Portada » Filosofía » Explorando las Corrientes Éticas: Materiales y Formales
La ética es la disciplina filosófica que estudia el bien y el mal, así como sus relaciones con la moral y el comportamiento humano.
Según la finalidad que persigue el comportamiento humano, se distinguen principalmente dos tipos de ética: la material y la formal.
La ética material es aquella que acepta principios y normas establecidas en una sociedad y que persigue una finalidad concreta, generalmente alcanzar un bien supremo o fin último.
A lo largo de la historia, diversos filósofos han desarrollado distintas éticas materiales:
Su finalidad es conseguir la felicidad (eudaimonia) para alcanzar el bien social a través de la justicia y la concordia. Para conseguir esta finalidad, podemos desarrollar dos tipos de acciones: aquellas que nos llevan a la virtud y aquellas que nos alejan de ella.
Desarrollado en el Helenismo, busca obtener el bien y la felicidad a través de la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Según Epicuro, una persona sería totalmente feliz al alcanzar la ataraxia, es decir, el estado de placer máximo entendido como ausencia de perturbación.
El valor moral reside en los efectos prácticos de la acción, en la consecución de la mayor felicidad para el mayor número de personas. Es decir, algo es moralmente bueno si es útil para la mayoría.
Surge como crítica al formalismo. Intenta dar contenido a la acción moral sin perder universalidad. Busca establecer qué debemos hacer de manera que sea universalmente válido, basándose en una ética de los valores.
Las éticas formales, a diferencia de las materiales, no establecen un fin o bien supremo a perseguir, sino que se centran en la forma de la acción, en el deber.
Immanuel Kant establece la necesidad de una ética formal y no material, es decir, una ética que se guíe por el deber (lo que debemos hacer) y no por un determinado fin o interés. En el siglo XVIII, el debate filosófico giraba en torno al conocimiento (¿Qué somos? ¿Qué conocemos?), dando lugar a corrientes como el empirismo y el racionalismo. Kant, con su crítica a la razón teórica, argumentó que la razón es fundamental, pero también necesita de los sentidos.
Pretendía establecer una ética universal y formal que no actuase por la consecuencia, sino por el deber; una ética deontológica.
Para Kant, el valor moral no reside en la acción en sí, sino en la voluntad con la que se realiza, siempre que esta siga el deber. Kant clasifica las acciones en tres tipos:
Siempre que actuamos por el deber, lo hacemos por respeto a la ley moral, que está determinada por nuestra capacidad racional y se expresa en el imperativo categórico. Este establece el deber sin influencias externas que condicionen a la razón humana.
Del imperativo categórico, Kant elabora varias formulaciones, a partir de las cuales sabemos si estamos siguiendo este imperativo. Las más conocidas son:
Se presenta como una reformulación de la Ética kantiana, en la que sustituye la conciencia individual del sujeto por un sujeto colectivo, una comunidad ideal de diálogo donde las normas morales se validan a través del consenso racional.
Considera que la existencia del ser humano no está determinada por ningún valor, fin o referencia externa a sus acciones. No hay ningún valor absoluto ni un dios que dicte qué debe hacer la persona. Se fundamenta en el carácter radical de la existencia humana y en la absoluta libertad y responsabilidad individual.
Desde esta perspectiva, los términos morales no sirven para describir si una acción es correcta en un sentido objetivo. Mediante el lenguaje se describe lo que son las cosas y las acciones humanas, pero no se puede indicar lo que *ha de ser*. Esta pretensión no tiene sentido para algunos analíticos (emotivismo, prescriptivismo). Estos términos expresan simplemente emociones, deseos o recomendaciones sobre la preferencia de una conducta, pero no infunden una obligación universal.