Portada » Ciencias sociales » Comprendiendo la Ruptura Democrática: Aportes Clave de Linz y Przeworski
Se pueden relacionar de la siguiente manera:
La legitimidad no puede sostenerse por sí sola, sino que necesita de la eficacia y la efectividad de los gobiernos para poder subsistir; es decir, requiere apoyarse en ambos factores para mantener la confianza ciudadana y la estabilidad del sistema democrático.
Los sistemas de partidos son el resultado de acontecimientos históricos complejos que se desarrollan a lo largo del tiempo. Es difícil definir hasta qué punto los mismos factores explican el surgimiento de distintos tipos de sistemas de partidos y la durabilidad de las democracias.
Los mismos factores estructurales que explican las democracias afectadas por continuas crisis también pueden explicar sistemas de partidos extremos y polarizados.
En cualquier caso, los sistemas de partidos son el resultado no solo de esos factores estructurales, sino también de factores institucionales, tales como las leyes electorales, las actuaciones de las élites políticas y sociales, la difusión de ideologías o el Zeitgeist (espíritu de la época) en el momento de la instauración de la democracia. Estos últimos pueden ser considerados como un factor independiente o, al menos, interviniente en la crisis de las democracias.
Lo que proporciona legitimidad es que los gobiernos faciliten servicios esenciales como la educación, la sanidad, etc. Si el sistema económico reduce esos costes y la gente recibe menos por sus impuestos, el fundamento y la legitimidad política se van limitando. Otra causa podría ser cuando se llega a la conclusión de pagar menos de lo que corresponde, mediante fraude o evasión de impuestos, lo que puede colapsar el mandato democrático.
La caída de un régimen democrático puede ser provocada por sociedades pobres, muy polarizadas ideológica y económicamente, con importantes segmentos que demandan medidas redistributivas inmediatas y en las que se espera mucho del gobierno.
En estos contextos, puede ser difícil alcanzar un consenso sobre las reglas, ya que la legitimidad puede depender en gran medida de la capacidad de producir buenos resultados (legitimidad de origen y de rendimiento).
En resumen, la polarización social, la concentración exclusiva del poder y la falta de consenso sobre las reglas entre los líderes pueden facilitar que algunos emprendedores políticos, sin alternativas atractivas, intenten establecer un gobierno dictatorial.
La caída de las democracias ocurre cuando un sistema político convulsiona debido a la proliferación del descontento, la zozobra y la intranquilidad. La quiebra de las democracias son procesos políticos largos de desgaste que responden a una multiplicidad de factores:
Estos factores, en su conjunto, constituyen una combinación peligrosa que pone a prueba las instituciones, ya que conllevan a la movilización de la sociedad contra el sistema, lo que podría generar la caída de un régimen político o un reequilibramiento del sistema. La pregunta es cómo y cuándo se produce la quiebra de las democracias, o mejor dicho, cómo saber cuándo estamos en ese proceso.
Para Linz, la democracia es “la libertad legal para formular y proponer alternativas políticas con derechos concomitantes –análogos– de libertad de asociación, libertad de expresión y otras libertades básicas de la persona; competencia libre y no violenta entre líderes con una revalidación periódica de su derecho a gobernar; inclusión de todos los cargos políticos efectivos en el proceso democrático, y medidas para la participación de toda la comunidad política, cualquiera que fuesen su preferencia política”. Por ende, si alguno de estos elementos queda fuera del juego democrático, la democracia misma se vulnera. Entendiendo que, cuando no hay libertad, no hay democracia.
Las crisis son producto de la pérdida de libertades ligadas a demandas de beneficios del sistema. Las instituciones democráticas son valoradas en la medida en que produzcan resultados políticamente satisfactorios para la mayoría, tales como cambios socioeconómicos que generen prosperidad en la población. En este sentido, el desarrollo económico permite una serie de avances en la sociedad que se traducen en bienestar general, lo cual ayuda al sostenimiento de la democracia; pero para ello, la libertad es una condición necesaria. Para Linz, en la medida en que un país progrese económicamente, mayor será su propensión a la estabilidad democrática. Sin embargo, lo que distingue a un régimen como democrático o no, no es únicamente el bienestar económico, ni es tanto la oportunidad incondicional para expresar opiniones como establece Sartori; sino que además requiere la protección del Estado contra las arbitrariedades, especialmente la interferencia violenta contra este derecho. Esto se traduce en libertad para crear partidos políticos y, más importante aún, en elecciones libres y honestas.
