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La obra escultórica «David», ubicada en la Galería Borghese en Roma, es una creación de Gian Lorenzo Bernini del siglo XVII, representativa del arte barroco italiano. Es una escultura de bulto redondo, concebida para ser vista desde múltiples ángulos. Tallada en mármol blanco con una técnica pulida fina, aporta brillo y suavidad a la superficie, contrastando con las texturas del cabello y la tela.
La escultura, de tema religioso, representa a David en el momento de lanzar la piedra contra Goliat. El rostro de David refleja concentración, furia contenida y tensión muscular. El dramatismo se acentúa por la postura corporal y la expresividad facial. Es totalmente realista y naturalista, con una representación anatómica exacta y detalles como venas marcadas y músculos tensos. La obra es muy dinámica, con la figura girada en plena acción, una composición helicoidal que rompe con el eje frontal clásico y una composición espiral donde predomina la diagonal, creando tensión visual y espacial.
En contraste con el «David» de Miguel Ángel (Renacimiento), que representa al joven en actitud contemplativa y es una escultura estática de frontalidad clásica centrada en la perfección y belleza, el «David» de Bernini es capturado en el momento de mayor tensión, con una composición dinámica, cuerpo en rotación y expresión intensa. Donde Miguel Ángel busca equilibrio, Bernini busca emoción y drama.
La obra se enmarca en el auge del arte barroco italiano del siglo XVII, impulsado por la Iglesia Católica durante la Contrarreforma para conmover al fiel, y por los mecenas aristocráticos que promovían un arte que transmitiera poder, lujo y emotividad. El Barroco se caracteriza por su enfoque en lo sensorial, lo emocional y lo teatral.
La obra escultórica «Piedad», ubicada en el Museo Nacional de Escultura en Valladolid, es una creación de Gregorio Fernández (1616), representativa del arte barroco español. Es una escultura de bulto redondo, tallada en madera policromada con gran realismo, utilizando postizos para aumentar el efecto dramático e incluyendo la técnica del estofado para simular telas ricas.
Es una obra de tema religioso intensamente dramática, que representa a la Virgen María sosteniendo el cuerpo muerto de Cristo tras la Crucifixión. El rostro de la Virgen refleja sufrimiento y resignación. La escena transmite dolor, compasión y espiritualidad profunda. Es extremadamente naturalista, buscando impactar emocionalmente al espectador. Las heridas, el cuerpo inerte de Cristo y la expresión de dolor de María están pensados para mover a la devoción. Aunque es una escena de reposo, el movimiento se expresa a través de los pliegues del manto, la inclinación de los cuerpos y las diagonales de la composición, creando un dramatismo contenido. La obra tiene una composición piramidal cerrada, típica de las «piedades», predominando las líneas diagonales y el contraste entre la verticalidad de María y la horizontalidad de Cristo.
En comparación con la «Piedad» de Miguel Ángel (Renacimiento), que idealiza la muerte de Cristo con serenidad y equilibrio, y una Virgen joven y contenida, la obra de Fernández intensifica el dolor, el realismo y el patetismo. Mientras Miguel Ángel transmite belleza y serenidad, Fernández busca impactar y conmover al fiel mediante un lenguaje plástico más directo, cargado de emoción y sufrimiento.
La obra pertenece al Barroco español del siglo XVII, caracterizado por una profunda religiosidad y el uso del arte como medio para educar, emocionar y fortalecer la fe popular. Estas esculturas se utilizaban en iglesias y procesiones, encargadas por cofradías o instituciones religiosas. La función de esta Piedad es claramente religiosa y devocional, enfocada a provocar compasión, recogimiento y meditación sobre el sacrificio de Cristo.
El Barroco se configuró como una herramienta al servicio del poder, ya sea para la difusión de la fe o la exaltación de las monarquías absolutas. Este estilo dejó atrás el interés científico por el conocimiento de la naturaleza, el orden y las proporciones del Renacimiento, para desarrollar una estética efectista, teatral y escenográfica, cuyo objetivo es convencer, atraer, conmover o impresionar al espectador.