Portada » Educación Artística » La Influencia del Sonido en la Percepción Temporal de la Imagen Cinematográfica
Uno de los efectos de valor añadido más importantes es la percepción del tiempo de la imagen, susceptible de verse considerablemente influida por el sonido. Este fenómeno presenta tres aspectos fundamentales:
La percepción del tiempo de la imagen se hace, por medio del sonido, más o menos detallada, inmediata, concreta o, por el contrario, vaga, flotante y amplia.
Se refiere a una correspondencia entre planos sucesivos que se establece por un sonido sincrónico con la imagen (algo que no existía en el cine mudo por la falta de un elemento sonoro que los uniera).
Es la dramatización de los planos, orientada hacia un futuro, un objetivo y la creación de un sentimiento de inminencia y expectación. El plano se dirige hacia algún lugar y está orientado en el tiempo. Estos efectos dependen de la naturaleza de las imágenes y de los sonidos relacionados.
La imagen no posee por sí misma animación temporal ni vectorización alguna. En aquellos casos donde la imagen no ofrece una resolución propia, el sonido es susceptible de conducir esa imagen a una temporalidad que él mismo introduce de principio a fin (por ejemplo, el cielo del principio de La Ley de la Calle).
Cuando la imagen implica una animación temporal propia (desplazamiento de personajes u objetos, etc.), el sonido se sincroniza con el tiempo ya existente de la imagen. La temporalización depende del tipo de sonidos y, por sus características, puede otorgarle a la imagen más o menos ritmo o animación.
Un sonido sostenido y liso es menos “animador” que uno discontinuo.
La cadencia regular de un sonido y, por tanto, previsible, tiende a crear una animación temporal menor que un sonido de progresión irregular y, por ello, que mantiene en constante alerta al oído y la atención. Un sonido cíclico puede generar tensión por su regularidad mecánica y crear expectativa ante una posible fluctuación.
La animación de la imagen por el sonido no es una cuestión mecánica de tempo (una imagen no acelera por un sonido rápido). La temporalización depende más de la regularidad o irregularidad del flujo sonoro que del tempo en el sentido musical.
Dependiendo de la frecuencia del sonido, se crearán diferentes percepciones en el espectador. Para que el sonido influya temporalmente en la imagen, se necesita un mínimo de condiciones. En primer lugar, que la imagen se preste a ello, ya sea por su fijeza y su receptividad pasiva, o por su propia actividad (microrritmos «temporizables» por el sonido); es decir, en este último caso, que implique un mínimo de elementos de estructura, de concordancia, de encuentro y de simpatía (como se dice de las vibraciones), o de antipatía activa hacia el flujo sonoro. Los microrritmos son movimientos rápidos en la superficie de la imagen, causados por elementos como volutas de humo, lluvia, copos, ondulaciones de la superficie rizada de un lago, arena, etc., y en última instancia, por el hormigueo del grano fotográfico mismo cuando es aparente. Estos fenómenos crean valores rítmicos rápidos y fluidos, instaurando en la imagen misma una temporalidad vibrante y estremecida.
El sonido, pues, ha temporalizado la imagen no solo por el efecto del valor añadido, sino también, sencillamente, imponiendo una normalización y una estabilización de la velocidad de flujo de la película. La duración de los planos es distinta a la del cine mudo debido a la adición de un espectro audible, lo cual agrega la posibilidad de generar diferentes ritmos a la película por medio del sonido (se puede acelerar o ralentizar). Por ende, el cine sonoro puede considerarse cronográfico.
El sonido puede imponer un “tiempo real” y lineal sucesivo a imágenes que no parecen, por sí mismas, tener una relación temporal en función de las acciones que muestran. La adición del sonido, entonces, genera un efecto de sucesión de imágenes distintas. La audición de diálogos en un campo diegético propone una sincronización con la imagen al instaurarlo en un tiempo real y linealizado.
Es la diferencia entre el orden de lo sonoro y de lo visual: a escala temporal comparable, los fenómenos sonoros están mucho más característicamente vectorizados en el tiempo que los fenómenos visuales. Una imagen que muestre acciones debidas a fuerzas no reversibles (caída de un objeto por efecto de la gravedad, explosión que dispersa fragmentos, etc.) es considerada vectorizada.
El trémolo de instrumentos de cuerda ha sido clásicamente empleado en la ópera y la música sinfónica para crear un sentimiento de tensión dramática, de suspensión y de alerta.
Así sucede, por otra parte, con todos los efectos de valor añadido, que nada tienen de mecánico: fundados en una base psicofisiológica, no operan sino en ciertas condiciones culturales.
El valor añadido es recíproco: si el sonido hace ver la imagen de modo diferente a lo que esta imagen muestra sin él, la imagen, por su parte, hace oír el sonido de modo distinto a como este resonará en la oscuridad. Sin embargo, a través de esa doble ida y vuelta, la pantalla sigue siendo el principal soporte de esta percepción. El sonido transformado por la imagen sobre la que influye reproyecta finalmente sobre esta el producto de sus influencias mutuas.
Cuando el sonido y la imagen forman dos cadenas paralelas y libremente enlazadas, sin dependencia unilateral. El contrapunto en la música clásica se concibe como el modo de escritura que considera las diferentes voces simultáneas como necesariamente seguidas cada una en su desarrollo horizontal, coordinado con el de las demás voces pero individualizado. La armonía es el punto de vista vertical, el de las relaciones de cada nota con las oídas en el mismo momento, que forman acordes y regulan la conducta de las voces en relación con el logro de esos acordes. El contrapunto audiovisual implicaría la construcción en el cine de la “voz sonora” horizontalmente percibida como coordinada con la cadena visual, pero individualizada y diseñada por sí misma. En el cine, la dinámica de sus elementos tiende a excluir la posibilidad de un funcionamiento horizontal y contrapuntístico, dado que las relaciones armónicas y verticales (las relaciones entre un sonido que sucede al mismo tiempo que la imagen) son impositivas. El contrapunto en el cine es un parche que resulta de una especulación intelectual más que una realidad.