Portada » Psicología y Sociología » Sucesos Traumáticos: Concepto, Tipología e Impacto Psicológico
Suceso traumático: acontecimiento negativo intenso que surge de forma brusca, que resulta inesperado e incontrolable y que, al poner en peligro la integridad física o psicológica de una persona que se muestra incapaz de afrontarlo, tiene consecuencias dramáticas para la víctima, especialmente de terror e indefensión.
El trauma es la reacción psicológica derivada de un suceso traumático. Cualquier acontecimiento de este tipo quiebra el sentimiento de seguridad de la persona en sí misma y en los demás seres humanos. El elemento clave es la pérdida de confianza básica.
El proceso según el cual todas esas funciones (percepción, pensamiento, emociones, etc.) van cambiando a lo largo del tiempo, se denomina desarrollo evolutivo.
El determinante más poderoso de daño psicológico es el propio carácter del acontecimiento traumático. Cuando se añade la pérdida de un ser querido a la vivencia de un acontecimiento traumático se favorece el duelo traumático y las reacciones de estrés a su vez aumentan con la pérdida.
Según la definición de la ONU, la violencia de género es «cualquier acto o intención que origina daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a las mujeres. Incluye las amenazas de dichos actos, la coerción o privación arbitraria de libertad, ya sea en la vida pública o privada».
Estas conductas violentas incluyen 4 aspectos:
Una característica del maltrato es la negación de esta conducta por parte del maltratador.
La pérdida de un hijo puede ser el factor más estresante en la vida de un ser humano, especialmente si se produce de forma imprevista y violenta.
La situación más grave se da cuando no se sabe siquiera si la persona desaparecida ha fallecido realmente. La incertidumbre de lo ocurrido mantiene en vilo a los familiares, que se atormentan con el posible paradero del hijo ausente. La búsqueda constituye el centro de su vida. Esta actitud dificulta la aceptación de la situación y convierte al familiar en un esclavo de su pasado.
El terrorismo, los secuestros, las amenazas graves y la tortura, participan de un elemento común: la provocación de una profunda sensación de injusticia y de indefensión en la víctima y la inducción de un sentimiento de rabia o de odio contra el agresor.
El impacto psicológico en la víctima de este tipo de violencia es mucho más acentuado que las consecuencias físicas. Por ello, la probabilidad de sufrir un trastorno mental en este tipo de víctimas es de 2 a 3 veces mayor que en el resto de la población. Una parte considerable de las personas afectadas no vuelve a trabajar o lo hace con un grado de rendimiento mucho menor.
Un atentado terrorista genera en los supervivientes (o incluso en sus familiares o compañeros), así como en los familiares de los asesinados, una quiebra del sentimiento de seguridad, una sensación de indefensión y una pérdida del rol personal o social previo, sobre todo, cuando hay heridas o secuelas, que producen habitualmente problemas de readaptación a la vida cotidiana. Por paradójico que resulte, los sentimientos de culpa desempeñan un papel muy importante en estas circunstancias. La culpa puede tener un componente interno, cuando la víctima se atribuye parte de la responsabilidad de lo ocurrido (si no hubiera aceptado este trabajo, si hubiera pedido traslado cuando me lo ofrecieron…), o un componente externo, cuando, por ejemplo, se culpabiliza a ciertos sectores de la población como políticos, jueces, policías…
La tortura supone provocar en la víctima un sufrimiento físico o mental que es infligido de forma deliberada y sistemática con el objeto de humillarla, de destruir su identidad personal, de reducir a la persona a una situación de desvalimiento o de obtener algún tipo de información. El dolor físico se ha utilizado en la tortura para inducir el derrumbamiento moral de la víctima.
Concepto de “desastre” (disaster): acontecimientos traumáticos que son causa de sufrimiento en la población o que crean necesidades colectivas en los individuos que precisan asistencia o alivio. Con este nombre se designan, tanto eventos naturales (como los huracanes, las inundaciones, los terremotos, las erupciones volcánicas), como accidentes materiales de gran impacto, frutos del azar (como los accidentes de tráfico, los aéreos, los incendios, las explosiones accidentales, etc.).
A diferencia de los sucesos traumáticos comentados en los apartados anteriores, el daño causado a las víctimas por las catástrofes y los accidentes no es intencionado. Por ello, la repercusión psicológica de estos acontecimientos sobre las víctimas suele ser menos intensa, sobre todo a largo plazo.
Lisa Mac Cann y Laurie Pearlmann desarrollaron este concepto, dentro de una teoría constructivista de desarrollo del self, que, de alguna forma, trata de ser el marco en el que se encuadran las distintas reacciones de los profesionales. Plantean cómo el trabajo o la visión de un material doloroso de personas traumatizadas origina, a menudo, en los terapeutas, cambios en los esquemas de creencias, expectativas y asunciones acerca de sí mismo y de los otros.
Las emociones ligadas al trauma que relatan los pacientes pueden ser incorporadas a la memoria de los terapeutas. La traumatización vicaria es conceptualizada desde esta posición, como una reacción normal y no patológica ante el trabajo, extremadamente estresante y en ocasiones traumatizante, con las víctimas; se engloban aquí un amplio conjunto de reacciones que son consideradas en término de proceso y no como un acontecimiento único. La traumatización vicaria alude al impacto del trauma en las personas que se ocupan de ayudar a las víctimas, sobre todo, cuando esta tarea es exclusiva o, al menos, predominante en los terapeutas.