Portada » Geografía » Geografía de España: Hidrografía, Ecosistemas y Dinámica Poblacional
El relieve y la topografía influyen en la organización de cuencas y vertientes hidrográficas, afectando la erosión fluvial, el régimen de los ríos y la viabilidad de obras hidráulicas como embalses. La permeabilidad del roquedo condiciona la escorrentía superficial o subterránea. El clima afecta el caudal de los ríos mediante precipitaciones y temperatura, mientras que la vegetación modera la evaporación, la erosión y las inundaciones. La acción humana modifica estos regímenes con infraestructuras para abastecimiento, energía y control del agua, aunque genera contaminación y sobreexplotación, por lo que es esencial una buena gestión.
El aprovechamiento del agua incluye infraestructuras para captar, almacenar, transportar y tratar el recurso. Los embalses regulan caudales y sirven para electricidad, riego y usos urbanos, pero presentan problemas ambientales, sociales y económicos. Los canales de distribución transportan agua, pero sufren pérdidas por fugas. Los trasvases mueven agua entre cuencas, a veces generando conflictos, destacando el del Tajo-Segura.
Las aguas subterráneas se extraen con pozos y galerías, usadas especialmente en zonas áridas, aunque su explotación debe coordinarse con la de aguas superficiales para evitar agotamientos. Para zonas con escasez se utilizan plantas desalinizadoras (costosas y energéticas), plantas depuradoras y ERAR para tratar aguas residuales y reutilizarlas, y plantas potabilizadoras que preparan el agua para consumo humano.
La gestión de los recursos hídricos está regulada por la Ley de Aguas y coordinada por el Plan Hidrológico Nacional, que integra planes de cuencas, cumple con la Directiva Marco del Agua europea y busca asegurar el suministro, el uso racional, la calidad, la protección ambiental y la mitigación de sequías e inundaciones. Las Confederaciones Hidrográficas planifican y gestionan estos recursos a nivel de cuenca.
Los ríos de la vertiente cantábrica son cortos, caudalosos, con régimen regular y gran fuerza erosiva, por su nacimiento próximo a la costa y desniveles pronunciados (ej.: Nervión, Nalón).
Los ríos de la vertiente atlántica son largos, con menor erosión por discurrir en llanuras, caudal abundante por sus afluentes, y régimen irregular con estiaje en verano y crecidas en otoño y primavera (ej.: Miño, Duero, Tajo, Guadalquivir).
El relieve y la topografía condicionan la organización de las cuencas y vertientes hidrográficas, separadas por unidades del relieve, y afectan la erosión de los ríos, que aumenta con la pendiente. La altura determina la presencia de precipitación nival y, por tanto, el régimen fluvial. Además, favorece obras hidráulicas como embalses en zonas abruptas. La permeabilidad del roquedo influye en la escorrentía superficial o subterránea del agua. El clima incide en el caudal y la evaporación, y la vegetación reduce la erosión y el riesgo de inundaciones al retardar el paso del agua al cauce fluvial. La acción humana modifica los regímenes naturales mediante embalses y otras infraestructuras para abastecimiento, electricidad y control del agua.
Los ríos de la vertiente mediterránea, excepto el Ebro, son cortos, con caudales escasos y régimen irregular, con estiaje en verano y crecidas en otoño, lo que ha hecho necesario construir embalses para regular el agua. Son comunes los torrentes, cauces intermitentes que permanecen secos gran parte del año (ej.: Ebro, Segura, Júcar).
Los lagos en España son diversos:
Los humedales, interiores o costeros, son ecosistemas de gran valor biológico que alojan numerosas especies y actúan como refugio para aves migratorias, destacando las Tablas de Daimiel.
La contaminación y sobreexplotación son los principales impactos negativos humanos en los recursos hídricos, por lo que es vital una gestión adecuada. El aprovechamiento incluye infraestructuras para captar, almacenar, transportar y tratar el agua:
Las aguas subterráneas se extraen con pozos y galerías, sobre todo en el sur, levante, Baleares y Canarias, siendo imprescindible coordinar su uso con el de aguas superficiales.
Para zonas con escasez se utilizan plantas:
La gestión del agua en España está regulada por la Ley de Aguas y coordinada por el Plan Hidrológico Nacional, que integra planes de cuenca y busca cumplir la Directiva Marco del Agua europea, asegurando el suministro, el uso racional, la calidad y la protección ambiental. Las Confederaciones Hidrográficas planifican y gestionan los recursos y obras hidráulicas en sus territorios.
