Portada » Psicología y Sociología » El Ciclo Vital Familiar, la Intervención Profesional y los Axiomas de la Comunicación
El ciclo familiar se compone de diversas fases, cada una con sus propios desafíos y oportunidades de crecimiento. Comprender estas etapas es fundamental para el desarrollo individual y colectivo.
Periodo en el que una persona joven transita de la adolescencia a la adultez, asumiendo la responsabilidad emocional y económica sobre sí misma. El joven enfrenta el desafío particular de equilibrar la involucración con su familia de origen y sus pares. Es una etapa crucial para establecer el estatus personal, la afirmación profesional y la diferenciación de la familia de origen, así como para la elección de pareja. En ocasiones, el joven puede evitar las relaciones de pareja por razones intrínsecas a su familia, o bien, lanzarse prematuramente al matrimonio o a una relación de convivencia en un intento de liberarse de un entorno familiar insatisfactorio.
Cuando la pareja se establece y comienza a convivir, debe formar un nuevo sistema de pareja y redefinir su relación con las familias de origen. Esto implica establecer acuerdos sobre nuevas formas de interacción con sus respectivas familias, abordar aspectos prácticos de la vida en común y gestionar las diferencias individuales.
Con el nacimiento de un hijo, el rol de pareja se transforma para dar paso a un triángulo familiar, creando roles parentales. Muchas de las cuestiones que enfrenta la pareja pueden empezar a ser canalizadas a través del hijo, convirtiéndolo en un «chivo expiatorio» o en una excusa para nuevos problemas y para aquellos viejos aún no resueltos. El nacimiento de un niño representa la convergencia de dos familias, creando abuelos y tíos de ambos lados, lo que genera un nuevo realineamiento de las relaciones con la familia extensa. La joven pareja puede sentirse más distanciada de sus familias y, a la vez, más enredada en el sistema familiar; al ser padres, son menos hijos.
Los hijos inician la escolaridad y se involucran cada vez más en actividades fuera del núcleo familiar. En esta etapa, los conflictos entre los padres acerca de la crianza de los niños se hacen más manifiestos y las interacciones con el exterior se incrementan.
Durante este período, los hijos pasan menos tiempo en casa, lo que obliga a los padres a comprender que eventualmente se irán del todo. La resolución de problemas conyugales en esta etapa suele ser más difícil que en los primeros años, cuando la joven pareja aún atraviesa un estado de inestabilidad y está elaborando nuevas pautas. En esta fase, las pautas ya se encuentran establecidas y consolidadas.
Cuando los hijos comienzan a abandonar el hogar, la familia suele ingresar en un período de transición. Al establecer una familia propia, la familia extensa se amplía con la familia política y los nietos. Los padres deben transitar un cambio fundamental en sus vidas: «convertirse en abuelos». El papel central lo desarrollará la familia formada por los hijos, por lo que será necesario aceptar el cambio de roles generacionales, mantener el funcionamiento familiar y desarrollar nuevos roles sociales y familiares para apoyar a los hijos e integrar la propia vida en esta nueva fase.
Cuando una pareja logra que sus hijos se independicen de manera saludable, suele alcanzar un período de relativa armonía que puede perdurar durante la jubilación. Sin embargo, en ocasiones, el retiro de la vida activa puede complicar la convivencia, ya que se encuentran frente a frente veinticuatro horas al día. Con el tiempo, uno de los cónyuges fallece, el otro queda solo y busca nuevas formas de involucrarse con la familia y la comunidad.
Por la índole misma de su trabajo, el trabajador social debe desempeñar un papel activo. La dificultad reside precisamente en:
La habilidad particular del trabajador social consiste en tomar esas decisiones difíciles y, en algunos casos, combinar la investigación de los sentimientos y el dolor emocional con la necesidad de actuar.
Es importante esforzarse por hacer lo menos posible, ya que la intervención activa tiende a estimular los aspectos infantiles del entrevistado, promueve su inercia, resentimiento y persecución, y puede llevarlo a la desesperanza al no poder enfrentar él mismo sus dificultades.
El trabajador social tiene que discernir constantemente si está siendo manipulado u obligado a satisfacer los deseos poco realistas del entrevistado, o si se alía con sus aspectos destructivos y/o lo ayuda a eludir los conflictos internos mediante la no externalización de sus problemas. En todos estos casos, no ayudará al entrevistado a afrontar la ansiedad y obstaculizará su lucha por el crecimiento.
