Portada » Educación Artística » Desarrollo Integral en Educación Infantil: Papel, Creatividad y Conceptos Lógico-Matemáticos
El papel es un material básico y muy útil en Educación Infantil. Posee distintas características como el grosor, la textura o el color, y puede manipularse fácilmente con herramientas como tijeras, pegamento o punzón. Es económico, fácil de conseguir y ofrece múltiples posibilidades creativas. Su facilidad para romperse se aprovecha para que los niños aprendan a controlar su fuerza y mejoren su motricidad fina.
Los conceptos lógico-matemáticos son ideas fundamentales que, aunque inicialmente no son claras, se van comprendiendo mejor con el tiempo. Los niños y niñas comienzan su aprendizaje a través de la manipulación y la percepción sensorial. Posteriormente, desarrollan la capacidad de diferenciar, comparar y razonar sobre estas ideas sin la necesidad de tener los objetos presentes.
La manipulación es la forma principal en que los niños y niñas exploran y comprenden el mundo desde la primera infancia. A través del tacto, el agarre, la observación y la exploración oral, construyen su conocimiento.
La imitación es un mecanismo fundamental mediante el cual el niño o la niña aprende replicando lo que observa.
La clasificación es la capacidad de organizar objetos según sus características comunes (color, forma, tamaño, etc.), lo que facilita la comprensión del entorno. Su adquisición implica la integración de:
La representación es la capacidad de asignar un símbolo a un objeto o situación, lo que ayuda al niño o la niña a comprender la distinción entre la realidad y su representación simbólica.
El concepto de cualidad se refiere a las propiedades o características intrínsecas de los objetos, como el color, el tamaño, la textura, el sonido o el material. Durante los primeros años, los niños descubren estas cualidades manipulando objetos y utilizando sus sentidos. Posteriormente, aprenden a identificar y agrupar los objetos según estas cualidades.
Inicialmente, los niños agrupan objetos de forma espontánea, guiados por la similitud. Progresivamente, aprenden a mantener un mismo criterio de clasificación (ej., color o forma) y, más tarde, a seguir consignas dadas por el adulto. A partir de los tres años, algunos niños ya pueden agrupar utilizando dos cualidades simultáneamente. Este proceso puede iniciarse a partir de una cualidad específica o de un grupo de objetos para descubrir sus características comunes.
Edad: Primer año.
Descripción: Se presenta una cesta con objetos variados (naturales, metálicos, de tela, frutas, etc.) que el bebé explora libremente. A través del tacto, la vista, el oído, el olfato y el gusto, descubre cualidades como la textura, la forma, el color o el sonido.
Objetivo: Estimular los sentidos y permitir que el niño o la niña reconozca diferencias y similitudes entre objetos.
Edad: Desde que el niño empieza a caminar.
Descripción: Se ofrecen objetos agrupados por cualidades (en bolsas o cestas). Los niños los manipulan libremente (los combinan, apilan, encajan, etc.) y luego los recogen clasificándolos de nuevo.
Objetivo: Favorecer la exploración, la clasificación y la discriminación de cualidades como forma, material o tamaño.
Importante: Tiene dos fases: juego libre y recogida, ambas igual de valiosas.
Edad: Desde los 2 años.
Descripción: En rincones como el de la tienda o construcciones, se ofrecen materiales variados. Los niños juegan libremente, y pueden agrupar, clasificar u ordenar por color, forma, tamaño, etc.
Objetivo: Estimular el pensamiento lógico-matemático de forma espontánea a través del juego simbólico.
Rol del adulto: Observar, intervenir puntualmente y facilitar materiales adecuados.
El concepto de cantidad se refiere al número de elementos presentes en un conjunto. Está intrínsecamente relacionado con el concepto de número, y su reconocimiento puede darse de dos formas:
Aunque los niños reciten números o indiquen su edad con los dedos, esto no siempre implica una comprensión profunda del concepto de número. Antes de asimilar los números exactos, utilizan cuantificadores generales como mucho, poco, nada o alguno. Es fundamental que el adulto acompañe este proceso, verbalizando las cantidades, realizando conteos conjuntos y representando cantidades con dibujos.
El número posee dos usos principales:
No se requieren actividades específicas y aisladas; en su lugar, se aprovechan los momentos cotidianos del día para trabajar la cuantificación:
Se introducen conceptos como uno, dos, tres, primero, segundo, muchos, pocos, ninguno, más, menos, todos, etc., y se trabajan comparaciones y clasificaciones según la cantidad (ej., más que, menos que, tantos como).
El concepto de espacio en los niños está íntimamente ligado al conocimiento de su propio cuerpo. Para una correcta orientación espacial, es fundamental que primero adquieran conciencia de las partes de su cuerpo y de sus posibilidades de movimiento. Esto les permite comprender nociones como arriba y abajo, delante y detrás, o derecha e izquierda. Inicialmente, el niño explora el espacio a través del movimiento y la observación de los objetos a su alrededor. Progresivamente, aprende a ubicar mejor los elementos y comienza a organizar el espacio en su mente, lo que sentará las bases para la comprensión de la geometría.
En la escuela infantil, la organización del espacio del aula y de los materiales es crucial para facilitar la exploración y el conocimiento del entorno por parte de los niños. Los bebés inician su exploración en el rincón de la manta, con objetos que estimulan el movimiento. A medida que crecen, se desplazan por otros espacios como la zona de descanso o la cocina. En las aulas de niños mayores, los rincones de juego les ayudan a orientarse, ya que saben dónde encontrar los materiales según la actividad que deseen realizar. También aprenden a moverse por toda la escuela realizando encargos o por interés propio. Poco a poco, son capaces de verbalizar la ubicación de los objetos. Jugar con cajas u otros materiales les permite experimentar el espacio y mejorar su comprensión espacial.
El concepto de tiempo es la herramienta que utilizamos para ordenar los sucesos y cuantificar su duración. Los niños y niñas adquieren este concepto después del espacio, principalmente gracias a las rutinas diarias, que les proporcionan seguridad y ritmo. Comienzan a comprender el presente (ahora), el pasado (antes) y el futuro (después). También reconocen la secuencia de sus actividades diarias (comer, jugar, descansar, etc.), lo que les permite asimilar progresivamente el funcionamiento del tiempo.
El tiempo se mide en segundos, minutos, horas, días, etc. Aunque los niños pequeños no comprenden completamente estas unidades, sí las reconocen en su contexto cuando el adulto las utiliza (ej., “mañana iremos de excursión”). Inicialmente, viven el tiempo de forma no cuantificada, pero a partir de los 3 años comienzan a interesarse por la duración de las actividades. Para ello, pueden emplear señales visuales o sonoras. Es crucial que experimenten diversas situaciones relacionadas con la velocidad (rápido/lento), para que comprendan que, por ejemplo, si caminan más rápido, tardarán menos tiempo.
Es fundamental trabajar tres tipos de operaciones relacionadas con el tiempo: