Portada » Griego » Hades, Señor del Inframundo: Mitos, Origen y el Rapto de Perséfone
Hades es hijo de Crono y Rea. Crono, temeroso de correr la suerte que él mismo había dispensado a su propio progenitor, tomó la decisión de ir devorando a todos sus hijos a medida que estos iban naciendo, de modo que ninguno de ellos pudiera desafiarle y arrebatarle el poder una vez llegado a la edad adulta. De este modo, el pequeño Hades fue engullido por el poderoso Crono.
Sin embargo, Zeus, otro de los hijos de Crono y Rea, consiguió sobrevivir gracias a un engaño de su madre, Rea, y al llegar a la edad adulta, desafió y derrotó a su padre, liberando a todos sus hermanos de las entrañas de Crono. De este modo, Hades quedó libre y se unió a su hermano Zeus en su lucha contra los Titanes para hacerse con el control del mundo, la guerra conocida como la Titanomaquia.
El dios Hades poseía un arma única, forjada por los Cíclopes en las fraguas de las entrañas de la tierra: un casco de invisibilidad. Oculto gracias a los poderes de este artefacto, logró infligir grandes daños a sus enemigos.
Tras la victoria de Zeus, este decidió repartir el universo con dos de sus hermanos. Eligió para sí mismo los cielos, mientras reservaba el gobierno de las aguas y los océanos a Poseidón. A Hades le correspondió el mando sobre el mundo subterráneo, lugar al que se dirigían las almas de los mortales tras su muerte. De este modo, el dios Hades se convirtió en el Señor de los Infiernos.
Como hemos señalado, Hades rara vez abandonaba su morada en los Infiernos, por lo que, en comparación con otras divinidades, no son muchos los mitos en los que este dios ocupa un papel protagonista. De estos escasos mitos destacan sin duda los siguientes:
El mito más relevante es el relativo al rapto de la que se convertiría en su consorte, Perséfone, una diosa que, a diferencia de su esposo, recibió numerosos cultos en diversos puntos del Mediterráneo.
Perséfone era hija de la diosa Deméter, patrona de la agricultura y la fertilidad. La joven, hermosa y despreocupada, se encontraba paseando y recogiendo flores por los campos de Nisa, en Sicilia, cuando el dios Hades la observó desde su trono en el Reino de los Muertos. Al instante, el dios quedó prendado de la belleza de la joven y decidió convertirla en su esposa.
Hades montó en su carro y espoleó a sus caballos para dirigirse hacia los campos de Sicilia a toda velocidad. La joven Perséfone sintió cómo la tierra temblaba bajo sus pies. Frente a ella, se abrió una enorme grieta por la que surgió Hades montado en su carro tirado por caballos infernales. Antes de que Perséfone pudiera reaccionar, el dios la cargó en el vehículo y regresó con ella a su palacio subterráneo.
Al pasar los días y comprobar que su hija no regresaba a su hogar, la diosa Deméter inició un largo peregrinaje por el mundo en su busca. Pese a que consultó a todos los dioses y hombres que se cruzó en su camino, ninguno pudo darle noticia alguna del paradero de la joven Perséfone. La diosa, enfurecida por la desaparición de su hija, retiró sus favores a la tierra y la condenó de este modo a un invierno eterno. Los campos dejaron de producir frutos y los humanos comenzaron a morir de hambre.
Solo la intervención de Zeus, que descubrió la presencia de Perséfone en el Inframundo, solucionó el conflicto. Por medio de su mensajero, el dios Hermes, Zeus pidió a Hades que permitiera que la joven regresara con su madre. El astuto dios de los muertos, temeroso de una posible represalia por parte de Zeus, accedió, pero ingenió una estratagema para lograr que Perséfone siguiera junto a él.
A sabiendas de que cualquiera, dios o mortal, que tomase algún alimento en el Infierno tendría que permanecer en él, Hades le ofreció a Perséfone antes de su partida un grano de granada. La joven, confiada, se comió el dulce fruto y trató de regresar con su madre. Sin embargo, las leyes del Infierno eran muy claras para todos aquellos que hubiesen probado algún alimento en el Reino de los Muertos. Perséfone estaba atada al reino subterráneo para toda la eternidad.
Para evitar la cólera de Deméter, Zeus logró que Hades y ella llegaran a un compromiso. Perséfone pasaría en el Infierno junto a su esposo un tercio del año, y regresaría a la tierra el resto del tiempo. Hades y Deméter aceptaron la decisión de Zeus.
De esta manera explicaban los antiguos griegos la sucesión de las estaciones. Mientras Perséfone está junto a Hades, Deméter, entristecida por la ausencia de su hija, niega sus frutos a la tierra, produciéndose el invierno. Sin embargo, cuando Perséfone regresa junto a su madre, esta se llena de alegría y bendice a los mortales con la abundancia de la primavera.
Otro de los mitos que los griegos contaban acerca del dios Hades estaba relacionado con las aventuras del héroe ateniense Teseo y su descenso a los Infiernos. Teseo y su compañero Pirítoo decidieron demostrar su valía raptando y desposando a dos hijas de Zeus. Mientras Teseo escogió a Helena, hija de Zeus y Leda, Pirítoo escogió para sí a Perséfone, hija de Zeus y Deméter según algunas versiones del mito.
Teseo logró su objetivo: raptó a Helena mientras aún era una niña y la dejó prisionera en su palacio de Atenas. Tras esto, decidió colaborar con su amigo Pirítoo en la consecución del objetivo. Los dos amigos descendieron juntos al Infierno para raptar a Perséfone. Sin embargo, el dios de los muertos conocía sus intenciones de raptar a su esposa, por lo que, fingiendo que les ofrecía una cálida acogida en su morada, les pidió que tomaran asiento en sendos tronos.
En el momento en el que los dos héroes se sentaron, enormes serpientes surgieron del suelo y se enroscaron en torno a los dos compañeros, aprisionándolos. Otras fuentes cuentan que el héroe quedó aprisionado al sentarse en una roca para descansar y no poder levantarse de esta, mientras Pirítoo era arrastrado a las profundidades del Infierno por las Furias.
Aunque Teseo fue posteriormente rescatado por Heracles en uno de sus doce trabajos, Pirítoo quedó atrapado en los Infiernos, condenado por toda la eternidad por la impiedad de haber ofendido a un dios tratando de raptar a su esposa.
El dios Hades jugó un papel de especial relevancia en el mito del poeta Orfeo. Tras perder a su amada Eurídice por la picadura de una serpiente venenosa, Orfeo, desesperado, decidió descender a los Infiernos y suplicar al Señor de los Muertos que le devolviera el alma de su esposa.
El camino a los Infiernos no resultaba sencillo para un simple mortal. El poeta tuvo que convencer al barquero Caronte para que le ayudara a cruzar en su embarcación el río que separaba el mundo de los vivos del de los muertos, y, una vez allí, dormir con el sonido de su lira al gigantesco Cancerbero, el guardián de las puertas del Reino de las Sombras.
Tras superar estos obstáculos en su camino, Orfeo consiguió que el dios Hades le recibiera en su palacio. A sabiendas de que el rey del Inframundo era implacable en lo relativo al destino de las almas, Orfeo decidió utilizar el único arma en cuyo manejo sabía poseer una maestría absoluta: su lira.
Con su canto y el sonido de este instrumento musical, Orfeo logró ablandar el corazón de Hades. El dios, conmovido por la belleza del canto de Orfeo, le concedió que regresara al mundo de los vivos llevándose consigo el alma de Eurídice. Sin embargo, le puso una condición al poeta: en su camino de salida de los Infiernos, no debía mirar hacia atrás en momento alguno, o el alma de Eurídice quedaría para siempre encerrada en el Mundo de los Muertos.
Lleno de dicha, Orfeo emprendió el camino de regreso. Sin embargo, pronto le asaltaron las dudas acerca de la veracidad de las palabras de Hades. El poeta, desconfiado, miró hacia atrás solo un instante, solo para comprobar cómo el alma de Eurídice era arrastrada de vuelta a los Infiernos. Hades había cumplido su amenaza; la joven permanecería en el mundo subterráneo toda la eternidad.
Aunque Orfeo perdió de este modo su oportunidad para resucitar a Eurídice, sus destinos volverían a unirse en el futuro. Tras la definitiva pérdida de su amada, Orfeo se dedicó a vagar por los campos, rechazando todo contacto con las mujeres. Por este motivo, fue asesinado por una turba de Ménades furiosas, que se habían sentido despreciadas por el poeta. De este modo, Orfeo volvió a descender al Mundo de los Muertos, donde pudo reencontrarse con Eurídice, de la que no se separaría jamás.