Portada » Filosofía » Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia: Principios y Aplicaciones Sociales
La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) no es el adoctrinamiento, ni la imposición de criterios por parte de la Iglesia. Tampoco son rezos ni elementos anacrónicos que deba adoptar el cristianismo.
Todo esto cobra más sentido siendo España un país laico, en el cual no tendría sentido la imposición de la Iglesia en asuntos públicos.
Primer acercamiento:
Segundo acercamiento: La vivencia del Evangelio en la sociedad de hoy en día. Esto es posible ya que el Evangelio es un mensaje para todos, que proviene de todas las partes del mundo y es atemporal (válido en todo tiempo).
La misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio, que es una misión esencialmente sobrenatural.
Tercer acercamiento: Es considerar a la DSI una reflexión ética que se transforma en una propuesta social. Esta propuesta, bajo el impulso del Evangelio, se traduce en una propuesta ética y cultural.
La DSI insta al hombre en su propia búsqueda como persona.
La DSI no ofrece soluciones técnicas a los problemas, sino que ofrece un fundamento moral para construir un proyecto social más humano y fraternal.
Con la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891). Aunque si miramos el Antiguo Testamento, ya existían pronunciamientos de la comunidad cristiana sobre asuntos sociales.
Hay tres motivos que legitiman y justifican la intervención de la Iglesia en los asuntos de la sociedad:
Son términos a menudo usados como sinónimos, aunque se pueden distinguir:
Hay quien piensa que el momento exacto es la caída del muro de Berlín (1989), pero el proceso es más complejo y se puede identificar en tres fases:
«Esa compleja red de intercambios y vínculos económicos que, sobrevolando por encima de las fronteras nacionales, hacen que los individuos que viven en un determinado punto del Planeta padezcan las consecuencias de unas decisiones tomadas muy lejos de ellos.»
El principio de subsidiariedad concierne principalmente a la función o tarea propia de la autoridad, es decir, del Gobierno o de quien ostente tal autoridad, en relación con las instancias sociales inferiores.
Subsidio, aquí, significa ayuda, apoyo, servicio, asistencia. No se trata de una ayuda excepcional e intermitente, sino de un apoyo continuo y ordinario, que abarca la totalidad de las funciones de dirección que corresponden a la autoridad social respecto a las comunidades menores.
Este servicio es un principio de valor universal, pues tiene igual valor cuando se trate de sociedades o agrupaciones menores y de orden inferior que cuando se trate de las mayores y más elevadas.
La Encíclica Quadragesimo anno (1931) de Pío XI, en los párrafos 79 y 80.
Recoge el respeto que el Estado o cualquier otra autoridad debe mantener en lo concerniente a la prioridad de la iniciativa de los gobernados, como individuos y como sujetos asociados. Actúa en distintos niveles:
El Estado ejerce su función a través del poder legislativo (dirigiendo), poder ejecutivo (vigilando, urgiendo) y poder judicial (castigando).
Se produce una tensión dinámica entre dos conceptos:
Toda expansión indebida de la función de la autoridad se traduce en una disminución de la eficacia de la sociedad.
El principio de subsidiariedad ha estado presente en el Magisterio social de la Iglesia:
Las ideas clave son:
Si la persona viene antes que la sociedad, la sociedad va antes que el Estado. De modo que la relación dinámica entre la sociedad y el Estado se funda en el principio de subsidiariedad: la persona, la familia, las asociaciones, los municipios, las provincias, las regiones, las Comunidades Autónomas, son los órganos vitales de la sociedad. Cada uno de estos órganos tiene sus características, su autonomía, su razón de ser, que debe ser respetada por todos.
Definición general: Conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección.
Implica que la autoridad es sierva de las personas, no que las personas son siervas de la autoridad.
La autoridad es necesaria, preferiblemente elegida democráticamente por los ciudadanos, pero su razón de ser es el bien común. El bien común es el punto de convergencia de los dos sujetos capitales de toda vida asociada. Está compuesto por un grupo o conjunto de bienes que son innegociables, objetivos y que toda autoridad y todo ciudadano, al ejercer sus funciones, debe respetar.
Según el Magisterio, el bien común recoge tanto las exigencias del cuerpo como las del espíritu, para el desarrollo personal, defendiéndose en todo momento los derechos y deberes de la persona humana. Como ejemplo, la dimensión espiritual, ya que la sociedad no solo es política, sino un conjunto social, laboral, cultural, etc.
Esta frase se refiere a la coherencia de vida del creyente. No podemos ser creyentes en nuestra privacidad y, al mismo tiempo, actuar como si no lo fuéramos en nuestra esfera pública (trabajo, política, sociedad), ya que tanto en un caso como en otro somos la misma persona, el mismo ciudadano. La fe tiene implicaciones sociales y públicas.
En este artículo de la Constitución se afirma que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Es decir, aboga por un Estado laico (aconfesional), no laicista. Esto introduce novedades respecto a modelos anteriores.
La laicidad en nuestro sistema constitucional se califica como:
Ejemplos de la Ley Natural (o sus aplicaciones):
Características principales de la Ley Natural:
El fundamento y el fin de la comunidad política es la persona humana. Esto implica:
La comunidad política tiende al bien común cuando crea un ambiente humano en el que se promueven los derechos humanos y se facilita el cumplimiento de los deberes correspondientes por parte de los ciudadanos.
La Iglesia propone una visión social que aboga por la amistad civil y la construcción de la “civilización del amor”. Esto busca liberar a la sociedad de las oposiciones económicas, políticas y sociales intolerables, fomentando la solidaridad, la fraternidad y la búsqueda conjunta del bien común.
Este proyecto es la esencia de la herencia ético-cultural del Evangelio y exige una nueva reflexión sobre la conexión intrínseca del amor (caridad) con la justicia y el orden social, considerando toda su complejidad.