En otros momentos, sin embargo, puede llegar a la conclusión de que el entrevistado se halla abrumado por sus problemas y es realmente incapaz de enfrentarlos, ha perdido el autocontrol o podría dañarse a sí mismo o a los demás; en consecuencia, es conveniente que el trabajador social intervenga.
O bien, el entrevistado puede ser tan infantil y haber tenido tan pocas oportunidades de recibir comprensión de parte de su madre que la primera demostración de preocupación por él debe adoptar la forma de ayuda material. No obstante, es de esperar que esta medida sea solo transitoria. Gran parte del trabajo social se halla muy relacionado con el cumplimiento de obligaciones legales y la necesidad de hacer que el entrevistado tome o acepte ciertas decisiones en su propio beneficio.
En todos estos casos, la preocupación principal es comprender y ayudar al entrevistado con sus sentimientos, pero el hecho de que él conozca la posición de superioridad que ocupa el trabajador social puede hacer que no sea totalmente franco. Por ejemplo, el informe del funcionario del Servicio de Protección al Menor sobre los futuros padres determinará si estos podrán adoptar un niño. El informe a la justicia del encargado de vigilar a una persona en libertad condicional puede inclinar la balanza hacia el castigo —el reformatorio o la cárcel— o hacia la libertad condicional. De modo similar, se sabe que algunos trabajadores sociales dan dinero o están en condiciones de obligar a otros a hacerlo, u ofrecen otro tipo de ayuda material.
Todas estas circunstancias pueden impulsar al entrevistado a mostrarse bajo una luz favorable —como el “hombre bueno y pobre que merece ayuda”—, y a suprimir informaciones y emociones que, a su juicio, predispondrían al trabajador social en su contra. Esto dificulta mucho la tarea de evaluar sus necesidades reales y la mejor manera de ayudarlos. Es necesario que el trabajador social analice con cuidado qué ansiedades promueven la reacción defensiva del sujeto, ya sea para tomar la decisión correcta o para ayudarlo a sobrellevar o enfrentar tales ansiedades.
Ciertas cuestiones que se plantean al trabajador social, como aconsejar, aceptar regalos, responder a preguntas sobre su vida privada y tener contacto físico con niños, deben examinarse como corresponde en función de lo que ellas pueden significar para el entrevistado. Por ejemplo, antes de dar consejos tendríamos que preguntarnos si estos son realmente útiles y si, sobre la base de lo que conocemos del entrevistado, este es capaz de utilizarlos en forma positiva.
Al aceptar regalos, deberíamos reflexionar acerca de sus significados: si son pequeñas muestras de reconocimiento, un signo de que se ha entablado competencia con una madre-asistente que da cosas, o el intento de ser un entrevistado “especial”; un indicio de que se trata de evitar la depresión mediante una reparación omnipotente, o una forma de seducir al trabajador social. ¡Resulta difícil abordar los sentimientos de agresión, incluso flagrantes, de una persona que simplemente nos ofrece un regalo! Puede ser natural alzar en brazos a un niño para consolarlo, y esto debe distinguirse del intento de seducirlo e impedirle manifestar sus motivos de queja o experimentar depresión.
Todas estas situaciones deben manejarse con tacto y con una comprensión basada en la intuición apoyada en datos, pues dentro de los límites impuestos por la conducta profesional, lo más importante es ser uno mismo.
La comunicación es un proceso complejo regido por principios esenciales que influyen en nuestras interacciones diarias.
Toda conducta es y representa comunicación, ya sea de tipo verbal, postural, contextual, etc. Incluso el silencio o la inacción comunican.
En el proceso de comunicación se transmite información que hace referencia al contenido, y al mismo tiempo se impone un comportamiento o una conducta que alude al nivel de relación entre los comunicantes.
Es necesario tener en cuenta a todos los comunicantes que intervienen en el proceso comunicativo y cómo organizan la secuencia de eventos. Se analiza quién inicia, quién tiene la iniciativa o el dominio para empezar o establecer la relación.
La comunicación digital es conocida también como verbal, a diferencia de la analógica que se refiere al lenguaje no verbal (gestos, posturas, tono de voz, etc.).
La relación en la que dos personas se encuentran en desigualdad de condiciones la llamamos complementaria, es decir, uno de ellos domina la situación. Por otro lado, la relación en donde dos personas están en una condición de igualdad la llamamos simétrica.