Portada » Geografía » El Espacio Urbano Español: Configuración, Estructura y Sistemas de Ciudades
La ordenación del espacio urbano depende de los ayuntamientos, que por medio de una serie de actuaciones (planes urbanos), planifican el espacio urbano. En España, la regularización urbana comenzó en la segunda mitad del siglo XIX con actuaciones como los planes de saneamiento (alcantarillado, recogida de basuras, etc.) y la mejora de servicios y espacios urbanos (zonas verdes, medios de transporte, alumbrado, etc.). En la primera mitad del siglo XX, empezaron las leyes sobre vivienda y planificación del crecimiento urbano. En la segunda mitad, se produce la explosión inmobiliaria y la vivienda empieza a tratarse de forma especulativa, provocando, en muchos casos, la destrucción del patrimonio y la aparición de los primeros problemas ambientales por contaminación y congestión urbana. Desde finales del siglo XX, el urbanismo se ha regulado a través de los PGOU (Planes Generales de Ordenación Urbana), que dependen de cada Comunidad Autónoma y regulan los usos del suelo, los equipamientos, la protección ambiental, la participación ciudadana, etc. Resultado de ello son las actuaciones más recientes como la peatonalización de calles céntricas, el aumento de espacios públicos (parques infantiles, espacios deportivos, etc.) y la búsqueda de un crecimiento sostenible.
Llamamos estructura urbana a la división de la ciudad en áreas con una morfología y unas funciones específicas. Desde un punto de vista teórico, se distinguen hasta seis sectores dentro de la estructura urbana:
Es un área interior, más o menos extensa, que suele coincidir con la parte más antigua de la ciudad (la preindustrial), por lo que es habitual que sea el casco histórico-monumental, aunque no siempre coincide. En el centro se encuentra el área comercial y de negocios de la ciudad (CBD: Central Business District), cuyas características son:
El plano suele ser irregular, la trama cerrada y presenta gran diversidad social.
Se extienden por todo el tejido urbano; en ellas predomina el uso residencial. Los ensanches del siglo XIX son la zona más destacada y, en sus orígenes, estaban ocupados por familias de clases medias que huían del centro. Esta zona se divide en barrios, cada uno dotado con equipamientos, instalaciones colectivas y servicios básicos. Normalmente fueron planificados, por lo que tienen un plano ortogonal con calles y avenidas anchas que favorecen la circulación. El crecimiento progresivo de las ciudades las ha dejado en una posición más céntrica, favoreciendo una fuerte revalorización de las viviendas. Pero la zona residencial también se ha ido alejando, especialmente desde finales del siglo XX, al aumentar la población y desarrollarse los transportes. De manera que han aparecido barrios e incluso ciudades dormitorio (con alta densidad de población y pocos servicios) y grandes urbanizaciones (con grandes zonas verdes, menor densidad, buenos servicios y viviendas unifamiliares con piscinas, pistas de tenis, etc.) a las que van a vivir clases medias con elevados ingresos (a esta zona se le conoce como el “cinturón verde”).
Gran parte de los habitantes de las ciudades se dedican a los servicios, entre los que se incluye el comercio, hoteles, bares, agencias de viaje, etc. Las funciones comerciales se distribuyen por la ciudad, agrupándose en áreas concretas, en función de la facilidad para llegar a ellas. En la actualidad, existe la tendencia a concentrar estas áreas en zonas del extrarradio, con buenas comunicaciones y aparcamientos, con grandes cadenas de hipermercados, cines, restaurantes y firmas multinacionales que atraen a la población (los centros comerciales). A pesar de ello, como ya hemos dicho, el centro se resiste a perder su función comercial y sigue manteniendo parte de estos negocios.
Las ciudades han ejercido siempre atracción para la localización industrial por varios factores:
Actualmente, solo pequeñas industrias (talleres) permanecen en los barrios. Las que necesitan mucha materia prima, abundante energía o contaminan mucho, se alejan del centro y se sitúan en la periferia, donde se han creado polígonos industriales, o en zonas suburbanas. La localización en estos polígonos se debe al precio del suelo, el espacio y la red de comunicaciones.
