Portada » Griego » Fundamentos y Evolución de la Historiografía: Corrientes y Debates Centrales
Introducción
La historiografía es una subdisciplina de la historia que se dedica a estudiar la escritura de la misma, sus tendencias, escuelas, autores y conceptos. El historiador, como autor de dichos escritos, es la figura principal para entender la historia y la historiografía.
Distintos autores han propuesto varios conceptos que funcionarían como “motores de la historia”; esto sería un actor que haría avanzar la historia y que, estudiándolo, se podría explicar la misma. En el caso de San Agustín de Hipona, sería Dios, una idea que perduraría en el Medievo; esto se explica en el sentido de que su historia era una revelada. Por otro lado, para el marxismo, la lucha de clases —el enfrentamiento entre los que tienen los medios de producción y los que no— sería su motor de la historia; esto haría avanzar a las distintas fases, de la esclavitud al comunismo, pasando por feudalismo y capitalismo. Muchas otras tendencias han propuesto la ausencia de motores de la historia. Otros han propuesto ideas similares, como los historicistas y el papel de las relaciones entre los estados.
Existe un debate dentro de la comunidad de los historiadores sobre cuál debe ser el papel de estos con la sociedad. En general, hay una gran parte de la comunidad que piensa que este papel debe ser activo. El caso más destacable es el de los marxistas, cuya praxis les lleva a que el contenido teórico deba ser aplicado en la práctica para una transformación de la sociedad, teniendo detrás siempre la idea de revolución. Sin embargo, no todas las tendencias defienden una implicación política, pues esta, dicen, puede crear un sesgo, restar objetividad al análisis; pero sí defienden un compromiso social. Tendencias como la historia de género o queer también son muestra de la implicación del historiador en la sociedad actual, tratando temas de actualidad. El grupo que se opone a la implicación del historiador en la sociedad es, en principio, minoritario, pero muchas veces, pese a que se opine lo contrario, el ser una disciplina académica lleva a una desconexión con la sociedad al vivir a veces en una burbuja institucional.
La tecnología actualmente es algo omnipresente, domina nuestra vida y la sociedad, y el ámbito académico no es una excepción. Hay una gran cantidad de usos: las humanidades están inmersas en el mundo digital en cosas como redactar los trabajos en un procesador de textos (tipo “Word”), hacer sus presentaciones de congresos con software de presentaciones (tipo “PowerPoint”) o publicar en revistas digitales. Esto también ha supuesto un mayor acceso a la información con páginas como Sci-Hub o Z-Library, que desafían el sistema cerrado de publicaciones académicas, liberando el conocimiento de la barrera del pago y democratizándolo. Por otro lado, ha permitido una mayor divulgación con blogs, podcasts y vídeos, que conllevan el peligro de ser llevados por gente con una mala praxis, pero también por gente especializada que hace que la historia se abra a la sociedad.
El colonialismo historiográfico se basa en la misma idea que el colonialismo en sí: un centro historiográfico y una periferia; unas historiografías que son el motor de la misma e imponen su visión y otras, las periféricas, que aceptan su papel secundario y repiten los modelos de aquellas. Por ejemplo, Francia, en especial en la época de los Annales, era el centro de la historiografía; la historiografía española era periférica, pero relativamente cercana; historiografías como la latinoamericana o las desarrolladas en África tendrían una mayor relación de dependencia y, además, las ideas llegarían más tardíamente. Este discurso de periferia y centro es el relato colonial. Actualmente, en estas latitudes ha surgido la historiografía poscolonialista, que busca superar esta dependencia y crear una identidad propia. Por otro lado, la historiografía decolonialista busca vender un relato parecido, pero no deja de ser un colonialismo nuevo, más sutil e impuesto desde Estados Unidos.
La idea de modernidad surge de Condorcet en la Ilustración, una idea que crea un relato único en el que la historia siempre avanza a mejor. Este relato será comprado por el historicismo, el positivismo y el marxismo en el proceso de hacer de la historia una ciencia. La Escuela de los Annales mantendrá este relato hasta el año 68, donde se empieza a cuestionar. Es en este año cuando sucede Mayo del 68 y empieza el relato del posmodernismo. Este surgió con la devastación de la Segunda Guerra Mundial, siendo ilustrativo el momento de las dos bombas nucleares lanzadas sobre Japón. El posmodernismo defiende que la historia tiene momentos de avance y retroceso e incluso llega a cuestionar las propias ideas de avance y retroceso y lo subjetivo de las mismas. A partir de este momento hasta hoy en día habrá una competencia entre ambas ideas, donde el posmodernismo va ganando fuerza frente al otro relato. Aunque hay quien defiende que la posmodernidad no es rupturista, sino que mantiene continuidades con el relato anterior.
El historicismo es la corriente histórica surgida en el siglo XIX que supone el establecimiento de la historia como una ciencia y su incorporación al sistema académico, entrando en instituciones como la universidad de forma independiente. Sus raíces las encontramos en Alemania; vienen de la Escuela de Gotinga, que influye en la Escuela de Berlín y en Niebuhr, quien será el predecesor de Ranke creando un método para la crítica de fuentes.
Será Ranke quien consolide el movimiento historicista; su frase “la historia es la reconstrucción del pasado tal como fue” ilustra perfectamente su pensamiento. Busca crear una historia objetiva y alejada de todo rasgo ficticio; para ello se basa en el documento, la única fuente que permite esta reconstrucción objetiva. Esta importancia del documento se debe en parte a las grandes recopilaciones archivísticas del momento y la incorporación de ciencias auxiliares como la paleografía o un mayor número de excavaciones arqueológicas.
El problema del historicismo es su servilismo: es una historia al servicio del estado, unos burócratas que son utilizados con fines políticos. Ranke establece la nación como sujeto histórico a estudiar; recordemos que es el momento de la unificación alemana.
También hay una reacción conservadora surgida en Gotinga hacia el racionalismo. Frente a las ideas universales que este propone, el historicismo distingue distintas épocas de la historia, siendo cada una única e irrepetible. También ataca que el racionalismo no tenga una base documental en sus ideas universales.
Esta historia va a tener un carácter cronológico, abandonando la historia como crónica, y la idea de objetividad le va a llevar también a presentar un carácter científico. Los temas a tratar serán la historia política, militar y diplomática, los temas tradicionales que veían una base en la historia romana.
En Francia, el historicismo también va a tener un gran desarrollo de la mano de la exaltación de la Revolución Francesa y con un sujeto histórico distinto, la burguesía, pero de base va a ser la misma idea.
Será con el Positivismo cuando se renueven estas ideas. No va a suponer un gran cambio: se mantendrá la historia política, diplomática y militar, la cronología, la importancia del documento y la imparcialidad. Lo que sí cambia es una mayor incorporación de la ciencia, tratando la historia como una ciencia natural. Pese a tener el nacionalismo una menor influencia, se verá reforzado por el lado educativo del positivismo, con la creación de los manuales de historia. El discurso histórico de la construcción del estado y sus héroes nacionales será transmitido a la población por este método.
Comte será un importante autor positivista. Este hace una división de la historiografía en tres etapas: la religiosa, la metafísica y la científica. También defenderá la importancia del desarrollo del capitalismo para la historia positivista.
Durante el Renacimiento, la historia ya había empezado a girar de Dios al Hombre como centro del estudio. El paso definitivo se da durante la Ilustración: el hombre pasa a ser el centro de estudio y se buscará eliminar todo rastro de ficción. Los documentos ganarán importancia en su idea de que la razón es la clave para el conocimiento.
Montesquieu durante esta época tratará el gobierno, las leyes, el pasado y las regiones. Voltaire hará una especie de filosofía de la historia donde integra el mundo oriental. Rousseau trabajará la idea de igualdad y el funcionamiento de la sociedad mediante el contrato social. Condorcet, por su parte, añadirá un concepto muy importante: la idea de progreso, una idea teleológica donde la humanidad va a mejor siempre en una historia lineal.
