Portada » Economía » Estructuras Organizativas y Gestión Empresarial: Modelos, Funciones y Teorías Esenciales
La estructura organizativa de la empresa establece qué puestos de trabajo y departamentos existen, cuáles son los niveles de autoridad y cómo funcionan los canales de comunicación entre trabajadores, departamentos y niveles jerárquicos. Según cómo se ordenen estos elementos, existen diversas formas de estructura organizativa:
Se basa en la autoridad directa del jefe sobre los subordinados y, por tanto, cada trabajador es responsable ante un solo jefe. Es el tipo de estructura más sencilla, y un ejemplo claro es la estructura militar.
Entre sus ventajas, destacan su claridad en la definición de áreas de autoridad y responsabilidad. Entre sus inconvenientes, se encuentra que cada directivo es responsable de una gran variedad de actividades en las que no es experto. Es, además, una estructura rígida para adaptarse a los cambios y lenta en las comunicaciones. Esta estructura puede funcionar en pequeños negocios, como un taller de reparación, pero no en una gran empresa.
Se caracteriza porque los subordinados reciben órdenes y asesoramiento de varios jefes diferentes, y cada uno de estos jefes es especialista en una función concreta. Por ejemplo, el especialista informático da instrucciones y asesora a los empleados de los distintos departamentos.
Su ventaja radica en que el asesoramiento del experto está a disposición de cada trabajador. Su inconveniente es que cada trabajador tiene más de un jefe (se elimina la unidad de mando), lo que hace más compleja la coordinación entre especialistas.
Surge para superar los inconvenientes de las dos estructuras anteriores, tratando de combinar las relaciones de autoridad directa (estructura lineal) con relaciones de asesoramiento de los especialistas o staff. Son ejemplos frecuentes de departamentos staff los de I+D+i, de asesoramiento legal, de auditoría interna, de informática, etc.
La principal ventaja es que se mantiene la unidad de mando y permiten el uso de especialistas que asesoran a diversos departamentos. Sus inconvenientes son que las consultas generan decisiones más lentas y que el personal staff incrementa los costes.
Combina la departamentalización por funciones y por proyectos (o por productos, mercados o clientes) adoptando una estructura de doble entrada o matriz, en la que especialistas de diferentes departamentos funcionales se unen para trabajar en proyectos específicos como una nueva línea de I+D+i o el lanzamiento de un nuevo producto. Como se observa en el organigrama, cada miembro de un grupo recibe instrucciones del jefe del proyecto (autoridad horizontal) y del jefe de su departamento funcional (autoridad vertical).
La dirección empresarial implica varias funciones interrelacionadas esenciales para el éxito de cualquier organización:
Consiste en determinar por anticipado qué quiere conseguirse en el futuro, cómo se va a lograr y qué recursos se van a utilizar para conseguirlo.
Consiste en definir las actividades y tareas que se desarrollarán, dividir y distribuir el trabajo y determinar las relaciones de autoridad que deben existir entre los empleados, con la intención de cumplir los objetivos previstos de la forma más eficiente.
Se ocupa de la selección, formación y asignación de personas a los distintos puestos de trabajo, así como del diseño de sistemas de recompensas e incentivos que sirvan de motivación a las personas durante el ejercicio de sus funciones. Además, para dirigir recursos humanos es necesario el liderazgo, es decir, el ejercicio de la influencia y el poder para conseguir que las personas se identifiquen con los objetivos del grupo y actúen para lograrlos.
Consiste en comparar los resultados previstos con los reales, identificar desviaciones si las hubiera y establecer la forma de corregirlas.
El proceso de control se compone de las siguientes fases:
Primero, es necesario fijar unos estándares de resultados relativos a un período de tiempo. Estos estándares deben establecer metas evaluables en términos cuantitativos (unidades de producto, costes, ingresos, salarios, gastos, etc.), y también deben recoger los aspectos vitales para la empresa (recursos físicos y financieros, cuota de mercado, innovación, productividad, rentabilidad, motivación de los empleados, responsabilidad social, etc.).
Luego, se deben medir los resultados reales del período a partir de datos procedentes de distintas fuentes (informes, reuniones, análisis contables, etc.). La efectividad del control se reduce si la información llega tarde o no es posible compararla con los estándares fijados.
