Portada » Historia » Historia de las Coronas de Castilla y Aragón en la Baja Edad Media
La conquista de Granada, con la rendición de Boabdil, no supondría el fin de la presencia musulmana en España, pues los denominados moriscos permanecerían en el reino hasta su expulsión definitiva en el reinado de Felipe III.
Los tratados de Tudilén (1151), Cazorla (1179) y Almizra (1244) fijaron las fronteras entre los dos poderosos reinos peninsulares conformados durante el proceso de la Reconquista: las coronas de Castilla y Aragón. A Castilla correspondería la conclusión de la conquista y ocupación de los territorios aún en manos de los musulmanes (Sevilla, Cádiz, Huelva, Jaén y, por último, el reino nazarí de Granada). Aragón, por su parte, apostaría por la expansión mediterránea. Políticamente se conformarían como una monarquía autoritaria (Castilla) y una monarquía pactista (Aragón).
La invasión musulmana (711) supuso el fin del reino visigodo. Tras la rápida conquista aparecieron una serie de núcleos cristianos en la zona cantábrica y pirenaica. En la primera aparecería el reino astur (Alfonso I), que en su expansión se transformaría en el reino de León, en cuya frontera Este crearía una zona defensiva, el condado de Castilla (850), que en el 932, de la mano de Fernán González, se independizará. En la zona pirenaica, dependiente del reino franco, aparecerán una serie de condados que se independizarán dando origen al reino de Pamplona, el reino de Aragón y los condados catalanes (siglos VIII-IX).
A principios del siglo XI, con Sancho III el Mayor, el reino de Pamplona se había convertido en la potencia cristiana hegemónica de la península, pero la concepción patrimonial que los reyes tenían de los territorios conducía a procesos de unificación (conquista y matrimonios-alianza) y de división. A la muerte de Sancho III, la división de los territorios prefiguró los futuros reinos junto con el de León y los condados catalanes: García Sánchez (Pamplona), Fernando I (Castilla y por matrimonio rey de León) y Ramiro I (Aragón).
Entre el siglo XI y 1230, mientras los cristianos se extienden por los valles del Duero y el Tajo, los reinos de Castilla y León experimentarán diversas uniones y separaciones hasta que Fernando III el Santo los une definitivamente (aunque con la merma del nuevo reino de Portugal). Por su parte, tras la expansión por el valle del Ebro (Alfonso el Batallador), a raíz de la muerte de Ramiro II el Monje, en virtud del matrimonio entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV (acuerdo en 1137 y boda 1150), conde de Barcelona, se dará entidad a la Corona de Aragón en la persona del heredero, Alfonso II el Casto (un rey y varios reinos). Durante todo este periodo, al avance militar acompañó el proceso de repoblación con diversas formas (nobiliar, eclesiástica, presura, concejil, cartas puebla…) y la aparición de formas feudovasalláticas.
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Tema: Castilla y Aragón en la Baja Edad Media
“El camino de estrellas que viste en el cielo significa que desde estas tierras hasta de ir con un gran ejército a combatir a las pérfidas gentes paganas y a liberar mi camino tierra, y a visitar mi basílica y sarcófago. Y después de ti irán allí peregrinando todos los pueblos, de mar a mar, pidiendo el perdón de sus pecados y pregonando las alabanzas del Señor, sus virtudes y las maravillas que obró”.
(Palabras del Apóstol a Carlomagno, Codex Calixtinus)
Francisco Torres García Temario
Tras la victoria sobre los almohades de los reinos cristianos coaligados en las Navas de Tolosa (1212), el avance en la Reconquista del reino castellano con Fernando III supuso la conversión de Castilla en la gran potencia territorial de la península. Su hijo, Alfonso X (1221-1284), fracasó en su intento de alcanzar el título imperial, pero inició un proceso de unificación legislativa del reino con el Fuero Real y el Código de las Siete Partidas, favoreciendo, además, la vinculación de la Corona a los grandes intereses de los productores y exportadores de lana (creación del Concejo de la Mesta, 1273).
El avance sobre el valle del Guadalquivir redujo el territorio musulmán al reino de Granada, que pagaría parias a Castilla. La Reconquista se paralizó debido a los enfrentamientos internos en Castilla (guerra civil por la sucesión de Alfonso X, enfrentamiento entre la nobleza y la monarquía, guerra civil internacionalizada entre Pedro I y el futuro Enrique II). Con la victoria de Enrique II sobre su hermanastro Pedro I, una nueva dinastía ocupa el trono de Castilla, los Trastámara. Enrique II el de las Mercedes tuvo que compaginar su intención de centralizar el poder en la monarquía con las cesiones a la nobleza.
La corona aragonesa culminó su Reconquista de la mano de Jaime I, ocupando las Baleares (1235) y Valencia (1238), poseyendo además feudos en el sur de Francia, pero no sería hasta 1343 cuando todos los territorios permanecieran en la Corona sin separarse. Completada su Reconquista, repoblados los territorios mediante repartimientos, la Corona iniciará su expansión por el Mediterráneo (Pedro III): Sicilia, Córcega, Cerdeña, Atenas, Neopatria (entre finales del XIII y el XIV). En el siglo XV, Alfonso V iniciará la conquista de Nápoles.
Las monarquías de los reinos cristianos en la Alta Edad Media compartían la idea del origen divino del poder, configurándose desde el principio como hereditarias (concepción patrimonial del reino). Siguieron el modelo feudovasallático, pero con menor fuerza en Castilla debido al poder de los reyes leoneses y castellanos. La estructura feudal se hizo muy fuerte en Cataluña. Conceptualmente, el modelo pactista implicaba una continuidad con la relación del señor con el vasallo en base al pacto; la fórmula autoritaria castellana sustituía esa concepción por la de rey y súbditos.
El proceso de desarrollo institucional fue muy similar. En torno al rey surgió la Corte. En este entorno apareció la Curia Regia (siglo XI) como órgano asesor del monarca. Las reuniones ordinarias dieron lugar con el tiempo al Consejo Real y las extraordinarias, a las que van los representantes de las ciudades, a las Cortes (León 1188, Cataluña 1214, Aragón 1247). Las Cortes castellanas, únicas tras la unión de los reinos de Castilla y León, tenían muy escasa capacidad y se limitaban a aprobar los subsidios reales y a responder a la consulta del monarca; a ellas acudían representantes de la nobleza, el clero y las ciudades. Las Cortes en Aragón tendrían más atribuciones, ya que el rey se comprometía ante ellas a cumplir las propuestas presentadas y aprobadas (para la vigilancia del cumplimiento de los acuerdos se crearían las Diputaciones); a ellas acudían la alta nobleza, la baja nobleza, el clero y el estado llano. Territorialmente, en ambas coronas, nos encontramos con la dualidad de los señoríos y los municipios/villas agrupados (merinos y adelantados en Castilla; merindades en Aragón; veguerías en Cataluña y distritos en Valencia). A lo largo de la Baja Edad Media se producirán cambios significativos.
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En Castilla, la monarquía autoritaria tendrá amplios poderes. De hecho, a lo largo del siglo XIV, los reyes buscarán incrementar su poder frente a la nobleza y las ciudades con el Ordenamiento de Alcalá (1348), la creación de la Audiencia (1371), la limitación del poder municipal y la reforma de la Hacienda; las Cortes fueron perdiendo protagonismo. Institucionalmente, en Castilla, el rey contará con una estructura institucional de gobierno formada por: el Consejo Real, las Cortes y la Audiencia (1371).
En Aragón, como consecuencia de la propia configuración de la Corona tras el matrimonio de Petronila y Ramón Berenguer, apareció una monarquía pactista al tratarse de varios reinos con un rey -en la práctica una confederación, aunque nunca tuviera ese nombre-. Fue en el 1283 cuando Pedro III asumió el Privilegio General, que obligaba a los reyes a respetar los fueros y privilegios de Aragón y convocar Cortes cada año; lo mismo se aplicó en Cataluña y Valencia. El rey tiene que jurar los fueros y leyes de cada reino (usatges en Cataluña y Baleares, los furs valencianos y el Fuero de Aragón del siglo XIII) y respetar las decisiones adoptadas en las Cortes. Las comisiones creadas cuando se acordaba dar al rey algún subsidio dieron origen a las diputaciones (en 1359 en Cataluña -Generalitat- y a principios del XV en Aragón y Valencia). También desde el punto de vista judicial, el rey tiene limitados sus poderes. Aparecerán los Justicias Mayores, encargados de solventar los pleitos entre la nobleza y la Corona. El Justicia de Aragón será el encargado de la defensa de los fueros. La pugna entre el rey y la Unión Aragonesa se cerrará con Pedro el Ceremonioso, quien dará forma definitiva al modelo pactista. La existencia de varios reinos demandaría la creación de una figura que representara al rey en los territorios en los que no estuviera, el virrey. El modelo pactista también se mantuvo en Navarra.
Los municipios también experimentaron cambios en su forma de gobierno. En Castilla, los concejos abiertos creados por la repoblación se convirtieron en ayuntamientos con regidores (siglo XIV), cargos dominados por la burguesía y la nobleza; la Corona creará la figura del corregidor para hacerse presente en los mismos. En Aragón, los ayuntamientos fueron controlados por las oligarquías urbanas, lo que provocará numerosos conflictos.
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Durante la Baja Edad Media, las economías de Castilla y Aragón se vieron afectadas por la crisis del siglo XIV (agraria y demográfica). Castilla había experimentado un notable desarrollo económico en los siglos XII-XIII gracias a la ganadería; los puertos del Cantábrico florecieron, desarrollándose en el reino mercados y ferias (Medina del Campo). En Castilla, los cambios experimentados, la crisis y la importancia del comercio y la vida urbana variaron el modelo económico: especialización de cultivos para el comercio (vino y aceite) en Castilla; la expansión ganadera con nuevos privilegios para la Mesta; el desarrollo de la zona del litoral cantábrico hasta Burgos, pero no se desarrolló una industria textil.
La Corona de Aragón experimentó un fuerte desarrollo entre los siglos XIII y XIV gracias a su expansión mediterránea y al comercio internacional. La crisis del siglo XIV afectó demográficamente a los reinos con una importante pérdida de población por la peste. A finales del siglo XIV, las malas cosechas subieron los precios, se produjeron quiebras bancarias y la guerra civil de mediados del siglo XV no hizo sino agravar la situación. En este periodo, Valencia se convirtió en un reino pujante, mientras que Cataluña vivió una importante crisis.