Portada » Geografía » Los Fenómenos Migratorios en España: Historia, Tipos y Consecuencias
Los movimientos migratorios son los desplazamientos de población desde un territorio a otro, implicando un cambio de residencia temporal o permanente. En el lugar de salida se definen como emigración, y en el de llegada, como inmigración. Para medir el movimiento migratorio en números absolutos se utiliza el denominado Saldo Migratorio, que es la diferencia entre inmigrantes y emigrantes. Este cálculo puede ser negativo (más emigrantes que inmigrantes) o positivo (más inmigrantes que emigrantes).
Según el destino, las migraciones son interiores cuando el desplazamiento se realiza dentro de un mismo Estado, o exteriores cuando se realizan a otro país o Estado. Los efectos de la crisis en España desde 2008 han provocado un descenso de la población total en España debido a la disminución de nacimientos y al saldo migratorio negativo (por el retorno de población extranjera a su país de origen, latinoamericana sobre todo, y al aumento de la emigración española al exterior).
Inicialmente, el destino de estas migraciones era América Latina y, en menor medida, el Norte de África (Argelia, Marruecos), Filipinas y Australia.
Los primeros flujos hacia América son difíciles de cuantificar y están ligados al colonialismo. En el siglo XIX, la independencia de los países americanos interrumpió el flujo, pero se reanudaron poco después y fueron intensos a finales de siglo. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) dificultó los desplazamientos, pero se recuperaron en la década siguiente. Entre 1882 y 1935, emigraron a América entre 3,5 y 4,7 millones de personas; más de la mitad retornó posteriormente.
El perfil del emigrante era un varón joven que provenía del norte y centro peninsular (Galicia, Asturias) y de las Islas Canarias. Los nuevos cultivos y la mecanización del campo generaron mano de obra agrícola excedentaria que se dirigía tanto a las ciudades españolas como a América. Los destinos principales fueron:
Esta migración se limitaba casi exclusivamente a agricultores que se dirigían a Orán y Argel. Se inició en el siglo XIX (con 10.000 residentes en 1841) y se estima que en 1930 había unos 300.000 españoles en la zona del Magreb. Muchos de ellos escapaban de la pobreza de los campos de Almería, Murcia, Alicante y Baleares.
A partir de los años 60, la emigración americana perdió intensidad para dirigirse hacia Europa. Tras la Segunda Guerra Mundial, los países occidentales estaban en plena reconstrucción (Plan Marshall) y necesitaban abundante mano de obra que no podían cubrir. España estaba inmersa en un proceso de apertura económica y empezaba a modernizar su estructura económica (impulso de la industria), pero la industria no podía absorber la mano de obra rural, por lo que el gobierno favoreció la emigración europea ante las altas tasas de paro.
Los españoles que emigraban a Europa lo hacían con un contrato de trabajo de un año mínimo, gestionado por el Instituto Español de Emigración (1956). Entre 1959 y 1973, emigraron más de un millón de españoles hacia Europa; procedían de todas las provincias excepto Canarias, y los destinos eran:
Era frecuente la emigración de familias. La crisis económica de 1973 hizo aumentar el paro en los países europeos y se frenó la entrada de inmigrantes; se produjo una importante migración de retorno hasta los años 80. Siguió existiendo una emigración irregular, que a menudo supuso unas condiciones de vida muy duras para los emigrantes.
La crisis económica de 2007 afectó seriamente a España, y muchos extranjeros retornaron a sus países de origen por falta de trabajo. Al mismo tiempo, se ha producido una emigración significativa de españoles de entre 25 y 44 años.
Desde el año 2010, el saldo migratorio ha sido negativo. En 2014, 409.343 personas abandonaron nuestro país (78.785 eran españolas) frente a las 307.035 que llegaron, arrojando un saldo de -102.309. A principios de 2020, el número de españoles emigrados fue de 131.445, mientras que la llegada de inmigrantes fue de 245.301, por lo que el saldo positivo fue de 113.856 personas. El número de residentes españoles en el extranjero ha aumentado hasta los 2,6 millones en 2020, destacando 1,5 millones en América y casi 1 millón en Europa.
Las migraciones exteriores tienen impactos tanto positivos como negativos en el país de origen.
Las migraciones interiores comenzaron a ser importantes a partir de 1870 debido a los cambios sociales y económicos de la Revolución Industrial y a la mejora de los transportes. La superpoblación de zonas rurales, la crisis agraria (baja productividad, caída de los precios del trigo, plaga de la filoxera en la vid, etc.) y la mecanización del campo, empezaron a generar una mano de obra excedentaria en el campo y se inició un proceso de éxodo rural hacia las ciudades industriales, al mismo tiempo que otros iban al extranjero.
Al principio, las regiones emisoras fueron Galicia, las dos Castillas, Cantabria, Navarra y el litoral levantino. Las regiones receptoras incluyeron:
El éxodo rural tuvo su periodo de auge entre 1960 y 1970 debido a las transformaciones del medio agrario y la modernización de la economía (unos 10 millones de movimientos entre 1950-1975). Las regiones emisoras en este segundo periodo fueron Andalucía y Extremadura, y las receptoras fueron las grandes ciudades y las capitales de provincia (Mediterráneo y valle del Ebro), así como los Polos de Desarrollo Industrial (Valladolid, Zaragoza, Vigo, Sevilla…), Baleares y Canarias.
Desde mediados de los años 70, y especialmente desde los años 80, los cambios de domicilio aumentaron de manera espectacular, y el patrón migratorio ha cambiado:
Algunos aspectos que han influido en estos movimientos migratorios internos son la reconversión industrial de los años 80 (pérdida de puestos de trabajo en la industria) y la terciarización de la economía que favorece a aquellas zonas basadas en el sector terciario.
Basándonos en datos recientes, podemos afirmar que poco han variado las regiones emisoras y receptoras tradicionales. En un periodo reciente, Madrid (15.038), Baleares (3.579), País Vasco (3.447), Cataluña (2.511) y Canarias (2.318) tuvieron un saldo positivo, mientras que Castilla-La Mancha (-8.223), Castilla y León (-6.542), Andalucía (-5.379), Extremadura (-2.404) y Galicia (-2.003) tuvieron saldo migratorio negativo.
España ha sido tradicionalmente un país de emigrantes: estos se dirigían en el siglo XIX y principios del XX mayoritariamente a América, para a partir de los años 50 dirigirse a países del entorno europeo. Bien entrado el siglo XXI, se ha dado la circunstancia inversa debido a la crisis desatada en 2008, convirtiendo a España en un receptor neto de inmigración en ciertos periodos.
En el caso de las migraciones interiores, pasamos del éxodo rural de gran parte del siglo XX a patrones muy diferentes bien entrados en el siglo XXI, caracterizados en gran medida por un alejamiento de las grandes ciudades (éxodo urbano) en búsqueda de lugares más tranquilos en áreas suburbanas.