Portada » Historia » Impacto Económico y Geopolítico de las Guerras Mundiales: Del Tratado de Versalles a la Guerra Fría
El profundo malestar generado por la Primera Guerra Mundial, y especialmente la precaria situación financiera de los vencedores, quedó plasmado en las negociaciones del Tratado de Versalles en 1919. Además de las exigencias económicas impuestas a Alemania, considerada la principal culpable del conflicto, se procedió a la reconfiguración del mapa de Europa.
Con las reparaciones exigidas por Francia y Bélgica, se intentó que Alemania compensara a las víctimas, las destrucciones de edificios, los gastos militares e incluso los beneficios que las empresas habían dejado de obtener a causa del conflicto. Para ello, se establecieron una serie de compensaciones económicas, acordadas mediante dos vías principales:
Estas exigencias plantearon diversas problemáticas para Alemania:
Dado que esta operación se proyectó a largo plazo (durante los siguientes 60 años), Alemania quedó sometida a una especie de condena económica que duraría más de medio siglo. Esta situación desencadenaría la hiperinflación alemana y los problemas monetarios posteriores.
La hiperinflación alemana fue la más intensa y de mayores consecuencias para la economía mundial en el siglo XX. Tras la Primera Guerra Mundial, el marco perdió gran parte de su valor, lo que llevó a una inflación descontrolada. La gente gastaba su sueldo de inmediato ante el temor de que el dinero valiera menos cada día, lo que agravaba aún más el problema (efecto monetario y efecto demanda). En 1923, el marco llegó a valer una billonésima parte del marco oro, y Alemania regresó a una economía de trueque.
La ocupación del Ruhr por Francia y Bélgica en 1923 agravó la situación. En noviembre de ese año, se decidió estabilizar la moneda con una política monetaria restrictiva: se fijó el tipo de cambio en 4.200 millones de marcos por dólar, se cesó la emisión de deuda y se subieron los tipos de interés, limitando el gasto estatal a lo recaudado por impuestos.
Estas medidas redujeron la inflación y estabilizaron el marco. Aun así, dado que la inflación no se frenaba del todo, se creó el Rentenmark, una nueva moneda respaldada por hipotecas sobre el 20% del valor inmobiliario del país. Esta moneda recuperó la confianza interna, aunque no se aceptaba en el exterior. En 1924, intervino Estados Unidos con el Plan Dawes, que concedía un préstamo a Alemania y renegociaba las reparaciones. Se introdujo una nueva base monetaria que circulaba junto al Rentenmark, estabilizando la economía bajo una política ortodoxa con tipos de interés altos.
La década de 1920 se caracterizó por una Europa debilitada por la guerra y la reconstrucción, frente al auge económico de Estados Unidos, que se consolidó como potencia financiera global. El crecimiento económico fue más fuerte en países neutrales (España, Suiza, Escandinavia) y en los países no europeos beligerantes (Estados Unidos y Japón). Nueva York reemplazó a Londres como centro financiero mundial.
Tras la guerra, hubo una crisis de sobreproducción en sectores ligados al conflicto. Para 1925, la mayoría de países había recuperado los niveles de producción de 1913. Aunque el crecimiento fue menor que entre 1870-1914, la productividad aumentó gracias a nuevas tecnologías y a la jornada laboral de ocho horas. Sin embargo, los salarios crecieron menos que la productividad, ya que parte de esta mejora se destinó a reducir el tiempo de trabajo. Estados Unidos lideró en productividad y tecnología. Se extendieron nuevas formas de organización empresarial y surgieron multinacionales. Sectores clave fueron la electricidad y la automoción.
Pese al crecimiento, existían debilidades estructurales. Por ejemplo, el deterioro de los precios de las materias primas afectó a los agricultores estadounidenses que, endeudados, no podían devolver sus préstamos tras la caída del precio del cereal. El pan, al ser un bien inferior, se consumía menos aunque fuera más barato (efecto renta).
