Portada » Educación Artística » Claves de la Arquitectura Barroca y Renacentista: Espacio, Luz y Genios Creadores
A través de ejemplos, se desarrollan a continuación las características de la arquitectura barroca según el teórico Paolo Portoghesi. En al menos una de estas características, se compara su expresión en una obra europea y una americana.
El Barroco está unificado por el culto al infinito, a la lejanía y a la relatividad del espacio. La arquitectura utiliza procedimientos específicos para infundir el sentido de infinitud en el fragmento, como la curvatura, los artificios perspectivos y el mecanismo proporcional.
Sus composiciones espaciales son ingeniosas y sus formas están en constante movimiento. El perfil sinusoidal que guía el muro es una característica lingüística del Barroco romano. En San Carlo alle Quattro Fontane (Roma), la fachada juega con la proyección hacia afuera de forma convexa y las alas de forma cóncava. En el interior, su cúpula elíptica posee una geometría sinuosa donde las líneas se entrelazan, haciendo que la mirada no se detenga. Borromini no busca concluir el edificio, sino continuarlo indefinidamente en el espacio.
Se promueven los valores ópticos hasta otorgarles un papel estructural en la obra. La percepción concreta se filtra a través de la apariencia óptica, poniendo en crisis la teoría clásica de las proporciones.
La arquitectura ilusionista es evidente en la Galería y el Trompe-l’oeil del Palacio Spada (Roma), obra de Bernini.
El Barroco romano fue una arquitectura ciudadana que buscó una resonancia profunda en todas las personas. Los arquitectos barrocos apuntaban a los valores colectivos, al enriquecimiento del escenario urbano y al diálogo de las unidades edilicias.
La Plaza de San Pedro en Roma, obra de Bernini, ejemplifica cómo el valor monumental tiende a salir del edificio y extenderse a la ciudad, buscando el ideal de la ciudad monumental. El pórtico elíptico elimina la importancia de la fachada y la transforma en un simple diafragma con respecto a la cúpula, exaltando la idea de monumento.
En América, el Barroco fue un arte de fuerte impronta popular, un canal en el que se manifestaron las formas de pensar y sentir de los sectores procedentes de las antiguas culturas americanas. El Barroco americano fue la expresión de una modalidad cultural que se entronca fuertemente con los modos de vida y creencias de la sociedad.
Portoghesi destaca cómo la técnica y la forma arquitectónica dejan de ser meros soportes del lenguaje clásico y se convierten en factores autónomos, capaces de determinar los valores del espacio.
Borromini representa la «Arquitectura de determinación formal», que se rebela contra la aceptación del repertorio clásico como canónico. Utiliza el ladrillo, un material que busca ser extremadamente dúctil y sensible a su modelación lineal. Borromini convierte el modelado de los miembros arquitectónicos y el diseño del orden en una función de las condiciones de luz, buscando la evidencia del valor de espiritualidad del proceso diseño-construcción en su continuidad. En San Ivo alla Sapienza, Borromini interpreta la ambientación espacial a través de la contraposición de ciertas directrices espaciales, evitando la monumentalidad en el sentido berniniano y buscando desarrollar la forma arquitectónica como un ritmo animado de líneas y planos luminosos que se extiende indefinidamente.
Mientras que en el Renacimiento el espacio es el protagonista, caracterizado por la unidad de la escena, la conexión de la composición y la lógica de las relaciones espaciales, en el Manierismo pierde esta prevalencia, aunque no queda desposeído de todo valor. El Manierismo adopta una actitud ambivalente frente al espacio: en ocasiones, lleva los efectos espaciales al extremo, mientras que en otras, los minimiza o los hace desaparecer. El sistema renacentista de proporciones, simetría y perspectiva buscaba conseguir efectos espaciales unificados; en contraste, el Manierismo lleva a la total destrucción de esta estructura, desintegrando la escena y fragmentando el espacio, organizándolo internamente de modos diversos.
A continuación, se describen las características de la luz en la arquitectura religiosa gótica, renacentista y barroca, teniendo en cuenta las fuentes lumínicas, los materiales, las características de los muros y el significado simbólico en cada contexto.
La característica primordial de la arquitectura gótica es la transformación del muro. Este se reduce a un mero esqueleto que sacrifica su carácter de masa, ya que el soporte estructural se traslada hacia el exterior (mediante arbotantes y contrafuertes), volviéndose invisible desde el interior. Esto permite que el muro pierda su papel estructural y sea sustituido por vidrieras, transformando el interior en un ámbito de luz sobrenatural.
Busca la claridad espacial y se basa en la racionalización de la visión en perspectiva. La luz es utilizada para resaltar las formas geométricas simples y la armonía matemática.
El Barroco es un arte total que busca conmover y persuadir a través de la teatralización y la ilusión óptica.
La luz se convierte en un instrumento teatral y narrativo para apelar a las emociones y expresar el infinito.
La producción arquitectónica de Filippo Brunelleschi, Leon Battista Alberti y Donato Bramante fue fundamental en el proceso de transformación de la cultura arquitectónica del Renacimiento, cada uno con una posición particular frente a la antigüedad clásica.
Buscó relaciones directas con modelos clásicos, estudiando la distribución y construcción romanas, pero sin reproducirlas miméticamente. Utilizó la métrica, la simetría, el ritmo, la modulación y la repetición.
Abordó el estudio de la antigüedad con un rigor más académico que Brunelleschi, basándose en el tratado de Vitruvio. Fue el primero en adaptar el arco del triunfo romano a la arquitectura religiosa.
Ya en Roma, buscó la expresión ideal del volumen renacentista y del concepto ideal del espacio.
El Manierismo surge en el siglo XVI como una reacción al ideal de belleza clasicista del Renacimiento, explorando la subjetividad, la tensión y la complejidad formal. En este contexto se desarrolla la experiencia del Véneto, donde destaca la figura de Andrea Palladio.
El Barroco italiano se desarrolló en un contexto de reafirmación católica (la Contrarreforma), buscando un arte que impactara y conmoviera a los fieles. La teoría de Kepler sobre las órbitas elípticas influyó en la inclusión de curvas cóncavas y convexas para crear movimiento y dramáticos efectos de luz y sombra. El objetivo era crear obras ilusionistas para que el espectador se sintiera partícipe de la gloria divina. Se caracteriza por el uso de materiales llamativos (mármoles de colores, dorados) y la integración de las artes (pintura, escultura) hasta confundir lo real y lo irreal.
En San Andrés del Quirinal, utiliza una planta elíptica con una fachada convexa proyectada hacia afuera con brazos cóncavos. La cúpula expresa la ascensión hacia la luz mediante rayos y una fuente de luz oculta para lograr efectos escenográficos. Emplea mármoles coloridos, dorado y estuco. Introduce la entrada por el eje menor, otorgando un mayor protagonismo urbano. El interior es una planta centralizada que dirige la vista hacia el altar.
En el Claustro y Dormitorio de San Carlos de las Cuatro Fuentes, el claustro presenta esquinas sin ángulos rectos y columnas en diagonal, creando un ritmo de formas cóncavas y convexas. La nave tiene una cúpula elíptica con un complejo juego de formas y contra-formas. Los muros con ondulaciones generan un gran dinamismo. El espacio se lee como una unidad total donde la luz altera la percepción de la realidad y marca la profundidad.
Bernini fue el gran inventor de la arquitectura clásica barroca, mientras que Borromini fue quien renovó totalmente el lenguaje arquitectónico. Borromini pensaba que la experiencia humana se desarrollaba a través de la crítica de las experiencias anteriores, no mediante una simple ampliación del pensamiento previo.
A pesar de sus diferencias, ambos trataron las fachadas como un escenario urbano, concebidas de forma independiente al resto del edificio.
La arquitectura del período barroco puede concebirse como una «obra de arte total», tanto en sus propias características como en su relación con la ciudad. Este concepto se aplica principalmente en Italia, donde las artes (escultura, pintura y arquitectura) se fusionaron para lograr la expresión del fervor religioso y atraer a los fieles. El objetivo era la teatralidad y la demostración de que Dios y la naturaleza son la misma esencia.
Aunque más sobrio, el Barroco francés también usó la magnificencia para un fin totalizador: glorificar a la monarquía absoluta de Luis XIV.
