Portada » Griego » Vestimenta y Sociedad en Grecia y Roma Antiguas: De la Ciudadanía al Ritual
En la sociedad griega, las mujeres no gozaban de ciertas prerrogativas. El mito de Acteón, joven crudamente castigado por la diosa Diana, prohibía el desnudo de la mujer ciudadana, invariablemente casta. De hecho, la obra de arte más subversiva y escandalosa de la historia antigua de Grecia es una mujer desnuda.
Si comparamos la Afrodita Knidia (obra de Praxíteles) con sus equivalentes masculinos (ejemplo: el Doríforo de Policleto, o el Hermes del mismo Praxíteles), nos comunican actitudes diametralmente opuestas:
El griego más admirado cambió la imagen de los griegos. Antes de él, los griegos se peinaban con barba, pero como Alejandro se afeitó, todos los griegos y, después, los romanos, rechazaron la pilosidad facial. La moda de la cara tersa se extendió durante unos cuatro o cinco siglos, rechazada solamente por los filósofos, pues consideraban que la barba, al crecer naturalmente sobre el rostro masculino, ofrece una imagen más natural y humilde.
Los romanos, poseedores del primer imperio bien comunicado, legaron a la Historia una cultura de síntesis que combina rasgos mediterráneos, nórdicos y orientales. No obstante, como el arte helenístico gozaba del mayor prestigio entre nuestros antepasados latinos, también el vestir romano se relaciona mayormente con el griego que con el de sus vecinos bárbaros.
El ajuar de los romanos pudientes ha crecido considerablemente comparado con el griego. La ropa interior, aunque muy sencilla (meras bandas de tejido que sujetan el pecho o protegen el sexo) y en ningún caso prendas antropomorfas, dio lugar a un número sorprendente de términos:
Las túnicas son igualmente diversas, casi siempre más cortas para el hombre que para la mujer.
El manto más famoso de los romanos, y quizás de todos los tiempos, fue la toga, símbolo de la ciudadanía masculina (fig. 9). Era un inmenso y pesado chal, siempre de lana y blanco, que daba trabajo al artesanado más próspero de las ciudades romanas: el gremio de los lavanderos de togas, que las blanqueaban con orines y otros productos repelentes.
La toga era obligatorio vestirla con la ayuda de una mujer o un esclavo a causa de sus dimensiones y peso, y suele escribirse que las estatuas de los emperadores servían de modelo para ajustarla con propiedad. A partir del siglo III EC detectamos su declive en favor de una toga menos ampulosa (toga contabulata: fig. 18), pero sobre todo fue exonerada por el sencillo palio griego, de lejos más ligero y manejable (fig. 4). No hay nada especial que decir sobre las túnicas romanas masculinas, en principio idénticas a las griegas.
Por su parte, las mujeres ciudadanas presumían de su envidiable condición con el vestido llamado estola, de morfología aún no esclarecida, posiblemente una túnica con tirantes, con cola o con ambas cosas. Sabemos que la estola poseía institae, pero ¿a qué se refiere este término?, se preguntan los estudiosos del vestido (fig. 8).
El manto femenino es el mismo palio que usaban las griegas; las romanas lo denominaban palla (fig. 6). En cuanto al peinado, este fue muy imaginativo en los siglos gloriosos del Imperio (fig. 10 y 11), aunque gozaba de mayor fama el moño sencillo.
En Roma, mediante una dedicatoria, las jóvenes consagraban a la diosa Virgo (Fortuna Virginalis) sus ropas infantiles y eran investidas con la estola de la matrona. Una ceremonia similar para los muchachos consistía en vestir por primera vez la toga y la consagración de la primera barba. Esta celebración masculina, conocida ya en Grecia, se denominaba depositio barbae.
La víspera de la celebración, la novia se acostaba con una redecilla y la túnica dicha recta, blanca y sencilla, sin adornos. La tradición exigía que tanto la redecilla como la recta hubieran sido tejidas por la propia novia en el antiguo telar vertical.
A la cintura, un simple cíngulo de vellón (como en nuestros antiguos trajes de comunión) atado con el nudo de Hércules promovía mágicamente la fertilidad, pues el imbatible héroe mitológico llegó a engendrar setenta vástagos.
El color blanco estaba asociado en Roma a la pureza, la castidad y los dioses favorables, y simbolizaba la inmadurez sexual. Ya entonces la prenda nupcial más característica de la desposada era el velo; pero mientras las cristianas se ocultaban con un velo blanco, las novias paganas se celaban tras un velo amarillo anaranjado.