El clima influye en la vegetación, ya que cada planta requiere unas condiciones específicas de temperatura y precipitación. La diversidad del relieve propicia especies diferentes según la altura y la orientación de las vertientes a barlovento/sotavento del viento dominante, o en la solana/umbría. La variedad de suelos también influye, ya que cada especie prefiere un tipo concreto. Por último, en la diversidad vegetal de España colaboran también la posición de puente de la Península entre dos regiones y la originalidad de la vegetación canaria, motivada por la insularidad.
La acción humana ha supuesto cambios en la vegetación autóctona: reducción de la extensión del bosque; introducción de especies secundarias, como el castaño, y repoblaciones con árboles de crecimiento rápido y aprovechamiento económico, como el pino (madera y resina) y el eucalipto (celulosa y pasta de papel).
Sus formaciones vegetales características son:
Su aprovechamiento económico se basa en:
El clima influye en la vegetación, ya que cada planta requiere unas condiciones específicas de temperatura y precipitación. La diversidad del relieve propicia especies diferentes según la altura y la orientación de las vertientes a barlovento/sotavento del viento dominante, o en la solana/umbría. La variedad de suelos también influye, ya que cada especie prefiere un tipo concreto. Por último, en la diversidad vegetal de España colaboran también la posición de puente de la Península entre dos regiones y la originalidad de la vegetación canaria, motivada por la insularidad.
En la región eurosiberiana, hay bosques de hayas y robles, donde su madera dura y de buena calidad se usa para la construcción, muebles, utensilios y barcos. Además, los matorrales de la landa y los prados son fundamentales para la alimentación del ganado, especialmente en áreas como Galicia y el norte de la Meseta.
En la región mediterránea, la vegetación xerófila adaptada a la sequía estival, como la encina y el alcornoque, ha dado lugar a prácticas como la dehesa, donde el ganado se cría bajo la sombra de estos árboles. Esta forma de agricultura y ganadería aprovecha la resistencia de estas especies a la sequía y su capacidad de regeneración. Se usa además su madera para carpintería, utensilios, carbón, toneles y barcos. El fruto de la encina se utiliza para alimento del ganado y la corteza del alcornoque para el corcho. Además, el matorral mediterráneo, como la jara y la retama, se utiliza para diversos fines, como la fabricación de utensilios o incluso productos de perfumería.
En las zonas de ribera, especialmente en la vertiente atlántica, la vegetación de los bosques de ribera, como el chopo y el fresno, favorece la actividad agrícola al proporcionar humedad para los cultivos cercanos. Los bosques de ribera también juegan un papel ecológico crucial, al mitigar la erosión y mejorar la calidad del agua, lo que beneficia tanto a la agricultura como a los ecosistemas locales.
En la región macaronésica (Islas Canarias), la vegetación endémica, como la laurisilva y los dragos, ha favorecido el desarrollo de un turismo significativo, atrayendo visitantes interesados en la rica biodiversidad de las islas. A su vez, las especies autóctonas, como el pino canario, también han sido aprovechadas en actividades económicas como la producción de resina o madera.
Los paisajes naturales de España, aunque diversos, están mayoritariamente influenciados por la actividad humana. Las interacciones entre el medio natural y las personas son complejas: el medio proporciona recursos y presenta riesgos, mientras que las actividades humanas lo modifican o dañan, a menudo requiriendo medidas para su preservación y recuperación.
Actualmente, los principales riesgos conciernen a la sobreexplotación y contaminación del agua, problemas respecto a la atmósfera, la vegetación, el suelo, los residuos, la contaminación acústica y los problemas de la biodiversidad.
Uno de los principales riesgos medioambientales en España es la gestión del agua, cuya sobreexplotación ha reducido el caudal de los ríos, ha provocado la desaparición de humedales y la salinización de acuíferos. La contaminación por vertidos también ha deteriorado su calidad, por lo que se aplican políticas de uso racional y control de vertidos. La atmósfera sufre por las emisiones del transporte, industria y agricultura, que provocan contaminación, pérdida de la capa de ozono y cambio climático. Esto ha causado un aumento de temperaturas, fenómenos extremos, subida del nivel del mar, menores precipitaciones y pérdida de biodiversidad. España ha respondido con medidas como los Protocolos de Montreal y Kioto, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático y su participación en las Cumbres del Clima. La vegetación se ve dañada por el cambio climático, la contaminación, la sustitución de especies y los incendios, lo que provoca erosión, pérdida de biodiversidad y aumento del CO₂; se han impulsado medidas como el Plan Forestal Español. El suelo se degrada por la urbanización y la desertificación, generando pérdida de fertilidad y riesgo de inundaciones, frente a lo cual se aplican programas como RESEL, LUCDEME y planes de ordenación territorial. Otros problemas incluyen los residuos, que contaminan suelo, agua y aire; la pérdida de biodiversidad, combatida mediante el Convenio sobre Diversidad Biológica; y el ruido urbano, regulado por la Ley del Ruido de 2003.
