Portada » Ciencias sociales » Deporte Escolar y Educación Física: Transformando la Práctica Pedagógica y los Valores
Por Raúl Gómez
El deporte es considerado una práctica social que abarca un conjunto muy amplio de situaciones motrices, desde lo institucional hasta la competencia. Desde Europa, en el siglo XX, fue concebido como un contenido hegemónico de la cultura motriz en todo el mundo.
Tras el proceso de expansión de la sociedad moderna capitalista industrial, el deporte influyó en aspectos como el rendimiento, la gestualidad, la especialización de procesos de transmisión tecnológica, la racionalización y la organización del tiempo entre trabajo y recreación.
Como institución social, el deporte puso mayor énfasis en el rendimiento, la mecanización de la práctica y el esfuerzo, relegando el placer. Reforzar la potencialidad del deporte para mejorar la salud y la confrontación entre los pueblos dio lugar a la interacción entre la institución deportiva y la escolar, con la consecuente intervención del Estado en el deporte.
Durante la posguerra, la Educación Física fue legitimada por el deportivismo, siendo el deporte un fenómeno de masas, un elemento configurador de nuevas identidades nacionales y una fuente creciente de ganancias para las industrias deportivas. En este contexto, la Educación Física era considerada una disciplina escolar que buscaba crear en la juventud el interés por practicar deporte y sentar una base fundamental de experiencia motriz para su iniciación, con el objetivo de proveer atletas a través de la escuela.
Aunque el deporte es una práctica que genera aprendizajes para nutrir lo corporal, orgánico, expresivo y motriz, siendo un ámbito de reflexiones y valoraciones, la Educación Física presenta aspectos contradictorios:
A pesar de estos riesgos, el deporte en la escuela es valorado como un bien cultural que, bajo condiciones pedagógicas adecuadas, genera una potencialidad educativa significativa. Su impacto positivo se manifiesta en la autoestima, la socialización y la construcción de la identidad. Además, fomenta el cuidado de sí mismo y del medio ambiente, la construcción de valores y actitudes, y el desarrollo de competencias prácticas, reflexivas y sociales. La Educación Física puede y debe generar espacios deportivos para adquirir aprendizajes a través de la práctica.
En la escuela, entre los 6 y 10 años, considerada la etapa de socialización primaria, se enseñan formas motrices que promueven la libertad y la creatividad motriz, y que se relacionan con el deporte. A partir de los 11 años, el deporte debería ocupar entre un 30% y un 40% del tiempo escolar anual dedicado a la Educación Física, y se debería dar prioridad a la actividad física extraescolar voluntaria, a través de proyectos institucionales.
Enseñar deporte en la escuela debe crear un ámbito donde el niño reflexione sobre sí mismo y su entorno de manera consciente.
El componente mecánico y proactivo está regulado por un sistema de valores de referencia que limita el rol social y los procesos institucionales que normalizan, de forma tácita o explícita, las interacciones cotidianas. Los procesos de interacción son fundamentales en la vida, sobre todo en cómo actuar en aquellas situaciones de interacción (laborales, profesionales, etc.).
La estructura social, es decir, las normas, valores y creencias, surge de distintas situaciones e interacciones que ocurren en el entorno institucional, desde lo funcional y organizacional entre individuos, donde estos se comportan en base a las regulaciones preestablecidas.
Existen dispositivos capaces de dotar a los sujetos de información para ser incluidos en el sistema productivo y de habilidades para reelaborar la información que surge del ámbito científico y tecnológico. Es importante advertir que aprender un significado cultural cualquiera, como el deporte, implica también aprenderlo de manera social. Este proceso puede transcurrir tácitamente (para sujetos ingenuos), sin que los alumnos tomen conciencia de ello, o bien de manera reflexiva (para un sujeto crítico).
Enseñar juego y deporte requiere que el alumno adquiera un pensamiento productivo, a partir de la práctica reflexiva de los juegos deportivos, encontrando la solución a los problemas tácticos que la actividad plantea. Lo principal es que el alumno analice los principios tácticos que los caracterizan y que aprenda acciones motrices específicas de cada deporte. También es crucial la significación emocional y la comprensión de los elementos problemáticos del juego deportivo en el proceso de aprendizaje.
Los autores destacan el carácter contextual y táctico de la habilidad motora, así como el carácter activo del sujeto que aprende, y se distancian de las secuencias metodológicas desarrolladas en el asociacionismo. Priorizan, de este modo, la capacidad de tomar decisiones en una situación motriz, resultando el aspecto ejecutivo de la habilidad un componente secundario que depende de las características de la circunstancia que el sujeto enfrenta. La enseñanza comprensiva se diferencia del modelo tradicional, el cual centraba la metodología en aprender primero las acciones técnicas y luego incluirlas y aplicarlas en situaciones de juego.
