Portada » Filosofía » Medicina Mapuche: Cosmovisión, Salud Integral y Conexión Chamánica
La medicina mapuche no solo tiene una visión local y puntual de la enfermedad, sino que la comprende en relación con el grupo y sus miembros, con el medio natural, con el mundo de creencias y con el cosmos (con el Ser Superior). Por ello, para rearmonizar una situación alterada, no solo se utilizan medios botánicos, sino además ritos y ceremonias que reúnen a la comunidad alrededor de prácticas ancestrales, vitales para asegurar las curaciones y la propia existencia del pueblo mapuche como tal.
En la medicina mapuche, el o la Machi es la persona encargada de llevar a cabo los rituales terapéuticos y todas aquellas acciones destinadas tanto al conocimiento específico de la enfermedad (entendiendo lo específico como aquello que engloba al ser de forma integral en su relación con la multirrealidad) como a su erradicación. Pero, como en las culturas tradicionales, al hablar de salud se va más allá del simple bienestar del cuerpo. Los especialistas, o etnomédicos, no solo trabajan para reequilibrar a la persona aquejada de problemas y enfermedades, sino que piensan en el grupo y en las correctas relaciones de las personas y el colectivo con el medio y con los recursos, de acuerdo con las normas.
Si Peter Brown (1998) señala como etnomedicina el sistema terapéutico surgido dentro de las características particulares de un grupo (en relación con su cultura), la medicina tradicional mapuche, además de ser eso, se caracteriza por una estrecha, profunda y necesaria relación con la tierra, con la naturaleza y con las tradiciones. Nada de lo que le ocurre a un mapuche está desligado de lo natural y de lo espiritual, en íntima relación con lo social. “La relación y entendimiento entre la gente y la naturaleza proviene de un saber milenario que se adquiere por intermedio de la observación y de la espiritualidad, es el kimun, conocimiento que luego se transmite de manera oral entre las generaciones, transformándose con el correr del tiempo en normas y valores de conducta que tenemos que respetar” (Chihuailaf, 1999: 193).
En el libro de Mircea Eliade (2001), El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, se habla de un panchamanismo. El autor señala las semejanzas de dicho sistema (o institución, como lo llaman Ochoa (2003) y Junquera (1991)) de norte a sur en todo el continente americano, destacando en el chamanismo araucano la ceremonia del Nguellatun, destinada a fortalecer las relaciones entre el Ser Superior y la comunidad. Dice Eliade: “Es sorprendente la semejanza entre este ritual araucano y el sacrificio altaico del caballo, seguido del viaje celeste del chamán hasta el palacio de Bai Ulgän. En ambos casos se trata de un ritual común y periódico destinado a presentar al Dios celeste los deseos de la tribu. En uno y otro, el chamán es el que desempeña el principal papel” (Eliade, 2001: 261).
En su estudio del chamanismo harakmbut (Amazonía peruana), el Dr. Carlos Junquera (1991) señala que el especialista realiza una múltiple función con base en su misión equilibradora, no solo de la salud individual, sino también social y de todos los elementos de la realidad amplia.
Por su parte, el Dr. Juan Carlos Ochoa (2003) subraya la función del chamán como catalizador de todos los procesos locales de la comunidad: individuales, sociales, naturales y cósmicos, con el fin de asegurar el equilibrio entre las fuerzas opuestas-complementarias, un equilibrio dinámico que une y relaciona todos los planos de la Gran Unidad.
Desde una perspectiva actual y multicultural, el sistema médico tradicional mapuche no solo constituye una etnomedicina rica, variada y bien conservada, con elementos emparentados con otras etnomedicinas americanas y posiblemente siberianas (Eliade, 2001) —hecho que interesa a la antropología—, sino que demuestra su validez para tratar los problemas en materia de salud de ese pueblo, según su tradición.
Lejos de parcelar, dividir y separar el objeto para realizar catalogaciones y estudios especializados del ser, del mundo y de sus problemas, la medicina tradicional es integradora, relacionadora (como la medicina tradicional china) y atenta a los cambios constantes, teniendo presente que la salud no solo es el estado del bienestar particular de los individuos, sino el equilibrio de todos con la naturaleza, con las creencias y con el cosmos.
Las etnomedicinas de las distintas culturas del planeta, a mi juicio, no solo suponen aspectos de culturas que, como tales, hay que conservar, sino también alternativas terapéuticas válidas dignas de estudio y profundización para, junto con la medicina denominada científica u oficial, aportar nuevas soluciones para las enfermedades y nuevos enfoques de la salud en un mundo cada vez más mezclado, cambiante y complejo. Señalemos como ejemplo la difusión y el acogimiento mundial de la medicina tradicional china que, ya como medicina intercultural, se practica en casi todos los países del planeta como una medicina independiente pero perfectamente compatible con la científico-tecnológica y otras (Aparicio, 2004).