Son espacios reservados al ocio y la cultura, como museos, bibliotecas, paseos, recintos para espectáculos, bares, instalaciones deportivas, etc. Están diseminados tanto por el centro urbano como por las zonas periféricas. Su distribución es muy heterogénea, dependiendo del tipo de ciudad y de la disponibilidad de suelo que posea. El desarrollo de zonas verdes y parques urbanos y metropolitanos se dedica a paliar la falta de infraestructuras para el ocio y el descanso.
Están configuradas por la yuxtaposición del espacio urbano y el rural, confundiéndose en sus límites. Actualmente, tienen un gran desarrollo por la proliferación de urbanizaciones y edificaciones unifamiliares con espacios verdes y jardines. Contribuyen a la redistribución de la población hacia las zonas de influencia de las ciudades en libramiento del espacio urbano propiamente dicho.
Existen diversos tipos de aglomeraciones:
Un área metropolitana es un área de gran extensión que rodea a una ciudad principal (o metrópoli) y abarca administrativamente varios municipios, entre los que existen importantes relaciones económicas y sociales (el conjunto no debe bajar de 200.000 habitantes). Los vínculos socioeconómicos generan flujos desde el núcleo central hacia el resto de zonas (actividades económicas auxiliares, trabajadores, servicios, etc.), mientras que las zonas periféricas proporcionan suelo más barato y más espacio. La red de comunicaciones es desarrollada para facilitar el intercambio de productos y trabajadores y, en general, incluye todo tipo de empleos, de forma que afecta a todos los estratos sociales y formativos (desde los más cualificados a los menos). Un ejemplo de área metropolitana en España podría ser la de Murcia, que incluye municipios como Molina de Segura, Santomera, Beniel, Alcantarilla, Alguazas y Las Torres de Cotillas.
Una conurbación es un área urbana continua formada por el crecimiento paralelo de dos o más ciudades hasta unirse físicamente. Cada ciudad mantiene su independencia administrativa y funcional. Las distintas ciudades que la componen suelen tener actividades diferenciadas, una dinámica propia de crecimiento, sus propios recursos económicos y capacidad para atraer inversiones, un centro, una periferia y espacios suburbanos propios, así como sus grupos sociales y una personalidad que las identifica. Ejemplos en España serían Alcobendas-San Sebastián de los Reyes, Elda-Petrer, o el continuo urbano Málaga-Marbella.
Una región urbana es un área urbana discontinua, integrada por ciudades dispersas pero lo suficientemente densa como para que todo el territorio posea características predominantemente urbanas. Funcionalmente, las ciudades forman un espacio unitario y suele crearse también por el crecimiento paralelo de varias ciudades que intensifican sus interrelaciones.
Una megalópolis surge cuando la urbanización alcanza una escala suprarregional. Está constituida por diversos elementos urbanos (áreas metropolitanas, conurbaciones, regiones urbanas, etc.) con funciones distintas, que crecen y forman una red urbana discontinua pero interconectada, sin fracturas importantes en el tejido urbano. En España, un ejemplo incipiente o en formación podría ser el eje mediterráneo, desde la frontera francesa hasta Cartagena. Este eje está formado por las áreas metropolitanas de Barcelona, Valencia, Alicante y Murcia, además de conurbaciones turísticas o industriales, ciudades medias y pequeñas ciudades industriales.
El sistema urbano español se ha configurado a partir de una serie de factores, entre los que no solo se encuentran los físicos (relieve, clima, red hidrográfica, etc.) y los históricos (su evolución histórica: herencia romana, medieval, moderna, etc.), sino también los socioeconómicos más recientes (industrialización, turismo, tecnología, etc.), y los políticos, como las divisiones provinciales del siglo XIX, la estructura autonómica de la Constitución de 1978, o la incorporación al ámbito de la Unión Europea (UE), que ha potenciado el desarrollo de áreas menos dinámicas.
El conjunto de estos factores ha acabado por configurar un sistema urbano “semianular”, caracterizado por: