Portada » Educación Artística » Conceptos Fundamentales de la Imagen: Tipos, Percepción y Composición Visual
Podemos diferenciar dos tipos de imágenes según su temporalidad: las imágenes aisladas (simultaneidad de todos los elementos constitutivos o de significación) y las imágenes secuenciales (sucesión “narrativa” de dichos elementos).
Cuando hablamos de imágenes aisladas nos referimos a la unidad icónica mínima, ya que está compuesta de una sola imagen, al contrario que las imágenes secuenciales. Las imágenes aisladas carecen de lo esencial en el acontecimiento temporal: movimiento y duración. Sí es cierto que en las imágenes aisladas se puede imprimir movimiento, pero este no evoluciona en el tiempo, sino que se puede encontrar implícito en los elementos que la componen (gracias, por ejemplo, a los elementos dinámicos de la tensión y el ritmo).
En cambio, las imágenes secuenciales hacen referencia a la agrupación secuencial de imágenes fijas con una duración temporal que, mediante su articulación y disposición, generan una estructura narrativo-temporal que va más allá de la sugerencia de dinamismo de las imágenes aisladas. Podemos diferenciar dos tipos de imágenes secuenciales: las estáticas o fijas y las dinámicas o móviles. Las imágenes secuenciales estáticas son aquellas imágenes aisladas que, al verlas progresivamente, realizan un conjunto narrativo-temporal (cómic, presentación de diapositivas…). Finalmente, las imágenes secuenciales dinámicas son aquellas imágenes temporalizadas con movimiento explícito y duración determinada (película, vídeo, TV…).
La palabra imagen proviene del latín “imago”, que significa sombra, imitación e indica toda representación figurada, relacionada con el objeto representado por semejanza perceptiva. Por ello, podemos considerar imagen a cualquier imitación de un objeto que pueda ser percibida tanto por la vista (imagen externa o “picture”) o generada por el pensamiento (imagen interna o «image»).
Por un lado, tenemos la imagen externa, que se asienta en un soporte físico para poder existir. Las representaciones de imágenes externas pueden ser bidimensionales o tridimensionales, como maquetas, esculturas, dibujos, películas, edificios…
Por otra parte, las imágenes internas no se asientan en un soporte físico y están ligadas a aquello que conocemos: objetos, personas y contextos que se encuentran archivados en nuestro universo visual. Este tipo de imágenes pueden aparecer en nuestro pensamiento porque los hemos visto antes o como producto de varias cosas previamente observadas, aunque no existan en la realidad como tal. Las imágenes internas son siempre provocadas por factores o estímulos. Clasificamos la imagen interna en exógena (provocada por factores externos como una bocina) o endógena (a partir de factores internos que pueden ser fisiológicos, psicológicos o psicofísicos).
El esquema básico de percepción describe el proceso perceptivo que un espectador realiza hasta llegar a obtener la imagen interna. Este proceso comienza con la presencia de la imagen externa; a continuación, el ojo y la visión realizan el papel pasivo de captar las sensaciones (proceso neurofisiológico); seguidamente, la mirada representa el papel activo de la atención y de la búsqueda visual; seguidamente, se pone en marcha una nueva fase activa, la cognición, donde entran en juego las creencias, prejuicios, valores… personales; por último, se obtiene la imagen interna como resultado de este proceso. Por este motivo, no podemos afirmar que percibimos una imagen de manera directa e inmediata, como si de una sensación se tratase, ya que, resumidamente, es esa sensación o estímulo la que genera la imagen que nosotros percibimos.
El marco es el límite “físico”, espacial, es decir, lo que “termina” o pone fin a la imagen. Dicho de otro modo, el marco es lo que “cierra” la imagen. El marco separa perceptivamente la imagen de su exterior. Al seleccionar y aislar un campo visual, singulariza su percepción; es decir, construye la imagen. Puede ser físico o tangible (el borde de aluminio de una pizarra) pero también puede ser “virtual” o intangible (donde se termina una proyección y comienza la pared).
Por otro lado, nos encontramos con el encuadre, que tiene en cuenta la intención del autor. El encuadre apareció en el cine para designar el proceso mental y físico por el cual se crea una imagen. Entonces, el encuadre es el proceso de elegir cierto campo visto desde cierto ángulo y con ciertos límites (el marco) precisos.
El encuadre es la actividad, la acción de encuadrar aquello que va a tener lugar en el interior del campo visual. Finalmente, el campo es el resultado del encuadre y el contenido del marco. Se trata, pues, de lo que está en la imagen. Si el marco es la ventana a través de la cual miramos la imagen, el campo es el espacio delimitado por el marco, el lugar donde transcurre la acción representada.
El ritmo es la consonancia producida por un ordenamiento de elementos. Es una sucesión que en numerosas ocasiones implica repetición. Debemos entender que el ritmo en la imagen aislada se produce como una extensión espacial, donde consta de una estructura (elementos sensibles que se repiten en función de intervalos) y de una periodicidad (frecuencia con la que se repiten).
Esos elementos sensibles que se repiten a intervalos tienen que estar proporcionados porque, si no, no sería una estructura. Esta estructura se repite con cierta periodicidad y se expresa en términos de cadencia: es el factor regulador del tiempo, es lo que va marcando el ritmo.
La tensión es el elemento temporal más importante, aunque es difícil de concretar. La tensión está presente cuando en la imagen se incorpora algún elemento visual que altera el normal equilibrio de esta. Cualquier factor inesperado, irregular o inestable induce una “tensión” que define un eje de visión necesario para recuperar la regularidad, el equilibrio o la simetría. Es el elemento dinamizador por excelencia, induce al espectador a buscar el elemento perturbador.