Portada » Español » La Influencia del Sociologismo en la Criminología: Teorías y Representantes Clave
La Biología y la Sociología modernas quedaron constituidas en sus líneas generales en la segunda mitad del siglo XIX. Los primeros logros de esas disciplinas llenaron de entusiasmo a sus cultores, al extremo de que ellos perdieron una visión realista acerca de lo que se podía alcanzar con su ciencia, sobre todo en aquel momento. Se inclinaron a generalizaciones prematuras que luego la crítica demolió, aunque, como es natural, no totalmente, pues no todo lo que se hizo concluía en afirmaciones erróneas. Algunas exageraciones perturbaron momentáneamente el desarrollo de la ciencia, pero casi siempre tuvieron el mérito de atraer la atención hacia problemas especiales.
Lo anterior, como vimos, es aplicable al antropologismo; pero también al **sociologismo** y, en lo que nos concierne, a este cuando fue aplicado al estudio de las causas del delito. Las tendencias sociologistas —englobando bajo tal denominación a todas las que afirman, en la determinación de la conducta humana, el predominio de los **factores que provienen de la organización y funcionamiento de la sociedad**, sobre los que se originan en el individuo— fueron numerosas a fines del siglo pasado y durante lo que va del presente. Eso se debe, entre otras razones, a la mayor integración actual del individuo en la sociedad, lo cual implica asimismo mayor dependencia.
Hay otros hechos que contribuyen al auge del sociologismo. Por ejemplo, la influencia que en política y en economía han adquirido las corrientes socialistas, sobre todo de tinte marxista, y el hecho de que muchos de los profesores e investigadores de Criminología provengan del campo de la Sociología, lo que es particularmente notorio en Estados Unidos. Veremos luego que de este país provienen las teorías más novedosas e importantes del sociologismo contemporáneo en Criminología.
El primer brote sistemático de sociologismo en Criminología está representado por la denominada **escuela francesa**, que surgió paralelamente a las tesis de Lombroso. La denominación implica ciertamente una generalización infundada, como aquella que llevó a que se diera el nombre de escuela italiana a la corriente del antropologismo lombrosiano, pese a que en Italia había notables sociologistas. Sin embargo, el nombre de escuela francesa es generalmente admitido para designar al conjunto de autores y doctrinas que, desde el Primer Congreso de Antropología Criminal (1885), se opusieron radicalmente a las teorías de Lombroso y sus seguidores. Hay que reconocer que la mayoría y los más significativos de tales opositores eran de nacionalidad francesa.
Como hace notar Bonger (1), el hecho de que los investigadores franceses concedieran particular relieve a los factores ambientales era consecuencia de una larga tradición, afirmada especialmente por biólogos como Lamarck y Pasteur, quienes habían comprobado la importancia del medio al estudiar la evolución de las especies y el origen de las enfermedades infecciosas, respectivamente. Francia había sido, además, cuna de la Sociología científica y de doctrinas políticas y económicas socialistas.
No es, por tanto, contradictorio, que el jefe del sociologismo criminológico francés haya sido un médico forense: **Lacassagne**. Su teoría ha sido llamada **microbiológica**, pues equipara a los delincuentes con los microbios, los que no dañan a menos que se encuentren en el medio adecuado, se reproducen y actúan en el caldo de cultivo favorable. Así, dice:
“Lo importante es el medio social. Permítaseme una comparación tomada de la teoría moderna. El ambiente social es el medio en que se cultiva la delincuencia; el microbio es el elemento delictivo que carece de importancia hasta el día en que encuentra el cultivo favorable a su multiplicación. Creemos que el delincuente, con sus características antropométricas y las demás, solo tiene una importancia muy secundaria. Además, todas esas características se pueden encontrar en personas absolutamente honestas” (2).
De allí la célebre consecuencia: Las sociedades tienen los delincuentes que merecen. Desde el primer momento, se hizo notar a Lacassagne que si bien el caldo de cultivo puede activar la multiplicación y toxicidad de los microbios, no los crea por generación espontánea, sino que los supone ya existentes junto con una particular capacidad de dañar.
Junto a Lacassagne, hay que tratar a **Gabriel Tarde**, uno de los críticos más enconados de Lombroso, con quien sostuvo polémicas durante cerca de un cuarto de siglo. Para Tarde, los factores determinantes de la conducta humana provienen de la sociedad a través de la **imitación**. A esta palabra hay que darle un significado más amplio que el que hoy tiene. En Tarde, la palabra imitación engloba todos los procesos de contagio y copia, se trate de ideas, de sentimientos o de acciones, procesos que ahora son llamados, respectivamente, sugestión, simpatía e imitación (strictu sensu).
Para Tarde, toda la conducta social puede explicarse a través de los mecanismos de **creación e imitación**. La creación es propia de individuos especialmente dotados que son seguidos por la masa, la que copia, pero no siempre comprende las innovaciones. La vida social no da lugar solo a procesos de repetición, sino también de oposición y de adaptación.
También el delito es resultado de la imitación, en lo fundamental. Eso explica no solo la limitación de las formas en que el delito se presenta y de los medios con que se comete, sino la aparición de verdaderas olas de criminalidad. Las innovaciones son pocas, pero se difunden con gran rapidez.
Es indudable que la teoría de Tarde tiene mucho de verdadero: diariamente se comprueba la importancia de la imitación en la determinación del delito y en la limitación de las formas en que aparece. Pero peca de exagerada:
Los problemas del contagio social y, en especial, del criminal, fueron expuestos también por **Gustavo Le Bon**, al tratar de las multitudes de todo tipo, incluyendo las que cometen delitos (4).
Si, por uno de sus lados, la teoría de Tarde se opuso a la escuela lombrosiana, por otro hizo lo mismo con las de su compatriota, el sociólogo **Emilio Durkheim**. Este admite como hecho social normal a todo el que aparece generalmente en la sociedad; por eso considera que el delito es un **fenómeno social normal** y no patológico, opinión que ha sido muy fértil en el nacimiento de polémicas.
Pero donde mayores aportes dio a la Criminología fue en su estudio sobre las causas del **suicidio**. Este, para Durkheim, no depende de causas individuales (enfermedades mentales, trastornos pasajeros, sentimientos contrariados, raza, herencia, etc.) sino de la **estructura y funcionamiento de los grupos sociales**. Para demostrarlo, utilizó estadísticas a las que sometió a agudo análisis. De ellas resulta, por ejemplo, que los católicos dan menos suicidios que los protestantes y ambos, que los no creyentes. Es clara también, dice Durkheim, la influencia del estado civil, pues los casados dan menos suicidios que los que pertenecen a otros estados. Las épocas de graves perturbaciones sociales son más propicias al suicidio que las de paz y prosperidad. En todos estos casos, lo importante es la **adaptación social** y la **integración**; las personas que encuentran mayor posibilidad de adaptación y las que están más fuertemente integradas son las menos proclives al suicidio (5). Este extremo sociologismo deja de lado los factores individuales y allí se encuentra su punto débil.
Alemania fue siempre poco propicia para las teorías de Lombroso, quien encontró allí pocos seguidores y de escasa importancia. Por el contrario, allí echaron fuertes raíces las corrientes sociologistas, sobre todo después de que se divulgaron las doctrinas marxistas.
Dentro de esta línea, el principal representante del sociologismo alemán en Criminología es **von Liszt**, quien es también uno de los mayores juspenalistas de todos los tiempos. Von Liszt comienza afirmando, como lo hizo Ferri, que el delito es esencialmente un **fenómeno de la vida social**. Pero, en cuanto a las causas, rechaza la división tripartita del penalista italiano y las distribuye en solo dos grupos: **individuales** y **sociales**. Las primeras tienen su centro en la persona, provienen de ella; las segundas se originan en el medio en que se vive. Ambos tipos de causas concurren a determinar el delito.
“La observación nos enseña que cada delito particular resulta de la cooperación de dos grupos de condiciones: de una parte, de la propia naturaleza individual del delincuente; de otra parte, de las condiciones exteriores, físicas y sociales, sobre todo económicas, que lo rodean” (6).
De manera general, de entre estas causas, tienen mayor importancia las de tipo **social-económico**. No existen tendencias innatas al delito: depende “de las relaciones exteriores, de los destinos vitales de los hombres en su totalidad, el que la perturbación del equilibrio conduzca al suicidio, a la locura, a graves dolencias nerviosas, a enfermedades somáticas, a un modo de vida errante y aventurero o al delito” (7).
Pero si lo anterior es verdad de modo general, en la masa de los delitos, von Liszt cree que el tipo de las causas que han tenido mayor peso en cada caso concreto, no puede ser determinado sino después de un análisis del mismo. Como resultado de sus estudios, von Liszt afirma que en algunos individuos priman las circunstancias del momento, que empujan al delito: son estos los **delincuentes llamados ocasionales**. Pero, en otros, la criminalidad tiene su fuente en profundas características individuales, las que condicionan una grave proclividad al delito: son los llamados **criminales por tendencia**. Entre estos, hay que distinguir los corregibles, de los incorregibles. Esta clasificación tiene en mira no solo las causas del delito sino las medidas que deben adoptarse para combatirlo.
