Portada » Filosofía » Principios Éticos del Humanismo: Libertad, Igualdad y Bien Común Social
El humanismo ha defendido una serie de criterios éticos que fundamentan una visión sobre el ser humano y, de manera implícita o explícita, inspiran la reflexión sobre la vida. Estos criterios tienen un carácter:
La visión humanista se fundamenta en los valores-eje de la libertad y la igualdad, ambos pilares de una concepción digna del ser humano. El bloque liberal se caracteriza por la afirmación unilateral de la libertad, lo que a menudo conduce al liberalismo y a la desaparición de la igualdad efectiva. Por otro lado, la afirmación unilateral de la igualdad (a menudo a través de la planificación) puede conducir a la pérdida de la libertad individual, ahogada en la planificación económica y social.
La relación entre libertad e igualdad se ha convertido en un debate central en la actualidad. A continuación, se presentan algunas teorías sobre lo que se entiende por una sociedad justa:
El utilitarismo es una teoría que asume que lo intrínsecamente valioso para los individuos es el estado de cosas en el que la suma de lo que resulta valioso es lo más alta posible. Por lo tanto, lo que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas. La moralidad de cualquier acción se mide por su utilidad para el conjunto de los seres. Puede resumirse como «el máximo bienestar para el máximo número».
John Stuart Mill distingue el campo del deber social que se nos puede imponer como coacción y que nos pide no perjudicar los intereses de los otros. Se condena toda intromisión paternalista (tanto por parte del individuo como de las instituciones). La formulación de Mill se conoce como el principio de mayor felicidad, que tiene un marcado individualismo e identifica al hombre libre como aquel que decide por sí y para sí.
Rawls impone la prioridad de lo justo sobre lo bueno, procediendo a un reparto de derechos y deberes. Distingue entre los bienes primarios y los sociales, y la justicia debe suponer la distribución equitativa de los bienes sociales cuando sea posible, y la compensación adecuada cuando no lo sean (bienes naturales). Su teoría se desdobla en dos principios:
Robert Nozick, representante del poslibertarismo, critica la posición igualitaria de Rawls. Nozick sostiene que existen derechos inviolables que no pueden sacrificarse por el bien común. Estos son derechos negativos (el derecho a que otros no me dañen), no derechos positivos (el derecho a que otros me asistan en sus necesidades).
Sus principales puntos son:
Amartya Sen critica los planteamientos anteriores basándose en la distinción entre dos formas de entender la promoción de la justicia social. La primera se centra en definir lo que sería la justicia perfecta (institucionalismo trascendental), mientras que la segunda compara las realizaciones sociales resultantes de las instituciones reales con el comportamiento real y otras influencias.
Sen entiende la justicia a través de la libertad que tienen las personas para alcanzar sus objetivos. Su aporte más importante fue el enfoque de las capacidades, que se refiere a las posibilidades reales de las que cada persona dispone para convertir sus derechos en libertades efectivas. Su aproximación, basada en las capacidades, se enfoca en la libertad positiva, que es la capacidad real de una persona de ser o hacer algo, en vez de la libertad negativa.
El modelo de sociedad construido mediante los valores de justicia y libertad se sitúa hoy como el horizonte de un humanismo integral, en cuanto a:
El principio de subsidiariedad nace en los años 30, como respuesta a las visiones totalitarias. Su formulación clásica establece que los grupos sociales superiores deben respetar y proteger a las comunidades menores. Las estructuras sociales superiores deben intervenir en la vida social, económica y cultural de manera auxiliar, siempre a favor de los individuos y las comunidades intermedias.
Este principio ha ido adquiriendo protagonismo como modelo de organización social, buscando una complementariedad entre las instancias de la Unión Europea y los distintos estados que la componen, con el fin de evitar duplicidades y el crecimiento de la burocracia supraestatal.
De este principio se derivan varias consideraciones:
La aplicación de este principio tiene en cuenta dos aspectos:
Todo esto debe complementarse con la convergencia de la acción de los particulares o grupos sociales intermedios hacia el bien común, ya que una desviación legitimaría un individualismo indiferente.
En conclusión, el principio de subsidiariedad se revela como un instrumento al servicio de un modelo de sociedad coherente con una visión humanista. Su objetivo es que todos los niveles de estructuración social tengan el mayor protagonismo y autonomía posibles.
El bien común en la economía se concreta en garantizar el acceso de todos a los bienes y servicios necesarios para una vida digna: este es el principio básico del destino universal de los bienes.
En el humanismo clásico de raíz cristiana, ha sido entendido como un derecho natural. Desde este principio, se postula que los bienes de la tierra deben estar al servicio de la persona y que la economía, al regular la apropiación, uso e intercambio de dichos bienes, tiene como finalidad atender al desarrollo integral de todo ser humano.
La formulación más conflictiva de dicho principio es la del derecho de propiedad privada, especialmente si se entiende como un derecho absoluto. Hasta la llegada del liberalismo burgués, primaba la concepción tradicional de Santo Tomás de Aquino: el destino universal de los bienes es el principio fundamental al que se subordina el derecho de propiedad. La propiedad privada se justifica porque ayuda a una realización más eficaz de ese destino universal, pero el propietario es un mero administrador (en la visión teológica, de Dios). En situaciones de extrema necesidad, todos los bienes pasan a ser comunes y cualquiera en necesidad puede usarlos.
Con el advenimiento del liberalismo individualista burgués, la concepción clásica fue cuestionada. El individualismo liberal conduce a una concepción de la sociedad cuya clave es la competencia entre sus miembros. La propiedad de los bienes pasa a convertirse en capital.
El socialismo marxista postula que la propiedad es la causa fundamental de la división en clases y de la explotación de los obreros. La clave para superar la explotación de unos seres por otros es la abolición de la propiedad privada y su sustitución por la propiedad colectiva.
Para mantener la vigencia del principio clásico humanista del destino universal de los bienes, entendido como un principio anterior a la apropiación privada, este debe ser reinterpretado y traducido a categorías actuales:
En este sentido, sostenemos que lo importante es regular el uso de los bienes.