Portada » Historia » El Camino a la Gran Guerra: Relaciones Internacionales, Conflictos y Legado (1870-1914)
Otto Von Bismarck tenía como objetivo aislar diplomáticamente a Francia para evitar posibles revanchas francesas. Para ello, pondría en marcha un sistema de alianzas: los «Sistemas Bismarckianos».
Los Sistemas Bismarckianos fueron tres:
Este primer período de las relaciones internacionales, dominado por Alemania y Bismarck, supuso el acercamiento de Rusia al bloque alemán y el aislamiento diplomático de Francia.
Este período comienza en 1890 con la caída de Otto von Bismarck y la llegada al trono de Guillermo II. Este último sería partidario de un cambio radical en las relaciones internacionales, implantando una nueva política exterior, la «Weltpolitik», de carácter agresivo con el inicio de la expansión colonial alemana, lo que provocaría un gran cambio en las relaciones internacionales que conduciría a la Primera Guerra Mundial.
La no renovación del Tratado de Reaseguro provocaría el acercamiento entre Rusia y Francia, quienes en 1891 llegarían a un acuerdo de ayuda mutua y colaboración. Al mismo tiempo, se produjo el acercamiento entre Francia y Gran Bretaña, el cual se refrendó en 1904 con la firma de la Entente Cordiale entre Francia y Gran Bretaña. Más tarde, en 1907, se firmaría la Triple Entente entre Gran Bretaña, Francia y Rusia. Por lo tanto, antes de 1914, nos encontramos con un panorama internacional dividido en dos bandos enfrentados: la Triple Alianza y la Triple Entente.
Las crisis marroquíes tuvieron como protagonistas a Francia y Alemania. La primera de ellas se produjo con la llegada del káiser Guillermo II a Tánger, lo que provocó la protesta formal de Francia. La crisis se resolvió con la Conferencia de Algeciras de 1906, donde España salió beneficiada. La segunda crisis marroquí se produciría cuando el buque de guerra alemán Panther se situó frente a las costas de Agadir.
La primera crisis balcánica se produjo en 1908 cuando Austria anexionó Bosnia y Herzegovina, por lo que Rusia se preparó para el enfrentamiento. Sin embargo, la posición de Francia en cuanto al apoyo a Rusia y el decidido apoyo alemán a Austria disuadirían a Rusia de iniciar un conflicto.
La segunda crisis balcánica son las «Guerras Balcánicas» (1912-1913). Comienza con la guerra entre la Liga Balcánica contra el Imperio Otomano. La victoria de la Liga fue aplastante y las consecuencias se plasmaron en el Tratado de Londres, donde la gran beneficiada sería Bulgaria. Este beneficio búlgaro provocó los recelos entre los demás países de la Liga, quienes, en 1913, se enfrentarían a Bulgaria, venciéndola y estableciendo el Tratado de Bucarest, donde los vencedores se repartieron los territorios adquiridos por Bulgaria en 1912.
En cuanto a las causas económicas, cabe decir que estuvieron provocadas por las peculiaridades de la economía surgida tras la Segunda Revolución Industrial. Las nuevas necesidades económicas serían contrarrestadas por la expansión colonial. Gran Bretaña destacó en este aspecto, donde su vasto imperio sirvió de impulso a su economía. En este contexto se sitúa la expansión económica alemana, consolidada políticamente con la unificación de 1871.
Sin embargo, la tardía unificación política alemana la dejó al margen de la expansión colonial, por lo que cuando su crecimiento económico necesitó de nuevas fuentes de obtención de materias primas y nuevos mercados, se encontró con que el reparto colonial ya estaba efectuado. Por ello, inició la Weltpolitik, que tenía como objetivo un enfrentamiento entre las grandes potencias europeas con el fin de establecer un nuevo reparto del mundo, por lo que no dudó en torpedear el expansionismo de las potencias europeas.
En cuanto a las causas sociales y psicológicas, cabe decir que en este período se produjo una gran contradicción que afectó a todas las potencias europeas: en tiempos de paz, se desarrolló una frenética carrera armamentística. En todos los países europeos se incrementó el gasto en defensa, promoviéndose el desarrollo y equipamiento cuantitativo.