En la industria, la desigual distribución de la renta (salarios que crecían menos que la productividad) generó sobreproducción. El consumo se mantuvo gracias al endeudamiento, facilitado por la abundancia de capital en Estados Unidos. En cuanto al comercio internacional, se intentó recuperar el ritmo previo a la guerra reimplantando el patrón oro, pero fue difícil debido a nuevas fronteras, endeudamiento y distorsiones monetarias. Hasta 1924 no se recuperaron los niveles de 1913 y, por primera vez en décadas, el comercio creció menos que el PIB, destacando la importancia de los mercados internos.
Europa perdió peso en el comercio mundial. Se generalizaron políticas proteccionistas e industrialización por sustitución de importaciones (ISI) para proteger los mercados nacionales ante la inestabilidad monetaria. Países como Francia impusieron aranceles y fomentaron su industria para competir con vecinos que devaluaban su moneda. Durante la guerra, Estados Unidos y Japón ocuparon los mercados abandonados por Europa. Estados Unidos creció en América del Sur; Japón en Asia oriental, desplazando a Gran Bretaña. La URSS mantuvo medidas de protección en lugar de aranceles.
En cuanto a los movimientos de capital, tras 1919, Estados Unidos sustituyó a Francia y Reino Unido como principal inversor internacional. Europa, endeudada, tuvo que liquidar inversiones para pagar sus deudas. Sin embargo, los bancos estadounidenses, con poca experiencia, daban créditos a corto plazo buscando rentabilidad inmediata.
En 1924, tras el Plan Dawes, Alemania atrajo gran parte del capital por sus altos tipos de interés, volviéndose dependiente de Estados Unidos. Pero estos préstamos eran a corto plazo (3-6 meses), lo que aumentó su vulnerabilidad financiera.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó profundamente marcado tanto en lo humano como en lo económico. Fue un conflicto más destructivo y costoso que cualquier otro anterior, debido a su duración, la amplitud de los escenarios en los que se luchó y el poder destructivo derivado de los avances tecnológicos. Las pérdidas humanas se estiman en unos 40 millones de fallecidos y 15 millones de heridos o inválidos, siendo la URSS una de las más afectadas, junto a Polonia, Alemania y Yugoslavia. Además, el conflicto provocó desplazamientos masivos de población, especialmente de alemanes, judíos y japoneses que vivían fuera de sus países.
En cuanto a las consecuencias económicas, el coste total de la guerra se calculó en más de tres veces el de la Primera Guerra Mundial. Europa central y oriental sufrieron la mayor parte de las pérdidas materiales, con industrias destruidas, infraestructuras arrasadas y una gran escasez de materias primas clave como el carbón, la energía y los fertilizantes. Esto se tradujo en una fuerte caída de la producción agrícola y un deterioro del nivel de vida.
La guerra también alteró las relaciones comerciales. La interrupción del comercio entre los países beligerantes dio ventaja a los países neutrales, como Suecia. Muchos países ocupados vieron sus economías hundirse por la escasez de recursos y mano de obra, mientras que las potencias vencedoras comenzaron a organizar la economía mundial según sus intereses. Esta reorganización incluyó la creación de bloques ideológicos y económicos.
En este contexto surgieron tres grandes bloques:
El conflicto también dio paso al enfrentamiento ideológico entre el capitalismo y el comunismo, marcando el inicio de la Guerra Fría. La URSS expandió su influencia en Europa del Este, creando un bloque comunista en Eurasia, mientras que Estados Unidos y sus aliados consolidaron el bloque occidental. La división de Europa fue clara: los países del Este quedaron bajo control soviético, mientras que los del Oeste fueron apoyados por Estados Unidos. El caso más simbólico fue el de Berlín, dividido en dos zonas, lo que generó tensiones como el bloqueo de Berlín en 1948.
En este marco también comenzaron los procesos de descolonización, especialmente en Asia y África. Las causas de este proceso fueron diversas:
Este proceso fue acompañado por un cambio en las políticas económicas del Tercer Mundo, que apostó por la sustitución de importaciones y el proteccionismo. Muchos países latinoamericanos, como Argentina y Brasil, que se beneficiaron del conflicto al mantenerse neutrales, implementaron estas políticas para impulsar su desarrollo económico. La descolonización fue clave para que estas nuevas naciones pudieran definir sus propias estrategias económicas.