Portada » Lengua y literatura » Violencia, Honor y Destino en Crónica de una muerte anunciada
El primer tema de la novela es la violencia, que aquí surge de forma patente, descarnada y atroz. Se trata de una violencia insertada en el código del honor que rige la moral de todo un pueblo. Los individuos no lo discuten y, en consecuencia, la violencia que ejercen les es obligatoria si no quieren caer en el deshonor. Es la única forma de respuesta a una violación del código de honor, que exige a la desposada llegar virgen al matrimonio. Los cuchillos, la persecución, las puñaladas y el ensañamiento de los hermanos Vicario son el ejemplo más intenso de esta violencia. El crimen está impulsado por una fuerte venganza por el honor, un acto cruel que denuncia una moralidad tan puritana como intolerante.
El honor es otro de los grandes temas, un sentimiento que se considera sublime. De ahí que Luisa Santiaga asegure que “la honra es el amor” y su defensa con sangre se justifique ante la divinidad. Por ello, los criminales son inocentes ante Dios, en palabras del cura, Carmen Amador. Los hermanos Vicario obran con dignidad y cierta grandeza; en la cárcel los reconforta el prestigio de haber cumplido con su ley y haber devuelto el honor a su hermana.
Coexisten, además, otras formas de violencia. Santiago aprendió desde muy niño el dominio de las armas y duerme con una. Se evocan las guerras civiles de Colombia a través de Petronio San Román, héroe de estas. La violencia también se refleja vinculada a la sexualidad masculina: Santiago acosa a Divina Flor cuando la encuentra sola por los rincones de la casa. Pura Vicario actúa con violencia cuando Bayardo le entrega a su hija. Incluso el lenguaje participa de esta violencia, especialmente cuando la narración adopta un registro coloquial. Para Victoria Guzmán, Santiago es un “mierda”, y para Clotilde Armenta, el suyo es un “pueblo de maricas”. Tampoco debemos olvidar la explosión verbal a base de cuchillos, sangre, vísceras, cuchilladas, gritos y tripas que ocasionan los Vicario en su masacre al cuerpo de Santiago, detallada tanto en la escena del crimen como en la descripción de la autopsia.
García Márquez convierte la novela en la historia de una pasión amorosa. El itinerario que recorren Ángela y Bayardo se asemeja al de Florentino y Fermina en El amor en los tiempos de cólera: un amor contrariado, secreto, apasionado y súbito. A Ángela le brota el amor cuando Bayardo la devuelve a su casa. Cuando lo ve de nuevo en Riohacha, “se volvió loca”. Pese a su mutismo, Bayardo sentía lo mismo, como podemos ver en su regreso con la maleta llena de cartas. Cuando creíamos que todo quedaba en una historia sangrienta de venganza por el honor, la novela da un giro hacia un final feliz en el que dos víctimas viven un amor tardío después de largos años de expiación.
La religión es un tema visible a través de la visita del obispo y las expectativas que esta provoca. Bayardo quiere que el obispo oficie su boda, y Santiago Nasar se siente defraudado cuando este pasa de largo. A Bayardo le gusta ayudar en misa, el coronel Aponte se cuelga el escapulario de la Congregación de María para recibir al obispo, y Ángela se casa con velo y azahares. Además, los nombres de muchos personajes son bíblicos: María, Poncio, Santiago…
Este tema se manifiesta como una fe fetichista, ceremonial y milagrera, y el escritor no oculta su tratamiento humorístico-paródico o irónico-crítico. El obispo deja burlados a sus feligreses. Nasar va a verlo porque es “como ir al cine”. El cuerpo de María Alejandrina es el “regazo apostólico” del narrador, y ella vive en una “casa de misericordias” para la satisfacción sexual. A Santiago Nasar se le descubre en la autopsia una medalla de oro de la Virgen del Carmen que se había tragado a los cuatro años. También es irónico que el cura declare inocentes a los asesinos ante Dios.
La religiosidad aparece mezclada con la superstición:
Estamos, por tanto, ante una visión del mundo en la que lo invisible, el más allá, lo telepático, lo sobrenatural y lo onírico conviven con el sentido del honor, la fe y el destino.
El destino, envuelto en un sino trágico, es uno de los temas fundamentales. Santiago Nasar es la figura sobre la que pesa esa fatalidad, ese fatum trágico, esa acumulación de errores, casualidades, adversidades y circunstancias insólitas. Por ejemplo, Plácida Linero cierra la puerta a su hijo porque Divina Flor le asegura que ya está dentro, o Cristo Bedoya no logra dar con Nasar para advertirle. Todas estas circunstancias conducen al trágico final, haciendo que, como dice el juez, “se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada”.
El humor lo envuelve todo, un humor que a veces alcanza lo grotesco y esperpéntico; otras veces es decididamente negro; o bien, absurdo y desaforado. Algunos ejemplos son:
