Portada » Educación Artística » De Mesopotamia a Grecia: El Nacimiento del Pensamiento Científico
La aparición de las primeras explicaciones sobre la naturaleza se remonta a las observaciones iniciales de fenómenos naturales y a la invención de los primeros instrumentos rudimentarios. Sin embargo, las primeras manifestaciones de la ciencia deben buscarse en las antiguas civilizaciones de Mesopotamia y Egipto.
Hacia el 4500 a. C., en Babilonia, se establecieron unidades fijas de medida de longitud, peso y capacidad. También se fijó la medición sistemática del tiempo con los primeros calendarios, se desarrolló la predicción de eclipses y se crearon los primeros mapas astronómicos. El objetivo de estos últimos era principalmente astrológico: prever el futuro a partir de los movimientos de los astros.
Estas civilizaciones alcanzaron un alto grado de desarrollo tecnológico antes del 1500 a. C., con invenciones como la rueda, el barco de vela, la balanza, el telar y el almanaque anual. No obstante, aún no eran conscientes de la importancia de estos avances y atribuían el origen de sus conocimientos a los dioses.
El origen de la ciencia como conocimiento racional se atribuye a la civilización griega. Los primeros filósofos fueron llamados por Aristóteles los «físicos», ya que buscaban el principio explicativo de la naturaleza, el elemento del que todas las cosas se componen y la causa de todo lo que existe.
Platón y Aristóteles introdujeron el concepto de ciencia como episteme: un conocimiento de lo universal y necesario, aquello que permanece inmutable en la realidad. La astronomía y la física aristotélica, con su descripción sobre la estructura del universo, el movimiento y sus causas, se convirtieron en el modelo imperante durante toda la Edad Media, hasta la llegada de la Revolución Científica.
Si bien en el periodo clásico destacó el desarrollo de grandes sistemas filosóficos, fue durante el periodo helenístico cuando se produjeron los mayores avances científicos concretos. La vida intelectual se desplazó desde Atenas hacia Alejandría, donde la dinastía ptolemaica había impulsado el desarrollo de las investigaciones técnicas y científicas.
En Alejandría se construyó un «Museo» (dedicado a las musas), que albergaba una Biblioteca con hasta 900.000 volúmenes, concentrando casi todo el saber del mundo antiguo. Este complejo incluía salas de estudio, un jardín botánico y zoológico, y salas de investigación, contando con los medios técnicos más avanzados de la época. Por este motivo, la mayoría de los intelectuales griegos se trasladaron a Alejandría, ciudad que se convirtió en el epicentro del auge de la ciencia antigua.
