Portada » Historia » La Restauración Borbónica: Regencia de María Cristina, Turno de Partidos y el Despertar Nacionalista (1885-1902)
En noviembre de 1885 murió Alfonso XII. María Cristina de Habsburgo (1885-1902) asumió la regencia. Para garantizar la estabilidad del sistema, Cánovas del Castillo y Sagasta establecieron un acuerdo fundamental: el Pacto de El Pardo.
Mediante este pacto, los líderes de los partidos dinásticos se comprometieron a:
Aunque ambos partidos cumplieron el acuerdo, el pacto contribuyó a agudizar la corrupción política y a falsear la voluntad popular mediante el caciquismo.
Entre 1885 y 1890 gobernó el Partido Liberal. Durante el llamado “Parlamento Largo”, Sagasta puso en marcha un programa aperturista que incluyó:
Las primeras elecciones celebradas bajo sufragio universal dieron la victoria al gobierno conservador, una etapa en la que se adoptó una política proteccionista a través de la Ley del Arancel. Todo ello coincidió con el auge del movimiento obrero y el despertar del nacionalismo en Cataluña, Valencia y el País Vasco.
En diciembre de 1892, los liberales formaron gobierno, destacando el acceso a las Cortes de un grupo republicano y el proyecto de reforma para la administración y gobierno de Cuba.
Ante la gravedad de la situación colonial, Cánovas fue llamado a formar gobierno en marzo de 1895. Su mandato estuvo marcado por la Guerra de Cuba y los intentos fallidos de dominar la isla. La guerra de desgaste se prolongó a lo largo de 1896 y 1897. En España, comenzaban a levantarse protestas, y Cánovas murió asesinado por el anarquista italiano Michele Angiolillo.
Sagasta formó entonces gobierno e intentó un nuevo proyecto para Cuba. Sin embargo, la intervención de Estados Unidos, que aprovechó el incidente del Maine, desencadenó la guerra que culminó en el Desastre del 98.
Tras la derrota, Francisco Silvela formó un gobierno conservador, partidario de aplicar reformas basadas en el Regeneracionismo. En marzo de 1901, Sagasta volvía a formar gobierno. Finalmente, en mayo de 1902, Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y fue proclamado rey, poniendo fin a la Regencia.
Tras la Restauración, el movimiento obrero, inicialmente en la clandestinidad, se diferenció en dos grandes corrientes: socialista y anarquista.
El anarquismo se reorganizó legalmente con la fundación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). Su implantación era notable en Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía, llevando a cabo un activismo sindical y reivindicativo. No obstante, una minoría de radicales optó por la acción directa violenta, caracterizando la última década del siglo por una oleada de atentados y la consecuente represión.
Los socialistas se reorganizaron junto a intelectuales y artesanos, fundando en mayo de 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En 1888, se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT), su sindicato asociado. Pablo Iglesias era su líder indiscutible. En las elecciones municipales de 1891, el PSOE obtuvo por primera vez cuatro concejales, y su oposición a la Guerra de Cuba afianzó su popularidad.
El republicanismo experimentó un fuerte retroceso durante la Restauración, limitando su actuación principalmente a la época electoral. Aunque sus posibilidades de éxito eran reducidas, la implantación del sufragio universal en la década de los noventa permitió a los republicanos mejorar sus resultados, obteniendo una veintena de diputados en la mayoría de las legislaturas y logrando victorias significativas en elecciones municipales, como el triunfo en Madrid y ocho capitales de provincia en 1892.
Hasta la Restauración, las reivindicaciones regionalistas se habían canalizado a través del republicanismo federal (progresistas) y del carlismo (conservadores). Al debilitarse estas corrientes, surgieron movimientos específicos que reivindicaban los derechos históricos catalanes, vascos, valencianos, gallegos y andaluces. El movimiento regionalista más fuerte surgió en Cataluña y el País Vasco.
En Cataluña, el primer nacionalismo surgió en torno a figuras como Valentí Almirall y Prat de la Riba. En 1892, ambos grupos se fusionaron en la Unió Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de Manresa, constituyó el documento básico del nacionalismo catalán. Este fue un movimiento burgués que planteaba una propuesta de sistema federal en régimen de autogobierno con instituciones propias.
El movimiento vasco surgió más tarde. En 1895, Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana, líder indiscutible del movimiento, promovió un nacionalismo conservador y católico. Se desmarcó del carlismo, del que rechazaba su ideología reaccionaria. Los nacionalismos gallego, valenciano y andaluz fueron, en esta etapa, movimientos más débiles.
El carlismo, por su parte, se organizó en 1879 como un movimiento católico ultraconservador. El marqués de Cerralbo lo reconstruyó como un partido de masas, consiguiendo algunos diputados en la última década del siglo XIX.
