Portada » Historia » Conflictos y Renovación Espiritual en la Iglesia Medieval: De las Cruzadas al Cisma de Occidente
La expansión del Islam generó tres consecuencias principales para Occidente:
Desde el siglo VIII, los reinos cristianos iniciaron la reconquista de las tierras ocupadas por musulmanes.
En 1095, el Papa Urbano II predicó en el Sínodo de Clermont la convocatoria de la Primera Cruzada, con el objetivo de socorrer a los cristianos de Oriente y reconquistar los Lugares Sagrados. A raíz de estos movimientos, nacieron Órdenes militares, como los Templarios.
Los cruzados conquistaron Jerusalén en 1099. Sin embargo, Saladino la reconquistó dos años después (según el relato original).
Aunque se llevaron a cabo ocho cruzadas, la mayoría fueron militarmente un fracaso. No obstante, las cruzadas fortalecieron el liderazgo del Papa y mantuvieron abiertas importantes rutas comerciales.
A partir del siglo XII, surgieron movimientos que desafiaron a la Iglesia, buscando una imitación más fiel de la pobreza de Jesús. Los principales grupos heréticos fueron los valdenses, los cátaros y los albigenses.
Para combatir estas disidencias, la Iglesia fundó el Tribunal de la Inquisición (del latín Inquisitio, que significa ‘búsqueda’). Esta institución judicial se encargó de juzgar y sentenciar a los culpables de herejía.
Por otra parte, se produjo un enfrentamiento entre el Papa y el rey francés Felipe IV. Tras estos conflictos, fue elegido un papa francés que trasladó la residencia papal a Aviñón.
El siguiente, el Papa Gregorio XI, regresó a Roma, y hubo revueltas para que se quedara definitivamente. Tras su muerte, la situación se complicó: los cardenales franceses escogieron a un Papa francés, mientras que los cardenales romanos escogieron a Clemente VII. Así se produjo el Cisma de Occidente.
La solución definitiva llegó en 1414, durante el Concilio de Constanza, donde se eligió a un nuevo y único Papa, poniendo fin a la división.
Giovanni di Bernardone nació en 1182 en Asís, un pequeño pueblo en el centro de Italia. Su padre era comerciante de telas en Francia, razón por la cual se le conoció como Francesco (el Francés).
Desde pequeño, soñaba con ser un gran caballero e ir a las cruzadas. Durante la guerra entre Asís y Perugia, fue hecho prisionero y enfermó gravemente. Fue en este periodo cuando experimentó su vocación.
Un día se encontró con un leproso que pedía limosna, un encuentro que él interpretó como un encuentro con Jesús. Sintió que Dios le invitaba a vivir pobre y entregado. Se acercaba diariamente a San Damián, una iglesia en ruinas, donde creyó oír la llamada de Dios para reconstruir su Iglesia. Inicialmente, comenzó a reconstruir pequeñas edificaciones, pero pronto se dio cuenta de que lo que Dios le pedía era reconstruir a las personas.
Su primer compañero fue Bernardo de Quintavalle, quien vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Así surgió un grupo que se dedicaba a:
Deseaban vivir radicalmente el evangelio de Jesús, renunciando a toda riqueza o posesión. Francisco solo llegó a ser Diácono, pues se consideraba indigno del sacerdocio.
El número de compañeros aumentó notablemente, y en 1209 surgió oficialmente la Orden Franciscana. Entre sus escritos más famosos se encuentra el Cántico de las criaturas. Tras su muerte, fue canonizado por el Papa Gregorio IX.
Catalina de Siena nació en la ciudad de Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Era la última hija de 25 hermanos.
A los doce años, sus padres le eligieron un esposo. Ella les comunicó su deseo de no casarse y de consagrarse a Dios. Tras su negativa, sus padres insistieron y la obligaron a realizar las tareas domésticas más pesadas. Sin embargo, lo único que lograron fue que ella se encerrara en sí misma, dedicándose solo a Dios.
De este castigo y aislamiento, descubrió la necesidad de “adentrarnos en la celda interior”, para ser conscientes de lo que somos y de quién es Dios.
A los dieciocho años, contactó con mujeres seglares y comenzó a convertirse en el centro de un grupo de personas que aspiraban a una vida espiritual más intensa. Viendo que era necesario comunicar el amor de Dios a los hombres, comenzó a visitar presos en cárceles y lugares de condena.
Ante su fama creciente, fue llamada a Florencia por el capítulo de los dominicos, de quienes recibió apoyo y reconocimiento. De regreso a Siena, se encontró con la Peste Negra. Pese a su frágil salud, su fortaleza interior la impulsó a afrontar otros retos.
Mediante conversaciones y cartas, ejerció su mediación en disputas. Fue consejera y mediadora desde su experiencia de Dios, buscando el bien y la salvación de todas sus criaturas, y denunciando la corrupción, la mentira y el fraude, incluso ante el Papa.
Aunque era analfabeta, dictó sus pensamientos en un maravilloso libro titulado El Diálogo, donde expuso la relación de Dios con el hombre, además de 375 cartas. Falleció en Roma a los 33 años, con el peso de ver a la Iglesia dividida (durante el Cisma de Occidente).