Solo la idea de que es necesaria la alternancia de líderes en el poder tampoco es garantía para calificar a un sistema como democrático. Para ello, es necesaria la alternancia entre oposición y gobierno en el poder; por ende, los sistemas políticos que niegan a la oposición el acceso al poder político no son democráticos. Es antidemocrático cuando un gobierno afirma que reducirá a la nada a la oposición porque no debe ni existir; cuando esto sucede, no se reconoce políticamente el derecho a pensar diferente al gobierno.
Linz establece que la democracia depende de unos elementos clave que, en su conjunto, forman una ecuación para la estabilidad. Estos elementos son:
Es importante resaltar que cuando la eficacia y la legitimidad son bajas, los cimientos de la democracia se debilitan. Si los factores constitucionales que fomentan el multipartidismo contribuyen a que haya menos posibilidades de que el sistema sobreviva, por el rechazo a los canales democráticos e institucionales, se da lo que el autor denomina una “oposición desleal”. Una oposición desleal está dispuesta a desafiar el régimen, ya que no reconoce su autoridad política; su objetivo es la repudiación del régimen y sus actos buscan hacerlo coercitivo. Esto puede traer como resultado regímenes parcialmente legítimos, divididos o contestados –objetados–, términos acuñados por Richard Rose. Mientras que la “oposición semileal” empuja al régimen a una situación de autoridad parcialmente legítima y dividida. Esta situación se da generalmente cuando se produce el proceso de quiebra.
Los regímenes democráticos enfrentan problemas complejos diariamente que ponen a prueba su eficiencia y eficacia, y la oposición está en su legítimo derecho de criticar las acciones del gobierno, apegada a sus derechos de libertad de expresión y de prensa, incluso si esto va en contra del régimen que le permite el ejercicio de sus derechos, puesto que el pluralismo es un principio base de la democracia. Cuando esto sucede, los líderes democráticos ponen a prueba su habilidad para mantenerse en el poder lidiando democráticamente con la oposición.
Si un gobierno no satisface las expectativas de la mayoría –particularmente por conflictos socioeconómicos, desigualdad, dependencia, etc.– y el pueblo pierde la credibilidad en sus instituciones o sus líderes, es poco factible que estos obedezcan voluntariamente. De ser así, la desobediencia a los líderes es una realidad que obliga a estos, en casos desesperados, a usar la coerción, lo que representa el primer indicio de resquebrajamiento del sistema. Nace así una crisis política que puede desembocar en el derrumbamiento del régimen. Si durante este proceso se da la ruptura entre los partidos, se forman alianzas, se redefinen los objetivos, se hacen negociaciones secretas con el fin de la transferencia del poder de un grupo a otro, se puede decir que estamos ante un reequilibramiento. Esta situación implica un proceso sin traumas de cambio en la estructura del poder y el mantenimiento de las instituciones, lo que dará como resultado un cambio de líderes por nuevos que defienden nuevas ideologías.
En un proceso de deterioro de la legitimidad y eficacia de la democracia, una oposición semileal conspira para que el régimen político caiga. En ese caso, el gobierno usa la violencia como arma política. Pero solo en casos de intervención militar directa, el uso de la violencia organizada puede darle un desenlace al régimen, lo que se traduce como un golpe de Estado. En este caso, la intervención militar es el resultado de un complejo proceso de decadencia. Dependiendo de las decisiones que tomen los actores políticos, el régimen sobrevive o no. La política es un proceso dinámico donde el resultado es incierto; a veces, en lugar de dar paso a un reequilibramiento del sistema democrático, se puede terminar en dictadura, pues las vías fáciles y no políticas, por muy seductoras que parezcan, no son la solución asertiva. Pero en estos tiempos, una dictadura militar puede ser peor que la propia enfermedad democrática.
Este apartado busca identificar y analizar algunos de los problemas involucrados en el estudio de los procesos de liberalización, los regímenes autoritarios y su reemplazo por formas democráticas de organización política, así como las características de la democracia y los intereses de los actores.
El estudio de las transformaciones se divide en dos tipos:
La democracia es una consecuencia del desarrollo económico. Las transformaciones de los regímenes se ven determinadas principalmente por determinadas condiciones económicas, sociales o políticas. Si verdaderamente dichas transformaciones de los regímenes se ven fuertemente marcadas por tales condiciones, la estrategia correcta de investigación tratará de llevar a cabo estudios estadísticos comparativos. Las posibilidades objetivas no se traducen en la misma estrategia de investigación que el estudio de los “factores determinantes”.