Los problemas medioambientales en España generan importantes consecuencias sociales y económicas. La contaminación afecta la salud de las personas, provocando enfermedades respiratorias, cardiovasculares y estrés por el ruido. El cambio climático agrava la desigualdad social, ya que regiones más secas y pobres enfrentan sequías y pérdida de cultivos, mientras que los desastres naturales como inundaciones generan desplazamientos internos y pérdida de viviendas. En el ámbito económico, los costos de recuperación de ecosistemas degradados, la disminución de la productividad agraria y pesquera, y los daños por fenómenos meteorológicos extremos suponen una carga significativa. Además, la necesidad de implementar políticas de mitigación y adaptación, como el reciclaje y la reforestación, exige inversiones considerables, afectando presupuestos públicos y privados.
La evolución demográfica de España ha seguido el modelo de transición demográfica, caracterizado por una progresiva reducción de la natalidad y la mortalidad. En una primera fase, hasta mediados del siglo XIX, España presentaba altas tasas de natalidad y mortalidad debido a condiciones sanitarias deficientes, escasa alimentación y frecuentes crisis (epidemias, guerras, hambrunas), con un crecimiento natural bajo. A partir del siglo XX, la mortalidad descendió gracias a mejoras higiénicas, médicas y alimentarias, mientras la natalidad comenzó a bajar lentamente. Entre 1900 y 1920 descendió por la reducción de la mortalidad infantil y el control voluntario de la natalidad. La década de 1920 trajo una recuperación por la estabilidad económica. Sin embargo, entre 1930 y 1956 volvió a caer por la crisis del 29, la II República, la Guerra Civil y la posguerra. De 1956 a 1965 se vivió el «baby boom» vinculado al desarrollo económico. Desde 1965, con la urbanización y la incorporación de la mujer al mercado laboral, comenzó un descenso progresivo de la natalidad, estabilizando el crecimiento natural.
En la actualidad, España se caracteriza por una baja tasa de natalidad, situada entre las más bajas de Europa, causada por la inestabilidad laboral, el retraso en la maternidad y la dificultad para conciliar vida familiar y laboral. Aunque algunas comunidades aplican políticas de fomento de la natalidad, los niveles siguen por debajo del reemplazo generacional. La esperanza de vida, por el contrario, es una de las más altas del mundo (más de 83 años), gracias a la sanidad, la dieta y los hábitos saludables. Esto genera un fuerte envejecimiento poblacional, que plantea retos para el sistema de pensiones y la atención sanitaria. Además, existen desequilibrios territoriales: regiones como Murcia, Andalucía o Ceuta presentan mayor dinamismo gracias a su estructura joven y la llegada de inmigrantes; mientras que otras, como Galicia, Asturias o Castilla y León, sufren envejecimiento y crecimiento natural negativo por emigración histórica y escasa inmigración reciente.
Las dinámicas actuales tienen importantes consecuencias. El envejecimiento de la población implica menor población activa, aumento del gasto en pensiones y sanidad, mayor dependencia de personas mayores y necesidad de servicios específicos (residencias, cuidados, ocio adaptado). La despoblación rural afecta al equilibrio territorial, provocando pérdida de servicios, infraestructuras y oportunidades económicas. Aunque existen políticas de desarrollo rural, sus resultados han sido limitados. En el mercado laboral, la escasez de jóvenes afecta la productividad y competitividad, mitigada parcialmente por la inmigración, que requiere integración efectiva. A futuro, la natalidad seguirá baja, ya que las generaciones nacidas durante la caída de nacimientos (1985-1995) están llegando a la edad fértil. La fecundidad dependerá de las condiciones económicas, las políticas de conciliación y la adaptación de los inmigrantes a los patrones demográficos españoles. La mortalidad aumentará con el envejecimiento, aunque la esperanza de vida continuará creciendo, manteniendo los desafíos sociales y económicos.
España ha pasado de ser un país de emigración a convertirse en uno receptor de inmigración. En los siglos XIX y XX, muchos españoles emigraron a América Latina (Argentina, Cuba, Brasil) debido a la pobreza rural, el atraso industrial y la falta de oportunidades. Entre 1950 y 1975, se intensificaron los flujos migratorios, tanto externos (hacia Francia, Alemania, Suiza por empleo en industria y construcción) como internos (éxodo rural hacia ciudades como Madrid o Barcelona por la mecanización del campo y el auge industrial). Desde los años 80, España se transforma en país receptor de inmigración debido al crecimiento económico, la demanda laboral y la estabilidad democrática. Llegan migrantes de América Latina, el Magreb, Europa del Este y África. La crisis de 2008 interrumpe este flujo y provoca emigración de jóvenes cualificados. Las consecuencias han sido la pérdida histórica de población joven y activa en regiones emisoras, mientras que la inmigración ha rejuvenecido parcialmente la población, dinamizado el mercado laboral y planteado retos de integración y gestión social.
