En la primera sesión, el psicólogo toma conocimiento del motivo de la consulta, que puede ser una queja (si se busca eliminar algo que interfiere) o una demanda (si se desea mejorar algún aspecto), por parte del propio paciente o de una tercera persona.
El problema planteado a través de estas quejas o demandas puede no coincidir con el problema real. Si coincide, es crucial detectar las variables que inciden en el problema.
En ambos casos, se deben explorar conductas adicionales, incluso aquellas independientes de las quejas iniciales, que puedan ser también problemáticas.
2. Recogida de Datos
La calidad de la evaluación y la intervención depende de saber qué preguntar, qué información se requiere, cómo se recoge y de qué material se dispone.
Instrumentos de Evaluación
Inicialmente, se deben recopilar datos generales del paciente (abarcando áreas como la personal, afectiva, profesional, social, etc.).
Los instrumentos a utilizar dependerán de la información necesaria: entrevista, autoinformes y registros.
La entrevista se utiliza habitualmente para la primera recopilación de información, constituyendo el primer contacto. Existen varios tipos de entrevista, pero se recomienda el uso de una entrevista biográfica estructurada y escrita. Esto ayuda a evitar que factores como el estado emocional del paciente, cambios puntuales de tema, el olvido de información o la focalización excesiva en un tema al inicio, puedan mermar la calidad de la información obtenida.
Con esta información inicial, se detectan las áreas que requieren una profundización mayor.
Respecto a cómo recopilar la información, es fundamental considerar los condicionantes del paciente, de su entorno y de la situación.
3. Organización de los Datos
Los datos se ordenan mediante una distribución por áreas, donde cada columna representa un área específica. Adicionalmente, se incluyen columnas para «recursos terapéuticos» y «datos adicionales».
En la columna de recursos, se registra información sobre posibles herramientas o estrategias terapéuticas a emplear, derivadas de la información proporcionada.
En la de datos adicionales, se anotan aquellos datos que no encajan en ninguna de las áreas predefinidas.
Para asegurar la completitud de la información, se revisan las columnas en busca de datos faltantes o poco claros, los cuales serán abordados en sesiones posteriores. Estas carencias pueden ser subsanadas por el paciente, mediante información que no puede proporcionar verbalmente pero que es registrable, o bien información que el paciente no puede dar ni se puede observar directamente, lo que requiere el uso de otras técnicas (autoinformes, pruebas subjetivas, etc.).
Al utilizar registros, se debe procurar recopilar la máxima información con el mínimo esfuerzo por parte del paciente.
Respecto al uso de pruebas específicas, estas se dividen en dos grupos generales: tests y registros psicofisiológicos.
Los tests tienen la finalidad de clasificar o predecir, y deben utilizarse con este propósito (por ejemplo, para determinar la adecuación a un tratamiento o clasificar el problema).
Los registros psicofisiológicos suelen tener la misma finalidad que los registros conductuales y la observación, aunque las variables a medir son distintas, ya que no son directamente observables.
Otras pruebas específicas pueden incluir informes médicos, información escolar, etc.
Todo el proceso concluye cuando se ha recopilado toda la información de manera clara y completa.
4. Análisis de la Información
Los datos de la columna «recursos terapéuticos» son siempre relevantes (terapéuticamente relevantes).
Los datos de la columna «datos adicionales» serán relevantes si contribuyen a describir el problema o al análisis funcional (teóricamente relevantes).
Los datos de las áreas sirven para elaborar el análisis funcional y/o topográfico, aunque no todos se utilizan.
Nunca debe desecharse un dato que el paciente o su entorno consideren relevante (vivencialmente relevante); estos deben tenerse en cuenta independientemente de su relevancia teórica o terapéutica.
Análisis Topográfico
Consiste en ordenar y clasificar todos los comportamientos problemáticos del sujeto, previamente evaluados y que se desean modificar.
Debe incluir tanto las quejas como las demandas, así como cualquier problema adicional que se haya detectado.
Además, debe reflejarse la influencia de estos problemas sobre las distintas áreas de la vida del paciente, así como los datos relacionados con los recursos terapéuticos.
Análisis Funcional
Su finalidad es identificar las variables sobre las que se debe intervenir; estas son variables que se relacionan sistemáticamente con las conductas y patrones de conducta identificados como problemáticos en el análisis topográfico.
