Portada » Latín » La Historiografía en Roma Antigua: Fuentes, Analistas y Grandes Figuras
La primera expresión histórica de la Historia de Roma la hicieron los analistas en forma de anales. Trabajaban sobre elementos que el pasado ponía a su disposición. Los documentos primarios eran de carácter público (tablillas donde el Pontífice Máximo anotaba los sacrificios, los días y acontecimientos importantes o los cónsules de cada año) o privado (los «tituli» de los documentos sepulcrales, los «elogia», etc.).
Está escrita en griego. Nació durante la 2ª Guerra Púnica. Aparece como una empresa nacionalista contra los cronistas cartagineses y tenía como finalidad informar a senadores, magistrados, juristas, etc. Registraron solo hechos y discusiones públicas en un estilo rudo y primitivo.
Cultivó diversos géneros, pero destacó especialmente en la Historiografía con sus Orígenes. La originalidad como historiador de Catón hay que situarla en los siguientes aspectos:
A consecuencia de la revolución de los Gracos se produce un cambio decisivo en el tono y la finalidad de las obras de Historia. Se demandaban obras más fáciles de leer y el conocimiento del griego de las clases populares hizo posible la lectura de las historias llenas de color de la cultura alejandrina. La Historia queda ampliada y abrillantada con muchas leyendas.
La analística de esta época continúa en la misma línea que la anterior, pero aún se exageran más los elementos sensacionalistas que podían impresionar y complacer al lector. Aparecen historias de particulares y biografías de propaganda.
Estas obras no pueden incluirse en el ámbito de la Historia como género literario artístico. En muchas ocasiones falseaban la verdad y el encuadramiento cronológico. Sin embargo, no todo es rechazable en estos primeros balbuceos históricos, ya que muchos de los analistas se preocupaban de la objetividad y consultaban escrupulosamente los archivos.
La Historia como género literario en Roma no surge hasta la muerte de Cicerón. Aunque no llegó a escribir Historia, sus reflexiones en obras como el Orator o Brutus marcaron las pautas de lo que sería en adelante el ideal de historiografía latina. En cuanto al fondo, considera que la historia debe ser verídica e imparcial. Exige la narración de los hechos, el análisis de las causas y sus consecuencias, y es importantísimo una descripción y conocimiento del tiempo y el espacio. En relación con el estilo, considera que la historia debe ser obra del orador-escritor para darle ese ornamento literario con el que la embellecieron los griegos.
Ha pasado a la Historia como genio político por su rápido acceso al poder, y como genio literario por su obra histórica. Escribió dos grandes obras históricas: De bello Gallico en siete libros y De bello civili en tres. El título global de ambas era Commentarii rerum gestarum. La problemática existente de los Commentarii es muy compleja y afecta principalmente a la posible inconclusión de la obra, a la forma y fecha de su redacción y composición, a su autenticidad, a las fuentes empleadas para su elaboración y a su valor histórico. Pero nadie discute a los Commentarii la cualidad de obra literaria. El estilo de César permanece como modelo de clasicismo por la pureza de su lengua y la precisión de su vocabulario, por la claridad, el tono objetivo y la elección de lo esencial. La ausencia de artificio hace que el lector no llegue a percibir cómo el autor le va en cierta manera imponiendo su visión de los hechos.
Se sitúa en la tradición del género biográfico y él mismo no se considera un historiador. Solo se dedicó a la literatura. Su mejor obra como biógrafo fue De viris illustribus, escrita en 16 libros. Aunque no se le considere un historiador, hay rasgos que coinciden y otros que no con la concepción ciceroniana: coincide en el deseo de ofrecer «exempla» a la posteridad, pero no coincide en que en él no hay ninguna exigencia de forma más que la que pide la claridad y no hay deseo de imparcialidad.