La estructura demográfica española muestra un claro envejecimiento: hay menos jóvenes y más mayores de 65 años debido a la baja natalidad y la alta esperanza de vida. Esto incrementa la presión sobre las pensiones y servicios sanitarios. En cuanto al sexo, hay más mujeres, sobre todo en edades avanzadas, lo que exige atención diferenciada en los cuidados. Territorialmente, la población se concentra en grandes áreas urbanas mientras que el medio rural se despuebla. Este desequilibrio está relacionado con la industrialización y la falta de oportunidades rurales, y tiene como consecuencia la pérdida de servicios y sostenibilidad. Socioeconómicamente, destaca la incorporación de la mujer al trabajo, mayor formación y empleo más diverso, aunque persisten problemas como el paro juvenil y la precariedad.
La inmigración ha influido positivamente: ha rejuvenecido la población, sostenido la actividad económica y diversificado la cultura, aunque plantea desafíos de integración en servicios como educación, sanidad y vivienda.
La inmigración ha frenado parcialmente la caída de la natalidad, ya que las mujeres extranjeras han mostrado mayor fecundidad, aunque esta tendencia se reduce con el tiempo. Los inmigrantes han sido clave para cubrir empleos en sectores con alta demanda como la construcción, hostelería o cuidados, aunque han sufrido con fuerza las crisis económicas. Territorialmente, han revitalizado algunas zonas en declive, aunque la mayoría se concentran en grandes ciudades y costas, generando tensiones por el acceso a recursos. La emigración de jóvenes españoles, sobre todo cualificados, ha provocado una fuga de talento, afectando al potencial innovador y productivo del país. En el futuro, la migración será esencial para contrarrestar el envejecimiento poblacional, mantener la población activa y asegurar la sostenibilidad del modelo económico y social. Será clave una buena gestión de los flujos migratorios, políticas de integración eficaces y estrategias para atraer y retener talento.
Se nos presenta para comentar un gráfico de barras o histograma, conocido como pirámide de población. En él se refleja la estructura demográfica por sexo y edad en el año … en … y está formado por un eje vertical que recoge los intervalos de edad de cinco en cinco años y un eje horizontal que representa el total de hombres (…) y de mujeres (…) en miles y millones. Ha sido elaborada por…
Respecto a la estructura por sexo, se observa que nacen más varones que mujeres, fenómeno natural, al igual que el hecho de que las mujeres tienen mayor esperanza de vida debido a su mayor fortaleza biológica, menor participación en guerras, trabajos más seguros y hábitos más saludables. Las cifras de hombres y mujeres se igualan a partir de los … años, siendo mayor el número de mujeres a partir de los … años, lo que puede indicar sobremortalidad de los hombres.
En cuanto a la estructura por edad, la proporción de jóvenes, adultos y ancianos indica que estamos ante una población [joven/adulta/envejecida] con un porcentaje de personas mayores de 65 años superior al 12% y un porcentaje de población joven menor del 25%. La pirámide presenta forma de [triangular/campana/bulbo] que refleja un fuerte descenso en la base y tiende a engordar en sus espacios medios. La base (natalidad) es…, por lo que estamos ante una población [joven/adulta/envejecida]. La natalidad es baja: desde el tramo … La natalidad no se recupera … La cúspide de la pirámide es…, por lo que se trata de una población [joven/adulta/envejecida] con una [alta/baja] esperanza de vida y una [alta/baja] mortalidad. La causa es [el alto nivel de desarrollo que se refleja en una potente infraestructura sanitaria, acceso universal de la población a la misma o la inexistencia de problemas de desnutrición]. Destaca el entrante que se produce entre… y los salientes entre …
En conclusión, se trata de una pirámide [regresiva/progresiva], con una población que tiende al [envejecimiento], propia de un país desarrollado con un régimen demográfico [antiguo/de transición /moderno]: tasas de natalidad [alta/baja] y tasas de mortalidad [alta/baja]. El [alto/bajo] número de niños y niñas [no] asegura un relevo generacional natural, aunque la población pudiera sustituirse por inmigrantes. [Parece necesario desarrollar una política natalista que corrija los problemas derivados de una mayoría de población anciana (reducción de población activa, incremento del gasto en pensiones, aumento del gasto sanitario, aumento de dependencia, riesgo de exclusión…)].