Los estudios de las posibilidades se dividen en:
Se identifican cuatro clases de factores para explicar cómo comienzan a aparecer grietas en estos regímenes y de qué manera se vuelve posible su liberalización:
La teoría de la pérdida de legitimidad es una teoría de transición de los regímenes “de abajo hacia arriba”: el régimen pierde su legitimidad en la sociedad civil y, cuando esta pérdida se manifiesta y es reconocida como tal, el bloque gobernante reacciona. Esta teoría establece:
La liberalización se considera como un resultado de las luchas por el poder dentro del bloque emergente. Los obstáculos para comprender los procesos de liberalización y democratización son:
Lo más importante para la iniciación del proceso son las señales que se emiten, llamadas causas, y pueden ser de dos clases, a saber:
La democracia se caracteriza por:
Los tres aspectos de la democracia decisivos para el proceso de transición son:
La transición democrática se concibe como un proceso en el que se crean instituciones específicas que afectan la capacidad de los diversos grupos para satisfacer sus intereses. Dentro de este proceso, existe tanto la intervención de los grupos en el régimen autoritario como la intervención de los grupos en el régimen democrático. Es por ello que la solución frente a los compromisos democráticos son las instituciones. No solo se trata de desmantelar el antiguo régimen, sino, al mismo tiempo, de crear las condiciones que favorezcan los intereses particulares dentro del nuevo sistema político establecido para empresarios y asalariados. La transformación democrática requiere la casi completa docilidad y paciencia de los trabajadores organizados.
El colapso de un régimen autoritario puede dar por resultado el establecimiento de otro. Las fuerzas de la oposición pueden llegar a parecer tan autoritarias como el régimen mismo, ya que cualquier movimiento de oposición es producto del régimen al que se opone.
Por lo tanto, el problema de la democracia es establecer una transacción entre las fuerzas que se alían con el objeto de instaurarla, y no solo de brindar salvaguardias a las fuerzas que defienden al antiguo régimen. Lo decisivo es si puede establecerse ese compromiso democrático antes de que surja una segunda fase en la cual se implante un nuevo sistema autoritario.
Habría entonces una marcada diferencia en las probabilidades de instaurar la democracia en aquellos países cuyos partidos políticos tienen una tradición arraigada. Este argumento contrasta con el caso de España, donde la democracia fue instaurada sin una ruptura de las fuerzas armadas, sin una purga siquiera de la policía política, sin un grado muy evidente de politización, y con dos grandes partidos que surgieron de la noche a la mañana.
La democracia capitalista constituye una forma de compromiso de clases. Ni el conjunto de intereses capitalistas individuales (personas y empresas), ni el de los asalariados pueden transgredirse más allá de ciertos límites.
En una democracia capitalista, los empresarios retienen la capacidad de sustraer una parte del producto social. A su vez, los asalariados son persuadidos de que deben observar el capitalismo como un sistema en el que pueden mejorar sus condiciones de vida, presumiendo que en el futuro se beneficiarán del producto que la empresa sustrae de ellos.
Raras veces las coaliciones que están en la base de determinados compromisos democráticos abarcan a los capitalistas y a los obreros en su conjunto.
Lo típico es que una coalición democratizadora adopte un proyecto keynesiano, una combinación perfecta para la transacción entre varios grupos.
Los proyectos keynesianos pueden ser muy atractivos para la creación de una coalición democrática, pero no tan auspiciosos para establecer un régimen democrático estable: son una buena red para atrapar aliados, pero muy vulnerables frente a cualquier pez de filosos dientes. Para que la transformación democrática tenga éxito, parecería requerir la casi completa docilidad y paciencia de los trabajadores organizados, tal y como expresó Santiago Carrillo con otras palabras.
De hecho, un rasgo notable de la transición española es que el sistema político del país se transformó sin afectar de manera apreciable las relaciones económicas.
Es sorprendente comprobar que quienes estaban satisfechos con el régimen de Franco parecen estarlo también con el nuevo gobierno democrático.
La transición hacia la democracia quizás solo pueda efectuarse al precio de dejar intactas las relaciones económicas. Y la lucha por el poder político es indispensable, porque sin ella toda tentativa de transformar la sociedad es pasible de una brutal represión. No obstante, lo que necesitamos es un proyecto antiautoritario más amplio, integral, ideológico y que abarque la totalidad de la vida social.