Para identificar estas variables, se utiliza la información sobre:
Quejas y demandas en cada área (cantidad y naturaleza de los problemas, áreas afectadas).
Recursos terapéuticos (información sobre la evolución del problema).
Antecedentes y consecuencias del problema (situaciones desencadenantes, causas probables, efectos de cada problema identificado).
Resumen de todo lo anterior: se reflejan las conductas problema, junto con sus variables antecedentes y sus consecuencias (refuerzos).
Las relaciones descritas anteriormente permitirán identificar las variables clave (aquellas que son la esencia del problema, facilitadoras e interferentes, y que median en el problema de forma indirecta) y distinguirlas de otras variables presentes en la evaluación que no tienen una relación directa con el problema.
A partir de la identificación de estas variables clave, el terapeuta determina qué conductas deben modificarse para eliminar las quejas y satisfacer las demandas. Estas conductas se convierten en los objetivos concretos de la intervención.
Objetivos Terapéuticos
Para establecer los objetivos terapéuticos, debemos concretar el estado deseado del paciente al finalizar el tratamiento.
El tratamiento buscará alcanzar este estado deseado, el cual se representa de forma similar a la del análisis funcional para su descripción: conductas a mantener, conductas a crear, conductas a aumentar, y sus variables subyacentes.
Se dividen en:
Objetivos intermediarios o concretos: Su consecución es necesaria para alcanzar los objetivos finales y suelen estar constituidos por aquellas variables sobre las que se interviene directamente.
Objetivos finales o metas: Su consecución resuelve el problema planteado, ya sea por la desaparición de las quejas, la satisfacción de las demandas, o la ausencia de nuevas quejas durante la intervención.
Deben estar recogidos dentro de la hipótesis de evaluación o del análisis funcional.
5. Tratamiento
Con el fin de determinar las conductas a tratar para solucionar el problema, el orden de intervención y las variables sobre las que actuar, se debe transformar la información recopilada (concreta) en un modelo teórico que explique el problema.
Una vez transformada en un modelo teórico, será más sencillo buscar en la literatura científica casos similares y la forma más adecuada de tratarlos.
Sobre esta base, el tratamiento debe consistir en la intervención sobre la(s) conducta(s) clave. Si hay varias, se actúa sobre aquella que aparece más arriba en el análisis funcional (es decir, la que provoca más efectos).
Se puede actuar sobre los estímulos que provocan la conducta problema (modificando la situación) o sobre la propia conducta problema (cambiando las contingencias de conducta).
Método de Selección de Técnicas
La hipótesis de evaluación también incluye la hipótesis de tratamiento (objetivos terapéuticos y estrategias de intervención). Esto implica que la evaluación debe derivar en la selección de la técnica más adecuada.
Esta elección se realiza en base a: las variables clave, las variables personales del paciente, las del entorno, las del propio terapeuta y la disponibilidad de medios.
El método de selección de técnicas consta de tres pasos:
Identificación de técnicas: ¿Qué técnicas actúan sobre la(s) variable(s) clave del caso?
Adecuación al caso: De las técnicas identificadas, ¿cuál es la más adecuada para este caso específico? Se enumeran sus características, identificando las comunes y las diferenciales. De esta forma, al elegir entre dos técnicas, se puede prestar atención a sus características particulares en relación con la adecuación al tratamiento.
Relación con objetivos: Por último, se relaciona cada una de esas características con las variables objetivo. Aquella técnica con más características adecuadas será la elegida.
El orden de las conductas a tratar determinará el orden de aplicación de las técnicas del tratamiento.
Aplicación del Tratamiento
Durante la aplicación del tratamiento, y a través de los indicios de la evolución y los datos recopilados en las sesiones, se verifica el cumplimiento de los objetivos intermediarios, estableciendo un feedback continuo para ajustar el tratamiento si es necesario.
6. Seguimiento
El seguimiento se inicia una vez alcanzados los resultados finales. Su propósito es comprobar si los resultados del tratamiento se mantienen, si ha habido mejoras adicionales o si se han producido recaídas.
En esta fase, se enseñan al paciente técnicas para consolidar su estado, cuyo uso también debe ser verificado durante el seguimiento.