Portada » Español » El Valor Sagrado de la Vida Humana: Fundamentos Éticos y Teológicos
El primer hombre nacido se convierte también en el primer asesino, al matar a su propio hermano. La influencia del pecado ejercida sobre Caín tiene como fruto la muerte.
Jesús recuerda que hay que cumplir la ley, pero también enseña que esto es insuficiente. Él viene a dar plenitud a la ley y a los profetas.
Cuando se habla de la dignidad humana, se está afirmando que cada persona tiene un valor sagrado que no puede depender de ninguna circunstancia. De ahí que todo ser humano exija un respeto absoluto. Nuestro origen en Dios es la raíz de nuestra dignidad como personas y la causa de que todo el género humano forme una unidad (1 U), es decir, de que todos seamos hermanos. El hecho de que una persona sea única e irrepetible no exige que sea consciente de serlo. Por ello, su dignidad no dependerá de la edad, por ejemplo. El ser humano es un ser natural que transciende el mundo natural gracias a su dimensión espiritual. Además, Jesucristo ha elevado la dignidad del ser humano al hacer posible que participe de la vida divina y se convierta en hijo adoptivo de Dios.
Que el ser humano tenga dignidad se basa en que le corresponden unos derechos fundamentales que se han de respetar y custodiar activamente: a la vida, a trabajar, etc. Estos derechos son universales e inviolables y no puede renunciarse a ellos. Nada es más valioso que el bien de la vida. Si no existiésemos, las posesiones y los derechos carecerían de sentido. Atentar contra la vida es atentar contra todo derecho posible. Por eso, el primer derecho es el derecho a vivir. El derecho a la vida existe sin necesidad de que alguna autoridad humana lo establezca. Toda autoridad está obligada a respetarlo y garantizarlo a través del derecho positivo. Jesucristo, que ofreció su sangre por todos y cada uno de los seres humanos, confirmó el valor sagrado de la vida humana.
Un hijo es un don que se recibe, una persona a la que hay que cuidar y proteger. Los padres tienen la vocación de transmitir el don de la vida y tienen derecho a concebir hijos. Pero este derecho no puede ejercerse a cualquier precio porque no existe un derecho a la propiedad sobre ellos.
Algunas parejas que desean tener hijos no lo consiguen. En muchos casos, la técnica médica tiene recursos para solucionar este problema y ayuda a lograr la fecundación de forma natural como fruto de su unión amorosa.
Otras personas recurren a técnicas en las que se separa artificialmente la unión sexual de la fecundación. Esta fecundación se realiza a través de la inseminación artificial o de la fecundación in vitro. En la fecundación artificial se pierde el sentido de la procreación como entrega mutua de un varón y una mujer en el ámbito de una alianza de amor.
La fecundación entre el óvulo y el espermatozoide origina el cigoto, que es la primera célula del nuevo ser humano con su información genética. A partir de ese momento hasta la muerte, se desarrolla la vida de una persona. El embrión es el ser humano en su etapa inicial y tiene la misma dignidad que el ser humano adulto. Mediante la fecundación in vitro se gestan múltiples embriones y se seleccionan los que reúnen las condiciones que se buscan para ser implantados en el seno materno. Los demás embriones se desechan. Actualmente, se congelan y manipulan embriones humanos para hacer «niños a la carta» o para la investigación eugenésica. El diagnóstico prenatal ayuda a conocer las condiciones del embrión en el seno materno.
La vida del ser humano debe respetarse desde su inicio hasta su muerte natural. Ningún ser humano tiene derecho de propiedad sobre la vida de otro ser humano, por eso el aborto provocado, la eutanasia y la eugenesia son graves atentados contra la vida.
El derecho a la vida no debe depender del deseo de que el niño tenga o no determinada característica. Es una situación muy dura para los padres, pero, al descartar mediante el aborto a aquellos que no son «perfectos», la sociedad se deshumaniza. El derecho a la vida de una persona no debe depender de las circunstancias sociales o económicas de otra. Estas pueden dificultar el nacimiento de un hijo. Pero en ningún caso la solución es el aborto provocado. Además, esto deja unas heridas psicológicas profundas en la mujer que decide llevarlo a cabo.
Cuidar, atender y curar a la mujer: La Iglesia insiste en la necesidad de apoyo y compañía con ternura y solidaridad a las mujeres que pasan momentos de especial dificultad, y acoger con misericordia a aquellas que han abortado, para ayudar a sanar sus graves heridas e invitarlas a ser defensoras de la vida.
Consiste en facilitar activamente la muerte de una persona por acción u omisión, con el fin de eliminar su sufrimiento. Aunque parezca un acto de libertad e independencia, en realidad supone considerar que una persona tiene derecho de propiedad sobre la vida de otro. Es inmoral el llamado ensañamiento terapéutico, que pretende prolongar la vida a toda costa mediante intervenciones médicas excesivas o desproporcionadas que prolongan la agonía del enfermo. Ante el sufrimiento y la muerte, debemos tener una actitud activa y realista: atender al enfermo con el afecto que merece y acudir a los cuidados paliativos, que disminuyen el dolor y permiten una muerte digna.
Consiste en eliminar lo que algunos llaman «vidas humanas sin valor». La eugenesia se aplica en casos de aborto.
El don de la vida lo hemos recibido gratuitamente y somos administradores de él, no dueños. Debemos aceptar con agradecimiento la propia vida, conservándola y desarrollándola, y evitando todo aquello que atente contra la propia dignidad.
Como la vida es un don de Dios, no podemos disponer de ella a nuestra voluntad. Quitarse uno mismo la vida contradice la inclinación natural a conservarla y atenta contra el justo amor a uno mismo y al prójimo, que queda gravemente afectado. La amistad y la ayuda para encontrar el sentido de la vida son el mejor antídoto ante la tentación de acabar con ella.
El consumo injustificado de sustancias que alteran la conciencia y provocan adicción es un atentado contra una vida saludable. La adicción origina una esclavitud que destruye a la persona y trae sufrimiento a sí mismo y al prójimo. El único modo de evitar esa adicción es decir NO a un consumo desde el principio. Cuidamos responsablemente de nuestra salud cuando realizamos una alimentación saludable y un ejercicio físico adecuado, cuando acudimos al médico si estamos enfermos y cuando tomamos las medicinas necesarias.
Cuando somos víctimas de una agresión injusta que pretende acabar con nuestra vida, tenemos derecho a usar medios de defensa proporcionados, aunque conlleve la muerte del agresor injusto. Quien es responsable de la vida de otros tiene no solo el derecho, sino el deber grave de defenderla. Defender la vida implica denunciar los actos de violencia contra la mujer. Los pueblos tienen también derecho a la legítima defensa cuando son agredidos. Sin embargo, el uso de la fuerza militar solo estaría normalmente justificado en situaciones muy extremas y únicamente después de agotar las vías del diálogo pacífico.
La paz no es la simple ausencia de guerra o el equilibrio de las fuerzas contrarias, sino que es la armonía social fruto de la justicia y de la caridad. En efecto: si no hay justicia, no puede haber fraternidad y paz. La promoción de la paz es responsabilidad de los gobernantes, pero también de todos los ciudadanos.