Se harán diferentes historias durante esta época: de las mujeres, del comercio, de la cultura, y se empezará a revitalizar el estudio de la Edad Media, despreciado por el humanismo.
Las primeras historiografías surgen con la propia literatura y asociadas al poder. Las estelas mesopotámicas del tercer y segundo milenio antes de Cristo muestran breves relatos con un esquema de rey, fecha y acontecimiento. Los babilonios serán un gran exponente de esta historia al servicio del poder con las hazañas de reyes, y los asirios lo llevarán un paso más adelante con la descripción de sus campañas militares. En Egipto tenemos casos similares e incluso un primer nombre de historiador, Manetón. En toda esta literatura está muy presente el concepto de intertextualidad, el aprovechamiento de los relatos antiguos, como el diluvio universal babilónico, en relatos nuevos como el hebreo. En Grecia surgen un buen número de historiadores de considerable importancia. Heródoto será el primero de ellos, con una importante consulta de diferentes fuentes. Le sigue Tucídides, que hará un relato del poder mediante su historia; tiene un objetivo que va más allá de la mera narración, busca una causalidad. Tucídides también rompe por completo con el mito y crea una historia ausente de elementos ficticios; además, hará por primera vez una crítica de fuentes. Jenofonte será otro historiador de cierto renombre, pero es ya en época romana con Polibio que tenemos un autor innovador, con una búsqueda de la veracidad comprobando múltiples fuentes y un discurso de filosofía de la historia en cuanto a buscar el motivo del dominio romano del Mediterráneo. Por último, en Roma tendremos la creación de la historia como género literario independiente, con autores como César, Tito Livio, Suetonio o Tácito, que tratan la historia política, diplomática y militar de Roma.
Los Annales fueron la escuela hegemónica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta su disolución en los años 90, aunque su origen es en 1929, vinculada a la historia social-económica y naciendo de la mano de una revista, la Annales d’histoire économique et sociale (Revista de Historia Económica y Social), donde pudieron transmitir su pensamiento. Los Annales son una corriente aglutinadora de varias corrientes historiográficas del momento, entre ellas, el marxismo, aunque no son ninguna de ellas en particular; se distancian. La escuela de los Annales va a enfocar la historia en el problema, no en el acontecimiento; surgirán como reacción a la historia positivista y política y a la sociología presentista. En su ejercicio de reacción, ampliaron el campo de estudio de la historia con la incorporación de geografía, sociología, lingüística y economía, y buscaron poner en práctica la interdisciplinariedad. Ampliaron el tiempo de la historia. Braudel, figura principal de la segunda etapa de la escuela, desarrolló un Modelo Ecológico Demográfico que recogía tres tiempos: el de larga duración, vinculado a los grandes procesos, los ciclos económicos, las estructuras sociales, las constantes y las regularidades, fue el principal trabajado por los Annales. Los otros dos eran: el de corta duración, el tiempo concreto e individual, coyuntural, vinculado al contexto inmediato de los procesos económicos, sociales o demográficos.
