Portada » Música » Historia de la Música en el Renacimiento: Del Fauxbourdon al Madrigal
En sentido escrito, era una composición a dos voces que avanzaban en sextas paralelas con octavas intercaladas; casi siempre había una octava al final de la frase. A estas partes escritas se les agregaba una tercera voz improvisada, que se movía a una cuarta por debajo de la voz aguda. En el fauxbourdon, la melodía principal se hallaba en la voz aguda, y la voz superior y el tenor estaban emparejadas como un dúo. La consecuencia más importante fue la de originar, hacia mediados de la centuria, un nuevo estilo de escritura a tres voces caracterizado por una predisposición hacia texturas homofónicas, armonías consonantes y la aceptación de la sonoridad de acorde de sexta-tercera.
Fue el principal compositor de la época y estuvo en Francia difundiendo su música.
Los duques de Borgoña eran virtualmente sus pares en materia de poder. Durante la segunda mitad del siglo XIV y primeros años del XV, adquirieron la posesión de importantes territorios. A finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV se establecieron, a través de toda Europa, capillas con ricos recursos musicales: papas, emprendedores y reyes competían por disponer de los servicios de eminentes compositores y cantantes. Los músicos de las capillas de los duques borgoñones creaban la música para los oficios religiosos. La corte y capilla de Felipe el Bueno fue la más brillante de Europa. El estilo musical era internacional: el tipo de música cultivado por la corte borgoñesa influyó en otros centros musicales europeos.
Johannes Ockeghem no fue compositor solo prolífico: sus obras conocidas comprenden alrededor de trece misas, diez motetes y veinte chansons. En la música de Ockeghem se acentúa el Gótico de tradición francesa, por lo que su concepción musical es más melódico-horizontal que acórdico-vertical. Presentan cuatro voces de carácter similar que obran entre sí en una textura contrapuntística de líneas melódicas independientes. Aunque Ockeghem hizo un uso escaso del canon, mostró una enorme maestría en el empleo de esta técnica compositiva (su Missa Prolationum supone una apoteosis del contrapunto). Sus líneas melódicas son tejidas en frases de gran aliento, con pocas cadencias o silencios, y con un flujo rítmico flexible. El bassus se extiende descendentemente, lo que da resultado a una textura más plena y densa, y un sonido más oscuro.
Las figuras más eminentes de esta generación fueron Jacob Obrecht, Josquin des Prez y Heinrich Isaac. Nacido en Francia, Josquin des Prez fue cantor de la catedral de Milán y miembro de la capilla ducal de los Sforza. Se decía que Josquin era para la música lo que Miguel Ángel para la arquitectura, la pintura y la escultura. Josquin representa la transición al Renacimiento pleno. Sus composiciones incluyen 18 misas (L’homme armé, Hércules dux Ferrariae, Malheur me bat), 100 motetes (De profundis clamavi ad te) y 70 chansons y otras obras vocales profanas.
Los motetes eran más libres: se hacía uso de un amplio espectro de textos que sugerían nuevas posibilidades de relacionar palabra y música. Este enorme interés hizo que elementos como el cromatismo, la libertad modal, los ornamentos y los contrastes de ritmo y textura se introdujeran en la música de un modo desconocido hasta entonces. A esta clase de música se la denominó «música reservata».
Adrian Willaert fue un pionero al establecer una relación mayor entre texto y música y al participar en experimentos de cromatismo y ritmo que se hallaban en el mismo borde de los nuevos desarrollos. En las composiciones sacras de Willaert, que constituyen el grueso de su obra, el texto determina todas las dimensiones de la forma musical. Pero, ¿cómo lo consigue? Planificaba cuidadosamente sus composiciones adecuándolas a la acentuación retórica y puntuación del texto; no permitía que un silencio interrumpiese una palabra o pensamiento dentro de la línea vocal; no establecía una cadencia en una voz antes de que completase una unidad del texto y evita las cadencias perfectas, salvo en finales significativos.
El cambio de la hegemonía extranjera a la nativa en este país queda perfectamente ilustrado por el magisterio que Adrian Willaert desempeñó en Venecia (como director musical de la Basílica de San Marcos, el cargo musical más prestigioso en Italia) al frente de numerosos discípulos italianos, entre los que se hallaba Andrea Gabrieli. Así, en el lapso de menos de un siglo, Italia reemplazó a Francia y los Países Bajos como centro de la vida musical europea.
El precursor del madrigal fue la frottola, que floreció en las cortes italianas entre los siglos XV y XVI, de la mano de Marco Cara y Bartolomeo Tromboncino, sus principales exponentes.
Canción estrófica italiana, de textos satíricos y desenfadados; silábicamente musicalizada a cuatro voces; con esquemas rítmicos marcados; armonías diatónicas sencillas; y un estilo definidamente homofónico, con la melodía en la voz superior. Es probable que su método habitual de ejecución fuese el de cantar la voz superior y tocar las partes restantes a modo de acompañamiento.
El madrigal difería de la frottola en algunos aspectos importantes:
La mayor parte de las obras del primer período estaba escrita a cuatro voces. A partir de mediados de siglo, el uso de cinco voces se convirtió en regla, aunque no era infrecuente la composición a seis. También era posible la duplicación o sustitución instrumental de las mismas.
Los principales compositores de madrigales italianos fueron, para el madrigal primitivo (1530-1550), Bernardo Pisano, Constanzo Festa, Adrian Willaert y Cipriano de Rore (madrigalista innovador que marcó las pautas que seguiría en la segunda mitad del siglo); para el madrigal clásico (1550-1580), Orlando di Lasso, Philippe de Monte y Giaches de Wert; para el madrigal tardío (1580-1620), Carlo Gesualdo y Claudio Monteverdi.
El estilo iniciado por Rore y Wert a la hora de componer sus madrigales, lleno de saltos atrevidos, declamaciones parecidas a recitativos y contrastes extravagantes, ejerció una marcada influencia sobre Gesualdo y Monteverdi (Cruda Amarilli), quienes profundizaron en el uso del cromatismo, las disonancias y los ornamentos, como una reacción profundamente conmovedora ante el texto. Gracias a Monteverdi se pasó de escribir para conjuntos vocales polifónicos a hacerlo para solos y dúos con acompañamientos instrumentales.
El género principal de la polifonía española hacia finales del siglo XV era el villancico, que puede considerarse como el equivalente español de la frottola italiana. El villancico era una breve canción estrófica con estribillo, cuya melodía principal se hallaba en la voz superior. Estos villancicos se recogían en cancioneros. Hoy comamos y bebamos es el título de uno de los villancicos más conocidos de Juan del Encina (1469-1529), el principal poeta y compositor de principios del siglo XVI.