A ello debemos unir la postura en los distintos países de la idea del inicio de un conflicto. Este apoyo masivo se generó por la propaganda de que la guerra era la única solución para el desarrollo de los intereses económicos y territoriales de cada Estado.
Por último, cabe decir que también fue importante el papel jugado por las potencias extraeuropeas, sobre todo EE. UU., quien desde un primer momento mostró su apoyo a la Triple Entente.
Las consecuencias económicas afectaron fundamentalmente a la economía capitalista, ya que durante el conflicto, las economías capitalistas de los países beligerantes tuvieron que transformarse en una economía orientada a la guerra.
La implantación de una economía de guerra provocó cambios industriales en todo el planeta. Las colonias, por lo tanto, se convertirían en competencia directa para las industrias metropolitanas, lo que provocaría el fin de la hegemonía industrial europea.
Asimismo, el hecho de que la contienda se desarrollara en territorio europeo provocó la destrucción de numerosas infraestructuras, lo que conllevó la caída de la producción agrícola e industrial europea.
Finalmente, el conflicto también tuvo como consecuencia el florecimiento de la crisis financiera, pues durante la contienda los estados europeos se endeudaron, sobre todo con EE. UU.
En cuanto a las consecuencias morales del conflicto, cabe decir que provocó la desconfianza total en el sistema liberal. Esta desconfianza fue canalizada por los movimientos políticos contrarios al régimen liberal, iniciándose el ascenso de los regímenes totalitarios, tanto fascistas como comunistas.
Igualmente, el conflicto provocaría graves problemas para la consecución de una paz duradera.
La contienda mundial provocó igualmente profundos cambios en el mapa político europeo.
Esta transformación se plasmó en la aparición de nuevos países o estados, como Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia, por lo cual Austria vería reducido en gran cantidad su territorio.
Por su parte, Alemania perdería Alsacia y Lorena, que pasarían a Francia; parte del ducado de Schleswig pasaría a Dinamarca; y la Alta Silesia y el corredor de Danzig pasarían a Polonia.
La imposición de un régimen comunista en Rusia provocaría el temor de las potencias liberales que impondrían un «cordón sanitario» a Rusia a través de distintos países como Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia.
La consecución de una paz definitiva se plasmó en los distintos acuerdos de paz, pero en la realización de dichos tratados solo participaron los países vencedores y no se tuvieron en cuenta a los vencidos, lo cual crearía multitud de conflictos y sería el germen de la Segunda Guerra Mundial.
Las potencias vencidas fueron firmando cada una de ellas por separado los distintos acuerdos impuestos por las potencias vencedoras. Por ello, hablamos de Tratados de Paz:
El de Versalles sería el más importante y el que afectaría a Alemania. En él se imponía a Alemania una reducción de fronteras, igualmente se reducía su ejército a 100.000 hombres, se imponía la desmilitarización de Renania y la ocupación por parte del ejército francés de la cuenca del Ruhr durante 15 años, y el pago de grandes reparaciones de guerra.
Para Alemania, el Tratado de Versalles fue un «diktat», lo que provocó el resentimiento alemán frente a Francia. Dicho resentimiento fue canalizado por el nazismo, lo que provocaría su emergencia a partir de 1930.
Una vez acabado el conflicto, los dirigentes políticos convinieron en la necesidad de crear una organización supranacional para evitar una catástrofe como la anterior. Tras la Conferencia de París de 1919, se creó la Sociedad de Naciones (SDN), con el objetivo de evitar los conflictos entre potencias y servir como mediador en dichos conflictos.
Su composición estaba organizada así:
La SDN nacía con unas funciones bien delimitadas, como eran:
Aunque, pese a los buenos propósitos, la SDN nacía con graves deficiencias que supondrían su fracaso absoluto: la falta de una fuerza coercitiva fuerte; la falta de universalidad (no todos los países importantes se unieron o permanecieron); y, por último, su fracaso absoluto en evitar la expansión y anexiones de las potencias fascistas, lo que finalmente provocaría el estallido de la Segunda Guerra Mundial.