Portada » Economía » Estados Fallidos: Desafíos a la Soberanía y el Orden Internacional
Este documento explora el concepto de Estado fallido, sus indicadores clave y los desafíos que presenta para el derecho internacional y la estabilidad global.
En un Estado fallido, el gobierno no tiene el control físico sobre su territorio y carece del monopolio de la fuerza. Sus instituciones son débiles o inexistentes, y el debate democrático está ausente. Según Fund for Peace, un Estado fallido se caracteriza por conflictos localizados en territorios que buscan autonomía.
El reconocimiento por parte de la comunidad internacional es fundamental para que un Estado sea considerado soberano. Un Estado soberano, por definición, no puede ser un Estado fallido. Un Estado soberano se concibe como una comunidad humana perfecta y permanente, capaz de autogobernarse plenamente de forma independiente. Además, dicha comunidad debe poseer la capacidad necesaria para imponer su propio ordenamiento jurídico y mantener relaciones jurídicas internacionales con el resto de la comunidad internacional.
Esta situación ocurre cuando un grupo rebelde domina una parte significativa del territorio y ejerce un control efectivo sobre él. El reconocimiento de la existencia de este grupo por parte de terceros estados es discrecional y está sujeto a dos condiciones clave: el dominio sobre una parte importante del territorio y la efectividad de dicho dominio.
Para diferenciarlos de otros movimientos, debemos considerar su objetivo principal: la autodeterminación de una población autóctona en un territorio determinado, frente a una ocupación extranjera. Asimismo, estos movimientos pueden ser un elemento desestabilizador que contribuya a la calificación de un Estado como fallido.
Son grupos que, mediante el uso de la fuerza, se rebelan contra su gobierno, ocupando posiciones limitadas dentro del territorio estatal. Aunque pueden ser considerados elementos desestabilizadores, no suelen tener la capacidad de provocar el colapso de un Estado.
Suelen clasificarse en tres tipos: los gobiernos de facto, los comités internacionales y los gobiernos en el exilio.
El principal problema radica en la laxitud de los parámetros empleados por Fund for Peace para analizar países y determinar si son o no Estados fallidos. Estos parámetros se basan en indicadores sociales, económicos y políticos.
La dificultad principal reside en el amplio número de variables incluidas en estos índices. Un país en crisis económica puede experimentar incertidumbre política y jurídica. Aunque estos factores podrían sugerir la probabilidad de un Estado fallido, en realidad, podría tratarse de un Estado débil inmerso en una crisis de seguridad pública, así como en una falta de eficacia y eficiencia del aparato burocrático en la toma de decisiones políticas.
De esta manera, se podrían identificar diversos criterios de Estados fallidos visibles en los países; sin embargo, no siempre son motivo suficiente para considerarlos como tales. El problema de la laxitud conceptual se manifiesta, principalmente, en el número potencialmente ilimitado de criterios. Es crucial manejar estos criterios con mayor especificidad.