A continuación, hay que comparar los resultados reales con los estándares fijados (es decir, lo que es y lo que debería ser). Estas comparaciones han de realizarse con cierta periodicidad para detectar cualquier desviación significativa de los resultados con respecto a lo planeado.
Si hay desviaciones, se deben determinar las causas, que pueden ser diversas: dificultades de organización porque las decisiones no se han ejecutado como se había previsto, o por el propio plan (diseño de objetivos inalcanzables), lo cual obligaría a revisar la planificación. También es frecuente que se detecte la falta de personal o de medios para cumplir las previsiones, etc. En algunos casos, las diferencias se deben a hechos fortuitos y poco frecuentes (mal tiempo, aumento del coste de las materias primas, etc.), por lo que no es preciso tomar ninguna medida.
No basta con identificar las desviaciones si después no se hace nada para corregirlas. Pero no necesariamente todas han de ser negativas; si las diferencias son positivas respecto a lo previsto, se supone que todo va bien. Cuando son negativas y superan los límites admisibles, se deben tomar las medidas oportunas (introducción de más recursos, cambio de tareas, revisión de planes o de metas, realización de un plan de formación especial, desarrollo de una mejor dirección o liderazgo, etc.).
Es fundamental distinguir, según la amplitud del enfoque, entre los planes estratégicos, que consideran la empresa como un todo y en los que se establecen los grandes objetivos globales; y los planes tácticos, que desarrollan los planes estratégicos y los concretan para las unidades de negocio o departamentos.
El proceso de planificación estratégica requiere una secuencia de pasos o etapas:
Supone el análisis de las oportunidades y amenazas del entorno (análisis externo), así como la identificación de los puntos fuertes y débiles de la empresa (análisis interno). Para ello, suele utilizarse la matriz DAFO.
A partir del diagnóstico, hay que establecer:
Como existen distintos caminos posibles, habrá que elegir la estrategia competitiva de la empresa para posicionarse en el mercado. Entre las estrategias posibles están el liderazgo en costes, la diferenciación y la segmentación.
En la planificación táctica, se concretan y desarrollan las metas del plan estratégico.
Una vez definida la estrategia, hay que implantarla mediante planes parciales para las distintas áreas de la empresa. Estos planes incluyen los objetivos operativos (resultados) y los recursos que se destinan (presupuestos), así como las responsabilidades (quiénes los ejecutan).
Finalmente, habrá que determinar la forma de evaluación y control de la ejecución de los planes, para adaptarlos a los cambios del entorno.
Los organigramas se pueden clasificar según diferentes criterios:
Douglas McGregor propuso dos teorías contrapuestas sobre la percepción que los directivos tienen de sus empleados, influyendo directamente en su estilo de liderazgo:
Según la Teoría X, los directivos asumen que los empleados:
Según la Teoría Y, los directivos asumen que los empleados:
McGregor explica que los líderes actúan según la imagen que tienen de sus empleados, y esa imagen acaba influyendo en su comportamiento. Si creen que son como en la Teoría X, usarán un estilo autoritario, sin dar responsabilidades ni confiar en ellos, y los empleados acabarán actuando de forma pasiva. Si los ven como en la Teoría Y, adoptarán un estilo participativo, motivándolos y confiando en ellos, y los empleados responderán con responsabilidad e interés.
Su autor, William Ouchi (1982), plantea cómo debe ser una organización para que los participantes se sientan motivados. Los principios clave de esta teoría, muy difundida en el siglo XX, son:
Los objetivos de la empresa deben coordinarse con los objetivos de los grupos y de los individuos. El individuo que se siente parte de un grupo se compromete y mejora su esfuerzo.
Debe existir una relación armónica entre los empleados y la dirección. La empresa debe cuidar a sus empleados en todos sus aspectos (contrato de por vida, financiación de vacaciones, vivienda, transporte, etc.).
Todos son responsables (tanto directivos como empleados) del éxito o el fracaso de la organización.
Es imprescindible saber reconocer los errores para corregirlos, y los aciertos para potenciarlos.