Al final, la historia de estas dos primeras etapas de los Annales era historia social y económica, vinculada con la idea de modernidad; eran una marca. Creían en la idea de progreso y usaron términos cuantitativos para defenderlo: lo cuantificable era lo científico, como defendía Ladurie. Sin embargo, tal vez por su carácter aglutinador, la escuela también permitió la renovación. Esto sucedió en su tercera etapa, a partir de Mayo del 68. Empezaron a surgir críticas internas contra el gran relato teleológico, criticaron la idea de progreso surgida en la Ilustración y se repensó la modernidad, creando así la posmodernidad. Esto llevó a un proceso de fragmentación de la historia, surgiendo un gran número de temáticas y preocupaciones, donde destaca la Historia de las Mentalidades con autores de la talla de Duby, Le Goff o Vovelle. También hubo un retorno al factualismo, pero se cambió el enfoque: la “Nueva Historia” (descriptiva narrativa) vendría desde abajo, estudiando los grupos sociales desfavorecidos. Pese a llamarse Nueva Historia, no dejaba de ser una reestructuración de lo viejo, pero sin dejar de rechazar la historia política. Ya en su última fase, la Escuela de los Annales pasará a hacer una historia mucho más subjetiva, donde lo cultural y la microhistoria ganan mucha importancia, así como el estudio de lo imaginario. También se recuperan temas olvidados como la historia política, militar y diplomática, y se fomenta el estudio de los imaginarios. Mientras tanto, en el marxismo vemos una brecha ya de origen: es una escuela que nace en el siglo XIX y está vinculada a un autor concreto; no es aglutinante. También, frente a una despreocupación teórica que podemos ver en los Annales (por su interés de llevar las ideas a la práctica), en el marxismo siempre hay una filosofía de la historia sustentando el discurso: el Materialismo Histórico. Pero no todo son diferencias: ambas corrientes son, en gran parte de su recorrido histórico, corrientes modernas; tienen un relato único y una idea de progreso. En los marxistas vemos, además, una idea ausente en Annales: un motor de la historia, la lucha de clases, haciendo esta idea de progreso más estructural en su discurso. También se propone un método de análisis histórico diferente al método cuantitativo de la historia social económica: la dialéctica, que se basa en la búsqueda de contradicciones. También hay una similitud en su forma de comunicar sus ideas y propuestas: el uso de revistas. Los marxistas, especialmente los ingleses (que en el siglo XX son los que más fuerza tienen), publican en Past and Present y New Left Review. Estas revistas también acercaban al historiador a un objetivo clave de los marxistas: transformar la realidad. Todo autor marxista está vinculado con la política y la idea de revolución. Si en los Annales hablamos de una constante renovación, el marxismo también tendrá las suyas, pero a distinto ritmo; no abandonarán la modernidad, salvo algunos grupos en las últimas décadas. Lo que sí se da es un cambio en 1956, cuando la escuela británica se distancia de la URSS y empieza a hacer una historia a medio camino entre lo social y lo cultural, dando más importancia al individuo, al obrero como persona, y buscando entender su pensamiento. Algunas diferencias más fueron el interés por el cambio histórico; autores como Perry Anderson lo trataron en profundidad. En los Annales, este interés por el cambio no se dio; especialmente fue nulo desde su tercera etapa. También criticaron que el interés en lo económico se centrara en la circulación y no en la producción, que en el marxismo era lo que explicaba el motor de la historia. Además, hay una desvinculación entre la explicación de las estructuras y las explicaciones sociales entre los seguidores de la escuela francesa.
Una gran crítica que se les hace a los Annales es que no suponen una ruptura con la historia anterior, sino una continuación, y mientras duró esta escuela hubo una díada entre renovación y conservadurismo dentro de la misma. Aunque bien es cierto que los marxistas tampoco eran algo rompedor con lo anterior (hacían una historia moderna), y de hecho serán los Annales los primeros en llegar al posmodernismo.
La historia-problema surge en el siglo XX con el desarrollo de la historia social y económica. En vez de tener una historia que expone un relato, se pasa a formular preguntas. Se busca un problema, como: ¿Cuál era la situación del campesinado de la región de Borgoña en la Francia del siglo XVII? Esto, a su vez, hace que en vez del acontecimiento se busque el dato para resolver este problema; por ejemplo: datos sobre el número de campesinos, la propiedad de la tierra, el número de familiares, la esperanza de vida, los matrimonios… Con base en estos datos, se elaboran una serie de conclusiones que resuelven el problema. Estos datos demuestran que el campesino vivía en X situación.
Un acontecimiento es un hecho histórico con la suficiente relevancia como para ser estudiado por los cambios que produjo. La historia basada en el acontecimiento surge con el historicismo. En ella se plantea, como reacción a la universalidad ilustrada, que la historia es algo único e irrepetible, precisamente por estos acontecimientos. La Revolución Francesa o la caída del Imperio Romano podrían ser dos de los más representativos.
