Portada » Psicología y Sociología » Desarrollo Socioemocional Infantil: Perspectivas Teóricas y Desafíos Clave
Los niños y las niñas nacen genéticamente determinados, con los mecanismos necesarios para interaccionar con su entorno y adaptarse a la sociedad, evidenciado en el llanto y la sonrisa social.
Aprenden conductas socialmente adecuadas por medio de dos condicionamientos:
El desarrollo social no solo implica el aprendizaje de pautas de conducta, sino también el aprendizaje de formas de pensar y de sentir. Los procesos cognitivos permiten analizar, evaluar e interpretar las situaciones sociales en función del contexto, y el individuo adaptará su conducta.
Su teoría del desarrollo social postula que el **contexto social** moldea los **procesos cognitivos**, influye en cómo pensamos y en lo que pensamos, mediando en el proceso de aprendizaje y desarrollo. Un concepto básico de su teoría, fundamental para la intervención educativa que busca favorecer el desarrollo, es la **Zona de Desarrollo Próximo (ZDP)**, que se define como la diferencia entre el nivel real de desarrollo (lo que es capaz de hacer por sí mismo) y el nivel de desarrollo potencial (lo que es capaz de hacer con ayuda de otros).
Considera que las personas aprenden la mayor parte de las conductas mediante observación de modelos, un proceso conocido como **aprendizaje vicario**, controlado por los siguientes procesos:
La **Socialización** es el proceso de aprendizaje por el que se adquieren **normas, valores, actitudes y comportamientos**.
Familia, centro educativo, grupo de iguales, medios de comunicación.
A los 8 meses, el bebé comienza a formar un vínculo afectivo estable con sus padres, lo que puede generar reacciones de llanto o pataletas al ser dejado al cuidado de otras personas. Es importante una intervención adecuada para evitar dificultades en la interacción social y la adaptación a diferentes contextos.
Surge sobre los 3 años y se caracteriza por la oposición del niño/a a los adultos, por «el no» y «yo solo», las rabietas, etc. Manifiestan conductas de desobediencia o conductas agresivas cuando no son capaces de aceptar las normas o los límites y tratan de imponer sus deseos. Es necesaria una intervención educativa para evitar que esas conductas se agraven en intensidad.
Son comportamientos de hostilidad o desafío hacia los adultos o en su grupo de iguales que se manifiestan con insultos, peleas, rabietas, conductas inapropiadas como romper objetos materiales, etc.
Son utilizadas para controlar la agresión y se manifiestan con sentimientos de celos y actitudes de rivalidad ante el miedo que sienten de perder un vínculo afectivo con alguna figura significativa.
Se caracteriza por el **aislamiento**, la **indiferencia** y la **apatía**; evitan las relaciones con adultos y con sus iguales. Son niños y niñas muy solitarios y sumisos, no suelen tener muchos amigos y esto les genera sentimientos de infelicidad que intentan reducir creando fantasías (ej. amigo imaginario).
Suelen darse en las relaciones grupales, donde es necesaria la **adaptación social** y se requiere **aceptación recíproca**. En la interacción con los iguales surgen las relaciones de amistad en las que se comparten actividades y juegos. Normalmente, los niños/as que no cumplen las normas, son agresivos o inhibidos, suelen ser rechazados por el grupo de iguales.
Durante esta etapa, los niños/as deberán alcanzar el equilibrio entre confianza y desconfianza. Van a desarrollar la virtud de la **esperanza**, la creencia de que a pesar de que las cosas vayan mal siempre habrá una solución. Para ello serán fundamentales los primeros vínculos establecidos con los padres y cuidadores, pues les aportarán sensación de confianza y seguridad. También pueden darse casos en los que los vínculos establecidos no sean adecuados, lo que generará en niños/as sentimientos de desconfianza y frustración hacia sí mismos, hacia los demás y hacia el entorno que los rodea. En esta etapa conviene evitar la tendencia al desajuste sensorial, que ocurre cuando el niño/a recibe un exceso de estimulación y llega a no creer que las personas pueden hacerle daño, característica de los que tienen padres muy sobreprotectores.
En esta etapa deben alcanzar un equilibrio entre la autonomía y la vergüenza/duda, iniciando el desarrollo de la virtud de la **voluntad**, que fomentará su determinación, sentimiento sobre la capacidad de poder llevar a cabo aquello que se proponga, lo que les será muy útil en el futuro. Es positivo que desarrollen también un poco el sentimiento de vergüenza, evitando el desarrollo de la **impulsividad**. No tendrán en cuenta las posibles consecuencias negativas de sus acciones; es una característica típica de niños/as cuyos padres no ponen límites. Demasiados sentimientos de vergüenza y duda pueden fomentar el desarrollo de **compulsividad**, lo que les convierte en personas muy rígidas, perfeccionistas, inflexibles, indecisas y emocional y cognitivamente bloqueadas.
En esta etapa deben alcanzar un equilibrio entre la iniciativa y los sentimientos de culpa o miedo, desarrollando la virtud del **propósito** o el **coraje**, para emprender acciones como respuesta a los retos del entorno, asumiendo responsabilidades y teniendo en cuenta los fracasos pasados y sus debilidades. En esta etapa, niños/as continúan explorando su entorno, sienten curiosidad y se hacen muchas preguntas; necesitan relacionarse con sus iguales para practicar o poner a prueba sus conocimientos. Los adultos deben animarlos a llevar a cabo sus fantasías, estimulando la curiosidad, la imaginación y la creatividad. Si los adultos reaccionan negativamente a las preguntas de los niños/as o a la iniciativa de estos, es probable que les genere sensación de culpabilidad. El exceso de sentimientos de culpabilidad puede dar lugar a la **inhibición**, propia de las personas sumisas, pasivas y retraídas, incapaces de defender sus intereses, opiniones o sentimientos por miedo a ser rechazadas por los demás.
El educador va a ser una figura significativa para niños y niñas y tendrá gran influencia en su desarrollo social, pues le servirá de **guía** y **modelo** de conductas adecuadas. Como educadores y educadoras, debemos fomentar en niños y niñas una **autoestima positiva**, hacerlos sentir importantes, generando sentimientos de **confianza** y **seguridad**, y fomentando la **aceptación de sí mismos y de los demás**.
Se debe tener en cuenta el principio de **atención a la diversidad** para ofrecer respuestas educativas preventivas y compensadoras que tengan en cuenta las características del niño/a, facilitando la **adaptación**, la **participación** y la **inclusión social** en el contexto educativo y social, ofreciéndoles experiencias e interacciones enriquecedoras. Deben llevarse a cabo programas de formación dirigidos a las familias (**escuelas de padres**) y a los docentes (**formación permanente**), y establecer cauces de coordinación con las familias y otras instituciones, como pueden ser equipos de atención temprana, servicios sociales y sanitarios.