Portada » Ciencias sociales » La Profesionalización de la Educación Social: Retos y Oportunidades
La Educación Social como profesión está viviendo un verdadero proceso de profesionalización.
Respecto a la definición de profesión, no podemos dar una definición que nos valga para todas las profesiones, ya que los tipos de profesión son variados dependiendo de cómo las clasifiquemos. Para mí, las profesiones son ocupaciones no manuales, que son realizadas a tiempo completo, y para poder llevarlas a cabo se necesita formación especializada, sistemática y abstracta. Para acceder a ella, hay que superar exámenes, los cuales nos acreditan con títulos y diplomas.
La Educación Social es una profesión social y, como toda profesión, pasa por un proceso de profesionalización. Este concepto hace referencia al proceso que han de pasar estas ocupaciones antes de convertirse en profesiones.
En el campo de la profesionalización, diversos autores proponen diferentes modelos para abordar el tema. Yo me centraré en el modelo construido por Juan Sáez Carreras, no por menospreciar a los demás autores, sino porque es, a mi entender, el más complejo y potente en el estudio de las profesiones.
Es un modelo teórico basado en la identificación de los actores que contribuyen e intervienen, de forma más o menos directa, en la profesionalización de la Educación Social.
El estudio y la involucración de los actores (Universidad, Estado, Mercado, los usuarios y los propios profesionales) suponen tener en cuenta los recursos que cada uno de ellos aporta a dicho proceso. Así, la universidad aporta investigación, docencia y acreditación; el estado aporta políticas sociales y servicios sociales; el mercado, viejos y nuevos yacimientos de empleo; los propios profesionales/educadores sociales aportan cultura y organizaciones a través de las que visualizarse en el sistema social, político, económico y profesional; y, por último, los usuarios, con sus necesidades, demandan la intervención del educador social.
Todos estos actores, implicados a diferente nivel y grado, tienen mucho que ver con la profesionalización de la Educación Social y los procesos que se desarrollan en torno a ella, pero también encierran en sí mismos la posibilidad de desprofesionalización:
A pesar del reconocimiento burocrático y legal, el educador social sigue siendo un profesional muy vulnerable al desempleo y al intrusismo laboral. Si bien son muchas las competencias y sectores de población a los que atender, esta profesión tiene muchas dificultades a la hora de establecer fronteras firmes y objetivas.
A todo esto se le suman las políticas actuales basadas en la mercantilización (se invierte en lo que genera un beneficio económico y a corto plazo) y la situación de crisis que hace que las profesiones de carácter social se desprofesionalicen. Que caigan este tipo de profesiones no es porque disminuyan las necesidades y demandas; la realidad es que se duplican en situaciones difíciles. Se trata de un problema estructural entre el estado y su ciudadanía, a la que le está privando de satisfacer unas necesidades y unos derechos que les pertenecen.
La educación es considerada un servicio objeto de consumo. Por otro lado, el Estado actúa como mercado en el proceso de profesionalización de los educadores sociales, ya que de él surgen las políticas sociales que propician el trabajo de los educadores, ya sea por vía directa o mediada por asociaciones, empresas sociales, cooperativas, etc., que actúan como propiciadoras y controladoras de las actividades de los profesionales de la educación social.
El mercado es una variable profesionalizadora porque el recurso que aporta es la posibilidad de trabajo y empleo de los educadores sociales en los escenarios laborales más diversos. Pero también es una variable de desprofesionalización en tanto se carezca de él, no sea proclive al desarrollo profesional del educador social y limite su capacidad de actuación en los contextos donde actúa.
El problema del empleo se ha ido agudizando en los últimos años para convertirse en una cuestión estructural, puesto que está afectando a personas y grupos cada vez más numerosos. Este problema no ha sido un caso aislado y actual, sino que las tasas de paro altas lo han sido incluso en tiempos en los que la economía estaba en alza.
Por otra parte, el gobierno no es capaz de satisfacer el pleno empleo de sus ciudadanos, ni siquiera podrá llegar a ese empleo básico al que remite la Declaración de los Derechos Humanos. Esto se debe a los profundos desórdenes colectivos, personales, físicos y psicológicos.
Las personas desempleadas (jóvenes, mayores, inmigrantes…), sobre todo los jóvenes, están en esta situación, en mi opinión, por culpa del propio sistema social. Cuando hubo una gran expansión en la construcción, estos jóvenes dejaron los estudios y ahora se ven como personas sin ningún tipo de formación que ni ellos mismos saben bien qué son.
La “lógica de mercado” lo está impregnando todo, hasta la educación. Hay gente que todavía piensa que el país está en progreso, pero en mi opinión no se puede llamar proceso sino crecimiento, ya que no se ha progresado en el cubrimiento de las necesidades básicas. Desde la lógica de mercado, se asocia a mercado como progreso.
El trabajo constituye un valor de primer orden, la profesión una seña de identidad y el empleo un factor aglutinante de las actitudes, creencias y opciones vitales, por lo que se da simultáneamente una alta preocupación ante el hecho del desempleo y una alta valoración del trabajo.
Como conclusión, recurro a José Luis Sampedro, quien nos dice que “los recortes se aceptan por una de las fuerzas mayores de la humanidad: el miedo”. Yo creo en una Educación Social que sea capaz de abrir los ojos de la sociedad adormecida en la que vivimos. Creo en una Educación Social que sea capaz de transmitir espíritu de comunidad, de lucha y de conciencia social, porque, a pesar de los diferentes ámbitos o salidas profesionales a los que nos podamos dedicar, bajo mi punto de vista, ser educador es ser agente de cambio social. La actual tesitura económica y la crisis de valores exigen que los agentes de cambio nos pongamos manos a la obra y contribuyamos a poner la primera piedra de una sociedad más justa, más equitativa y, sobre todo, tan necesaria.