Los cuatro tipos de juegos deportivos son:
Estos juegos deportivos poseen principios tácticos comunes dentro de cada grupo, con autonomía de la mecánica de la motricidad utilizada en distintos casos. De este modo, se espera que el alumno aprenda principios tácticos comunes a múltiples juegos deportivos que comparten los mismos objetivos motores y problemas tácticos, reflexionando sobre los mismos al contrastar situaciones motrices diferentes en apariencia. La contrastación práctica permite reflexionar y descubrir el principio táctico, que luego será aplicado en nuevas condiciones.
La perspectiva comprensiva prioriza la adquisición de distintos elementos tácticos por sobre los elementos técnicos, ya que estos no pueden aprenderse en circunstancias aisladas de ejercitación.
La perspectiva comprensiva representa un avance en la pedagogía de juegos deportivos y de deportes, facilitando el alcance de varios objetivos dentro de la Educación Física:
La lógica interna se caracteriza por la totalidad de los rasgos pertinentes de una situación motriz (espacio, cantidad de jugadores, reglamento, objetivos motores, etc.).
La lógica externa, por un lado, se caracteriza por los elementos subjetivos que regulan la conducta motriz del practicante (intereses, emociones, etc.) y, por otro lado, por el contexto institucional, cultural, político y sociohistórico en el cual se desarrolla una práctica.
Las prácticas sociales son ajenas al propio sujeto y deben ser entendidas como primarias en cuanto a la relación entre el agente y su entorno. El conocimiento que los agentes transmiten a través de la enseñanza-aprendizaje se caracteriza por lo que adquieren o intercambian. Para la Educación Física orientada, se trata de comprender y transformar el mundo a través de sus rasgos locales; enseñar y aprender implican la construcción de espacios de negociación entre agentes, atribuyendo las condiciones iniciales de emergencia de significados.
Existen cuatro escenarios principales para la enseñanza del deporte:
Enseñar valores implica transmitir saberes legitimados públicamente en un contexto cultural dado. La legitimación pública de un sistema de valores proviene del hecho de que pueden ser revisados y discutidos racionalmente, sin otra pretensión de verdad que la que surge del intercambio objetivo. El logro de la independencia moral, objetivo declarado de los sistemas educativos, genera la capacidad reflexiva de analizar, de manera pública, la realidad social y así poder tomar decisiones sobre la propia vida y la vida comunitaria.
Para dar significado a las prácticas del deporte en Educación Física y así promover a los jóvenes, se deben considerar los siguientes puntos:
Una pedagogía reflexiva desde los valores implica la enseñanza de valores fundamentados racional y argumentativamente, considerando distintas normas y obligaciones morales, emergiendo así la reflexión de las situaciones locales.
El maestro no tiene razón por ser maestro, sino porque explica, negocia, escucha y, de algún modo, demuestra públicamente sus argumentos.
Los valores se condicionan de manera recíproca en tres planos de realidad:
El docente debe fomentar la educación moral de los alumnos, para que estos tomen conciencia explícita (reflexiva) de las características de los diversos niveles y perciban las relaciones entre sus comportamientos cotidianos en clase, en su grupo de referencia y en las situaciones sociales generales. Hay cuestiones que no son planificadas, como el patio de clase en mal estado de higiene, que es tomado como algo natural. En las prácticas motrices, es necesario desnaturalizar la idea inducida por el sistema social de que los hechos humanos son naturales y no históricos.
Los objetivos valorativos que guían la práctica de la enseñanza en nuestro programa son:
La enseñanza exige profesores capaces de reflexionar sobre sí mismos y su propia práctica. La primera fase de formación del docente se caracteriza por su prolongada permanencia en el sistema escolar, donde acumula vivencias cognitivas y emocionales que conforman las matrices de futuras recomposiciones. La creencia en un conocimiento subconsciente que influye en los profesores ha llevado a la construcción de “teorías implícitas”. El rasgo de estas teorías implica que las personas no tienen acceso directo a ellas, sino que ven la realidad a través de ellas.
En un plano relacional, un buen ambiente de aprendizaje implicará, entre otras cosas:
Un ambiente saludable en la escuela es aquel en el cual se mantiene la asimetría en la toma de decisiones entre maestros y alumnos, al tiempo que las interacciones están fundadas en la racionalidad intersubjetiva, no en el poder arbitrario.