Portada » Psicología y Sociología » El Propósito de la Conducta: Equilibrio, Tensión y Homeostasis
Freud, al estudiar los instintos, reconoció en ellos las 4 categorías siguientes: poseer una fuente, una finalidad, un objeto y un sentido.
La finalidad del instinto no es otra cosa, en realidad, que la finalidad de la conducta.
El organismo tiende a mantener dicho equilibrio, o a recuperarlo si lo ha perdido, y las modificaciones que en él se producen para lograr dicha finalidad constituyen la conducta del organismo. Y por esto mismo ocurre también en el nivel de integración psicológico.
Todo campo tiende a mantener o a recuperar su estado de equilibrio; la pérdida de este equilibrio crea una tensión.
La conducta es siempre una respuesta al estímulo configurado por la situación total, así como es una defensa, en el sentido de que protege al organismo de la desorganización.
Es un conjunto de fenómenos de autorregulación, conducentes al mantenimiento de una relativa constancia en la composición y las propiedades del medio interno de un organismo.
La homeostasis denomina una cierta regularidad con las que los fenómenos ocurren y se relacionan.
Se diferencia entre una homeostasis estática y otra dinámica; la primera corresponde a la restitución fisiológica automática del equilibrio, sin intervención de la experiencia, mientras que la segunda es la que aparece en situaciones más complejas, en las que intervienen no sólo centros bulbares o subcorticales, sino también los centros superiores que incluyen el aprendizaje, la memoria, el pensamiento.
El concepto homeostasis en psicología se refiere a que el campo psicológico tiende a mantener constantes sus condiciones de equilibrio o a recuperarlas si las ha perdido; esta tendencia a la desorganización o al desequilibrio proviene en parte de la propia inestabilidad del campo psicológico, pero también del campo ambiental o geográfico.
La tensión no existe independientemente del campo y no es tampoco una causa que se agrega para producir fenómenos; sólo es uno de los fenómenos.
La tensión es una cualidad del campo tanto como del organismo y puede no ser subjetivamente percibida. Cuando la desorganización o el estado de tensión del campo se manifiesta en el sujeto, surge la llamada ansiedad, que también, por lo tanto, es tanto tensión como conducta. La ansiedad es una conducta y tiene, por lo tanto, todas las características que hemos definido para esta. La ansiedad es una conducta desorganizada o desordenada, que tiende imperiosamente a organizarse u ordenarse. Es por lo tanto un error partir de la tensión o ansiedad para explicar y comprender la conducta.
La tensión en el campo, la ansiedad, funciona como señal de alarma, en el sentido de que la desorganización que implica promueve nuevas manifestaciones de conducta que tiende a restablecer el equilibrio. La ansiedad se transforma en la conducta predominante, porque para que ella funcione como señal de alarma se requiere una intensidad óptima que no debe ser sobrepasada.
La señal de alarma es la base sobre la que se estructura la posibilidad de postergar respuestas con una mejor integración.
La señal de alarma permite anticipar o prever situaciones, en cuanto se reacciona ya anticipadamente o se prepara la respuesta, ante la existencia actual de señales mínimas de una situación de peligro, ante las cuales funcionan previsoramente la señal de alarma y las conductas adecuadas.
Podemos decir que se relaciona con la tendencia de todo campo u organismo al equilibrio homeostásico, a mantener constantes sus condiciones internas, libres de tensión.
La finalidad de la conducta no es la de eliminar toda tensión, sino la de mantener a esta en un nivel óptimo, constante, característico del organismo.
Su relación y su diferencia con la teleología estriba en que la finalidad se resuelve en el examen de la causalidad, mientras que la teleología se deriva en el animismo. La finalidad de la conducta no se refiere a la intención consciente ni a una intención entelequial, sino a la prospectiva implícita en todo suceso presente.
Toda conducta tiene como finalidad la de lograr una finalidad, la de liberar o resolver una tensión originada por la desorganización del campo. Ocurre que en algunos casos este alivio de tensión, es decir, la finalidad de la conducta, pasa a tener un papel en primer plano.
Esta es la función predominante presente en algunas conductas regresivas, desordenadas, aparentemente irracionales e inadecuadas, tales como el pataleo, el chupeteo, las crisis nerviosas, la erección global, etc.
El problema de la tensión y su descarga juega también un rol muy importante en la conducta del adulto y en algunas modificaciones psicopatológicas, tal como las crisis epilépticas, en la cual aparece, incluso, una situación placentera después de la descarga.
Cuando hablamos de descarga de tensión, se utiliza un modelo mecanicista que, a todas luces, es inadecuado. En realidad no se descarga nada. Lo que realmente ocurre es que una nueva organización o estructura del campo, del organismo y de la conducta reemplaza a la anterior.