocido como Perestroika, el cual se descontroló y condujo al desmantelamiento final de la Unión Soviética y del bloque comunista (1989-1991).
Se intentó crear un nuevo orden mundial para evitar la repetición de los horrores de las guerras mundiales, y con este fin se creó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, la cual formuló en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No obstante, la ONU tuvo una capacidad limitada para contener a Estados Unidos y la Unión Soviética. Estas potencias, por su parte, apoyaron activamente la descolonización, contribuyendo al desmantelamiento de los imperios coloniales de Francia, Inglaterra y otros países europeos, como una forma de intervenir directamente en las nuevas repúblicas. Así, al eje «Este-Oeste» (URSS-EE. UU.) se sumó un eje «Norte-Sur» (países ricos frente a países pobres). A los países más pobres y con menor desarrollo industrial se los denominó el Tercer Mundo, por no encajar claramente en ninguno de los otros dos bloques: el capitalista liderado por Estados Unidos o el socialista encabezado por la Unión Soviética.
El desarrollo de la cohetería en la primera mitad del siglo XX permitió por primera vez al ser humano enviar más allá de la atmósfera naves y satélites robóticos, y posteriormente, misiones tripuladas. La exploración espacial se desarrolló en el marco de la denominada Carrera Espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Tras el colapso de la primera, la exploración se ha convertido en una empresa de colaboración internacional. Así, la Estación Espacial MIR fue reemplazada por la Estación Espacial Internacional (EEI). En 1969, la misión Apolo XI realizó el primer alunizaje tripulado en la Luna. En 1977 comenzó la misión Voyager, destinada a explorar el exterior del Sistema Solar. En 1983, la sonda Pioneer 10 alcanzó la heliopausa, el confín más remoto del Sistema Solar, abandonándolo definitivamente. En 1990, entró en órbita el Telescopio Espacial Hubble, el primer gran observatorio espacial ubicado más allá de la atmósfera terrestre.
En la primera mitad del siglo XX se masificó el uso de la radio, y en la segunda mitad, el de la televisión. Los progresos en materia electrónica condujeron al desarrollo de la computadora. En 1943 entró en operaciones el ENIAC, una de las primeras computadoras electrónicas de propósito general. A inicios del siglo XXI, se masificó el uso de Internet, que posibilita el intercambio de información a largas distancias y en tiempo real o muy breve.
Abya Yala es un término de origen kuna, lengua del pueblo indígena kuna que habita en el territorio correspondiente a los actuales Estados de Panamá y Colombia. La palabra Abya Yala significa ‘tierra en plena plenitud’, ‘tierra de vida’ o ‘tierra en madurez’. El término se relaciona también con la palabra ablys (sangre), que ofrece la traducción de ‘tierra de sangre’, utilizada para recordar las masacres y, simultáneamente, las resistencias que acompañaron el proceso de colonización y conquista del continente. Abya Yala es el nombre que el pueblo kuna ha utilizado para referirse al continente americano desde antes de la llegada de los europeos. Aunque en América Latina existen diferentes términos para referirse al continente en las diversas lenguas originarias, es destacable el consenso creciente, no solo entre los pueblos indígenas y tribales, sino también entre personas externas a sus culturas, sobre la legitimidad del uso de este término.
Los kuna, pueblo originario de Colombia y Panamá, llamaban así al lugar que habitaban. Según las distintas etapas de su historia, los kunas se referían a este territorio de diferente forma: Kualagum Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala y Abya Yala. Este último nombre fue el que coincidió con la llegada de los españoles. En la actualidad, muchos pueblos indígenas lo prefieren como designación para el continente, en contraste con el nombre de origen europeo América, que proviene del explorador italiano del siglo XVI Américo Vespucio. Se sostiene que Abya Yala era el nombre de América antes de la colonización.
En realidad, no existen pruebas históricas concluyentes para afirmar que el nombre Abya Yala se utilizara para designar todo el continente en tiempos precolombinos. De manera similar, el término América inicialmente designaba solo la parte conocida por los europeos, ya que en aquella época no se tenía plena conciencia de la vasta extensión del continente. Por entonces, los europeos se referían a estas tierras como el Nuevo Mundo o las Indias, denominaciones que reflejaban su perspectiva, pero no la de los habitantes originarios.
En 1975, Takir Mamani participó en la Primera Conferencia Internacional de Pueblos Indígenas, en la isla Quadra, Columbia Británica (Canadá). En su viaje de regreso de Canadá a Bolivia, Takir Mamani visitó a los kunas en Panamá y constató la ausencia de un nombre indígena consensuado para denominar al continente americano en su totalidad. Fue entonces cuando adoptó el término Abya Yala y comenzó a promover su uso en las declaraciones oficiales de los organismos de gobierno de los pueblos indígenas americanos.
Actualmente, Abya Yala se utiliza incluso para nombrar encuentros de carácter político, como la II Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala, celebrada en Quito (Ecuador) en 2004. Sin embargo, el término no está exento de polémica; algunos críticos argumentan que no es históricamente exacto para todo el continente y que no representa completamente la realidad actual de América, que es mestiza y multicultural, y no únicamente indígena.
El 12 de octubre no es para nosotros, los pueblos indígenas de Abya Yala, un día de celebración. Este día, que muchos aún denominan el «Día del Descubrimiento de América», marca para nosotros el inicio de una invasión violenta que no solo nos arrebató tierras, sino que también buscó destruir nuestra cultura, cosmovisiones y sistemas de vida. Aquello que el 12 de octubre de 1492 fue presentado como un «encuentro» en las narrativas coloniales, no fue más que el inicio de un genocidio, con consecuencias devastadoras para los pueblos originarios que habitábamos este continente.
En palabras del líder Nasa Manuel Quintín Lame:
“No hemos sido descubiertos, hemos sido invadidos. Nuestra sangre se ha derramado, pero nuestras raíces son más profundas que la espada que vino a destruirnos”.
Antes de la invasión, nuestras tierras de Abya Yala albergaban una población indígena estimada entre 50 y 100 millones de personas, cifra que en menos de dos siglos se redujo dramáticamente a menos de 5 millones debido a las guerras, masacres, esclavitud y enfermedades traídas por los colonizadores. En la actualidad, aunque hemos resistido y reconstruido, nuestra población sigue siendo minoritaria en muchos territorios, con alrededor de 45 millones de indígenas en todo el continente, lo que refleja el impacto devastador de la invasión.
Nosotros, los pueblos indígenas del Cauca, hemos mantenido la resistencia desde la llegada de los invasores. El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), creado en 1971, es el fruto de siglos de lucha. No fue un punto de partida, sino la consolidación de un proceso de unidad que se venía forjando desde mucho antes. Desde su fundación, el CRIC ha liderado la defensa de la tierra, la cultura y la autonomía, enfrentando tanto la violencia colonial como los ataques contemporáneos. Hoy, a más de 53 años de su creación, seguimos resistiendo. Como lo expresa el líder José Gonzalo Sánchez:
“Nuestra lucha no ha terminado, porque nuestra tierra sigue siendo nuestra madre, y defenderla es nuestro deber”.
Nuestra historia de resistencia es un testimonio de cómo hemos transformado la lucha por la supervivencia en un proceso de construcción de vida digna. En 1971, comenzamos con la recuperación de tierras, pero hoy lideramos sistemas propios de educación y salud, como el Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP) y el Sistema de Salud Propia Intercultural (SISPI), herramientas esenciales para garantizar la pervivencia de nuestra cultura y autonomía.
El 12 de octubre no conmemoramos el «descubrimiento» ni la imposición de un nuevo mundo, sino nuestra resistencia y la fuerza que hemos demostrado a lo largo de los siglos. Recordamos a los millones de hermanos y hermanas asesinados, despojados de sus territorios y culturas, pero también celebramos nuestra capacidad de resistencia y resurgimiento.
A lo largo de los siglos, hemos enfrentado no solo la invasión, sino también políticas genocidas, el desplazamiento forzado y la negación de nuestros derechos. Sin embargo, cada 12 de octubre, reafirmamos que seguimos de pie. El CRIC, desde su creación, ha sido un bastión en esta lucha, defendiendo nuestra autonomía territorial, cultural y política. La firma de decretos con el gobierno, como los relacionados con la autonomía territorial y los sistemas de educación y salud propios, son parte de los logros alcanzados, pero seguimos vigilantes para que estos acuerdos se cumplan.