La interdisciplinariedad es el uso de otras disciplinas para un entendimiento completo y, por tanto, más correcto de un tema histórico; es apoyarse en otras ciencias para ver dónde un historiador está ciego por su falta de formación en dicho tema. El problema de esto es que muchas veces se hace desde una perspectiva arrogante, de superioridad de la historia, donde no se busca entender a las otras disciplinas, sino subordinarlas. La transdisciplinariedad es “bajarse al barro”, ceder a un igual una parte del trabajo para que pueda tratarlo; esto crea nuevas disciplinas al colaborar varias de ellas en un nuevo estudio.
En la práctica, ambas prácticas no distan mucho la una de la otra, y son conceptos más teóricos que prácticos. Esto es debido a que se relacionan con la modernidad: hacer una historia moderna es hacer una historia interdisciplinar. En la práctica, se ha puesto en marcha de forma eficaz en casos muy concretos, y son muchas más las veces que ha fracasado o solo se ha proclamado ser interdisciplinar sin serlo realmente.
La historia es un relato con intención de objetividad, mientras que la memoria tiene un carácter inherentemente subjetivo. Ambos tienen una faceta individual y otra colectiva, y poseen una relación simbiótica. La memoria es alimentada por la historia: los contenidos obtenidos al leer un texto crean en nuestra memoria un relato histórico determinado y, a su vez, esto, llevado a nivel colectivo, crea la visión histórica de una comunidad. A su vez, la historia se crea muchas veces a partir de esta memoria; no todo se escribe, muchas veces se recogen de fuentes directas relatos subjetivos que emanan de la memoria y que el historiador interpreta. A nivel colectivo, también esta memoria influye en la redacción presuntamente objetiva del historiador. Por tanto, la memoria nutre a la historia tanto como la historia nutre a la memoria.
El poscolonialismo busca, sin deshacerse de la subalternidad de las historiografías periféricas (idea tomada de Gramsci), un intento de crear historiografías propias en países como pueden ser la India, Nigeria o China, generando una ruptura con la idea de modernidad impuesta en tiempos coloniales, pero no rompe con las bases epistémicas impuestas tiempo atrás desde Europa. El decolonialismo, por su parte, realiza un mayor ejercicio de reflexión que lleva a una crítica a la totalidad del saber colonial. Rompiendo con las bases del estudio de la realidad y vinculado a la posmodernidad, crea un relato al margen de lo hegemónico. En América Latina, en esta búsqueda de una historia decolonial, se vinculó con la escuela anglosajona y acaba creando una idea de América Latina vinculada al imperio estadounidense; en este proceso, Mignolo es fundamental.
La Historia de las Ideas, representada por Lovejoy, produce una desconexión de las ideas con su contexto histórico; por tanto, trabaja sobre lo abstracto. La Historia Intelectual busca la relación de las ideas con su contexto y da una explicación de ambos gracias a estos dos apoyos. La diferencia de la Nueva Historia Intelectual es que, aparte de una mayor sofisticación en el estudio del contexto, incluye la importancia del lector: la labor de interpretación del texto es una acción intelectual.
Idealismo y marxismo son corrientes historiográficas donde la práctica tiene menor importancia frente a la teoría y el lado filosófico. Esto se debe, en parte, a la relación de ambas con el hegelianismo.
En ambas hay una primacía de la especulación sobre los datos (que están al servicio de esta), y mediante la especulación se busca explicar estructuras históricas. Esto lleva, en parte, a una historia de las ideas, a trabajar sobre ideas sin tener en cuenta el contexto. Aunque se consideran objetivos, hay un mayor peso de la subjetividad del autor.
Un movimiento historiográfico, obviamente marxista, surgido en el llamado “Grupo de Septiembre Marxista”, que da importancia al individuo en su explicación. Además, cambian conceptos como plusvalía por “relaciones desiguales en la producción”, y en el concepto de clase se identifican a las personas con recursos similares.