Portada » Lengua y literatura » Evolución de la Literatura Española desde 1939: Etapas y Autores Clave
Un panorama de la literatura española desde 1939.
La Guerra Civil española supuso el trágico desenlace de un largo enfrentamiento. Y, en medio, una masa inmensa de gente trabajadora, que a duras penas sacaba su vida adelante, incrédula, en una oleada de odio. Las corrientes reinantes previas al conflicto se interrumpieron abrupta y definitivamente. Aun así, tras la Guerra Civil, el país intentará recuperarse. En los primeros años, camina entre la literatura conformista y la literatura del malestar, en la que domina el interés por los problemas existenciales y los tonos religiosos. Hay una búsqueda de nuevos caminos, de renovación por los que discurra la literatura, expresión del sentimiento humano.
En la novela, hay dos hitos que marcan dos estilos:
En cuanto a la poesía, encontramos:
En el teatro, permanece la inocente comedia burguesa de corte benaventino y el desarrollo del teatro de humor con Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura (Tres sombreros de copa). Antonio Buero Vallejo estrena la obra Historia de una escalera, que inicia un teatro realista preocupado por los graves problemas humanos, el cual ya será de corte existencialista en Escuadrón hacia la muerte de Alfonso Sastre.
Muchos escritores parecen haber encontrado un camino en el realismo social. Tales obras tienen en común el testimonio de realidades sociales concretas. Ahora, el escritor piensa que debe contribuir con sus obras a transformar la sociedad; le importan menos las metas estéticas y opta por un lenguaje sencillo.
En la novela, el realismo social lo inaugura Camilo José Cela con La colmena. Destacan también El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, Entre visillos de Carmen Martín Gaite y El camino de Miguel Delibes.
La poesía comprometida y social pretende reflejar, solidaria y críticamente, la verdadera realidad del ser humano, cambiar la sociedad y denunciar las injusticias. Destaca Cuanto sé de mí de José Hierro, obra en la que se supera la angustia existencial para abrirse a los sufrimientos de los demás. Pero pronto este tipo de poesía se empobrece y surge un nuevo grupo poético que, sin renunciar al compromiso social, se hace más intimista y se vuelca hacia el conocimiento del hombre y del mundo («poesía de la experiencia»), desde la ironía y cierto escepticismo. Los autores más destacados son Ángel González (Tratado de Urbanismo), Félix Grande (Blanco Spirituals) y Carlos Barral.
Sigue triunfando el teatro comercial, pero junto a él surge un teatro social de la mano de Buero Vallejo y Alfonso Sastre, iniciado unos años antes, y que continúan con obras como Hoy es fiesta y La mordaza, respectivamente. Como nuevos valores destacan Lauro Olmo y José María Recuerda.
Se publica Tiempo de silencio, novela experimental de Luis Martín-Santos, que dará el pistoletazo de salida a una nueva forma renovadora de creación literaria, compatible con la denuncia social. Hacia 1970, se observan en todos los géneros tendencias «novísimas», caracterizadas por la experimentación de las formas en todos los aspectos. Los contenidos sociales importarán menos.
En la novela, además de la citada, destaca Cinco horas con Mario de Miguel Delibes. No abandona la reflexión crítica sobre la sociedad española, pero su presentación formal es radicalmente novedosa. Utiliza un léxico riquísimo, lleno de invenciones y expresividad, y crea estructuras narrativas complejas, como el cambio de narrador, el multiperspectivismo, extensos monólogos interiores, saltos temporales, etc.
El crítico J. M.ª Castellet publica la antología Nueve novísimos poetas españoles. De este título se tomó el término «novísimos» para referirse a un joven grupo de poetas que no vivieron la guerra y crecieron en una España más abierta social y culturalmente. Están influidos por poetas extranjeros y por los poetas del 27. Se caracterizan por un estilo ecléctico en el que mezclan temas y técnicas, un tono escéptico e inconformista, el cuidado por la estética y los aspectos formales (esteticismo), el gusto por el experimentalismo y el vanguardismo, y la preocupación por el lenguaje. Destacan autores como Pere Gimferrer (Arde el mar), Antonio Colinas (Sepulcro en Tarquinia), Manuel Vázquez Montalbán y Antonio Martínez Sarrión.
En el teatro renovador, los autores españoles abandonan el realismo y comienzan a aplicar en sus obras las tendencias vanguardistas europeas que se venían desarrollando durante este siglo. Buscan nuevas fórmulas y técnicas, como el teatro épico. Aparecen autores individuales como Fernando Arrabal (con su «teatro pánico»: Pic-nic) y Francisco Nieva (con su «teatro furioso»: La señora Tártara). Surgen los grupos de teatro independiente con una clara intención renovadora.
Y, sobre todo en los años 80, parece advertirse una moderación de los experimentos y un retorno a las formas tradicionales. También se aprecia un nuevo interés por los contenidos humanos y existenciales.
En la novela, se encuentra principalmente el afán por contar historias a la vieja usanza, con leves toques experimentales, y se prodigan los subgéneros narrativos (novela policíaca, fantástica). Abre esta etapa La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. Novelas de subgénero policíaco encontramos en autores como Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del sur).
Destacan Arturo Pérez-Reverte (El capitán Alatriste, La carta esférica), Matilde Asensi, Félix de Azúa y Javier Cercas (Soldados de Salamina).
Sobresalen Luis Landero (Juegos de la edad tardía) e Ignacio Martínez de Pisón (Carreteras secundarias).
Aunque hay numerosas tendencias poéticas, en general se observa un cierto cansancio de los excesos culturalistas y experimentales de los «novísimos» y la búsqueda de una poesía más personal e intimista. Las tendencias más importantes son:
En el teatro, nos encontramos, en contra de lo que se podría pensar con la llegada de la libertad, con un paulatino alejamiento del público. La reacción del público fue muy fría. Como reacción, se produjo un regreso a un teatro neorrealista, más convencional y accesible, entre cuyos autores destacan Antonio Gala (Anillos para una dama), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro) y José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!). Encontramos un teatro comercial, heredero de la comedia burguesa; un teatro de compañías institucionales, como el Centro Dramático Nacional o la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que contribuyen a difundir el patrimonio teatral histórico; y un teatro de humor, con nuevos autores, teatro musical y abundantes grupos teatrales pequeños que se van abriendo paso en pequeñas salas.