Portada » Biología » Conceptos Clave del Sistema Inmune: Terminología Esencial
Parte de la inmunidad adaptativa mediada por linfocitos B, que producen anticuerpos para neutralizar patógenos en los fluidos corporales (como sangre y linfa). Es especialmente eficaz contra virus y bacterias extracelulares.
También parte de la inmunidad adaptativa, está mediada por linfocitos T, especialmente los linfocitos T citotóxicos (CD8⁺), que destruyen células infectadas por virus o células tumorales. Los linfocitos T colaboradores (CD4⁺) coordinan esta respuesta activando otras células inmunitarias.
Primera línea de defensa del organismo, rápida y no específica. Incluye barreras físicas (piel, mucosas), células como macrófagos, neutrófilos y células NK, y mecanismos como la inflamación. No requiere exposición previa al patógeno.
La inmunidad adquirida es una forma de defensa del cuerpo que se desarrolla tras la exposición a un patógeno o a través de la vacunación. A diferencia de la inmunidad innata, la adquirida es específica para un patógeno particular y mejora con el tiempo, generando una respuesta más rápida y fuerte si el patógeno vuelve a invadir el cuerpo. Esta respuesta incluye la producción de anticuerpos por los linfocitos B y la activación de linfocitos T para atacar directamente las células infectadas.
La inmunidad congénita es aquella con la que nacemos y es heredada de nuestros padres. Se refiere a la protección inicial que ofrece el sistema inmune de una persona desde el nacimiento, basada en mecanismos generales como las barreras físicas (piel, mucosas) y componentes del sistema inmune innato como los neutrófilos, macrófagos y células NK. Esta inmunidad no depende de la exposición previa a patógenos y es un primer nivel de defensa.
La inmunidad activa ocurre cuando el sistema inmunológico responde a un patógeno o vacuna produciendo anticuerpos y activando linfocitos T. Este tipo de inmunidad puede ser inducido de forma natural, tras una infección, o artificialmente, mediante la vacunación. La inmunidad activa proporciona protección duradera porque involucra la formación de memoria inmunológica, lo que permite una respuesta más rápida y eficaz en futuras exposiciones al mismo patógeno.
Se refiere a la inmunidad que se obtiene de manera espontánea o sin intervención artificial. Puede ser de dos tipos: natural activa, cuando el cuerpo produce una respuesta inmunológica después de una infección, y natural pasiva, que ocurre cuando los anticuerpos son transmitidos de madre a hijo a través de la placenta o la leche materna, proporcionando protección temporal al recién nacido.
La inmunidad artificial se refiere a la protección que se obtiene mediante intervención médica, generalmente a través de la vacunación. En este proceso, se introducen pequeñas cantidades de antígenos (como partes de virus o bacterias inactivados) en el cuerpo para inducir una respuesta inmune sin causar la enfermedad. Esta inmunidad también genera memoria inmunológica, lo que significa que el cuerpo estará preparado para defenderse rápidamente si se encuentra con el patógeno en el futuro.
La inmunidad adaptativa, también conocida como inmunidad específica o adquirida, es la respuesta inmunológica especializada que ocurre cuando el sistema inmune responde a un patógeno específico. Involucra la activación de linfocitos B, que producen anticuerpos para neutralizar el patógeno, y linfocitos T, que atacan directamente a las células infectadas. Una característica clave de la inmunidad adaptativa es su capacidad para “recordar” los patógenos a través de la memoria inmunológica, lo que permite una respuesta más rápida y efectiva si el organismo se encuentra con el mismo patógeno nuevamente.
La inmunidad pasiva se produce cuando una persona recibe anticuerpos preformados de otra fuente, en lugar de producirlos por su propio sistema inmune. Esto puede ocurrir de forma natural, como cuando una madre transfiere anticuerpos a su bebé a través de la placenta o la leche materna, o de forma artificial, mediante la administración de inmunoglobulinas o sueros que contienen anticuerpos contra un patógeno. La inmunidad pasiva proporciona protección inmediata, pero es temporal, ya que el cuerpo no produce su propia memoria inmunológica.
Un antígeno es cualquier sustancia que es reconocida por el sistema inmunológico como extraña o peligrosa, y que puede desencadenar una respuesta inmunitaria. Los antígenos pueden ser proteínas, polisacáridos o moléculas de otras sustancias como virus, bacterias, parásitos o incluso células tumorales. Cuando el sistema inmune detecta un antígeno, genera una respuesta para eliminar o neutralizar la amenaza.
La memoria inmunológica es la capacidad del sistema inmunológico para recordar los patógenos que ha encontrado previamente. Esta memoria se desarrolla después de la primera exposición a un patógeno, lo que permite al cuerpo responder de manera más rápida y eficiente si el patógeno vuelve a invadir en el futuro. La memoria es principalmente mediada por linfocitos B y T, los cuales permanecen en el organismo durante años y pueden reconocer y atacar al patógeno con mayor rapidez en una nueva infección.
Las enfermedades autoinmunes son trastornos en los que el sistema inmunológico ataca por error los propios tejidos y células del cuerpo, al no reconocerlos como propios. Esto ocurre cuando hay una alteración en la regulación de la respuesta inmunitaria. Algunos ejemplos comunes de enfermedades autoinmunes incluyen la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico, la esclerosis múltiple y la diabetes tipo 1. Estas enfermedades pueden dañar órganos y tejidos de forma crónica.
Los linfocitos B son células del sistema inmunológico que se encargan de la producción de anticuerpos en respuesta a la detección de antígenos. Estos anticuerpos se unen a los antígenos y ayudan a neutralizar o eliminar el patógeno. Los linfocitos T, por otro lado, se dividen en dos tipos: T citotóxicos, que destruyen las células infectadas directamente, y T colaboradores, que ayudan a coordinar la respuesta inmune activando otras células, como los linfocitos B y los macrófagos. Ambos tipos de linfocitos son esenciales para la inmunidad adaptativa.
Una reacción alérgica, o hipersensibilidad, es una respuesta exagerada del sistema inmunológico ante sustancias generalmente inofensivas, como el polen, los ácaros del polvo, ciertos alimentos o medicamentos. El sistema inmunológico produce anticuerpos llamados IgE, que provocan la liberación de sustancias como la histamina, causando síntomas como picazón, estornudos, hinchazón, y en casos graves, dificultad para respirar (anafilaxia). La hipersensibilidad puede ser de varios tipos, siendo la más común la tipo I, asociada con las alergias.
Sustancia biológica que se administra para estimular al sistema inmunológico a producir defensas (anticuerpos) contra una enfermedad específica, generalmente sin causar la enfermedad. Se utiliza para prevenir infecciones.
Proteína producida por los linfocitos B del sistema inmunológico en respuesta a un antígeno (como bacterias, virus o toxinas). Su función es reconocer y neutralizar esos agentes extraños.
Tipo de célula del sistema inmunitario que fagocita (engulle y destruye) microorganismos, células muertas y otros desechos. También ayuda a activar otras células inmunitarias presentando fragmentos del antígeno.