La mayor parte de los autores citados en este capítulo, tomaron en cuenta las condiciones sociales en conjunto. Pero ya en von Liszt se advierte particular énfasis en los factores económicos. Tal relieve es aún mayor en los autores inspirados en el socialismo marxista. Para ellos, “la sentencia de Lacassagne: ‘cada sociedad tiene los delincuentes que merece’ se debe leer, de acuerdo con la teoría de Marx, como sigue: ‘Cada sistema de producción (v. gr. el feudal, el capitalista, etc.), tiene los **delitos que merece**’ ” (8).
Si bien las concepciones criminológicas de tipo economicista comenzaron a surgir a mediados del siglo XIX, adquirieron relieve como reacción ante el lombrosianismo. Los autores que se citan enseguida, aunque se inspiraron en el marxismo, no se atuvieron estrictamente a él.
Quien ha estructurado una teoría más coherente, ya en este siglo, es el criminólogo holandés **Bonger**, quien afirma que el moderno incremento de la criminalidad se debe esencialmente a **causas económicas**. Según él, el hombre posee instintos egoístas y altruistas; unos se manifiestan más que otros de acuerdo a las oportunidades e impulsos del medio ambiente. Si este favorece el mayor desarrollo, el predominio de los **instintos egoístas**, no podrá menos que favorecer simultáneamente el incremento del delito. Eso es lo que hoy ocurre como consecuencia de las contraposiciones creadas por el **sistema capitalista**, en el cual el bienestar de uno resulta de los perjuicios ocasionados a los demás, en un medio favorable al cultivo del egoísmo. Tales contraposiciones son:
Pero no se trata solo de lo anterior. Bonger analiza varias otras causas favorables al delito. Por ejemplo, los niños se ven obligados a trabajar prematuramente; abandonan el hogar y escapan a su control, dejan sus estudios y concluyen en ambientes nocivos, desde el punto de vista moral, para el desarrollo infantil y juvenil. También las mujeres abandonan el hogar; aparecen, en los extremos de la escala económica, dos grupos parasitarios que viven a expensas del resto de la sociedad: los excesivamente ricos y, por otro lado, los vagos y mendigos (9).
Es sumamente difícil conseguir datos e informes sobre la criminalidad y la Criminología en los regímenes comunistas. En 1966, apareció el primer tratado ruso de Criminología con autorización oficial. En 1967 sucedió lo mismo con el primer tratado publicado en la República Democrática Alemana (10). En ambos, se sostiene que el delito es consecuencia de la **organización burguesa**; si persiste en las naciones comunistas actuales es porque quedan todavía remanentes del capitalismo burgués o hay desviacionismo ideológico o contagios de falsos modelos; “después de la realización perfecta del socialismo, no habrá criminalidad, en contraste con la suposición de criminólogos burgueses que aceptan la criminalidad como eterna en la sociedad” (11).
Los métodos son los propios del materialismo histórico y la dialéctica. Las causas del delito son esencialmente sociales sin que se dé importancia a los factores individuales. Por eso, la obra rusa dice: “Mientras que la Criminología burguesa concentra su atención en la personalidad delincuente con lo que, en la mayoría de los casos, deja a un lado las cuestiones relacionadas con las verdaderas causas en la sociedad burguesa, o también, si se trata de las causas de la criminalidad, las analiza desligadas de la forma de ser del capitalismo como orden social, la Criminología soviética investiga la criminalidad como… un **fenómeno social**” (12).
La mayor importancia reconocida a los **factores sociales** sobre los individuales, en los procesos delictivos, es común entre los criminólogos norteamericanos; las excepciones son pocas. No siempre se han producido teorías bien estructuradas para sostener una posición sociologista, pero esta se puede inferir fácilmente revisando las obras, los temas que ellas tratan y la actitud con que se encaran las diversas causas del delito (13).
Consideración especial merecen las doctrinas de **Sutherland**, seguidas por su discípulo Cressey, y de Robert Merton. Sutherland considera que la causa principal del delito se halla en la **desorganización social** y en los conflictos que de ella resultan. Aparecen modelos de conducta criminal que son seguidos por las personas que tienen una particular receptividad para ellos. A su vez, esa receptividad se halla determinada por otros agentes sociales como la familia, la educación escolar, las influencias de la vecindad, etc. Dentro de esta concepción adquieren particular relieve las organizaciones y prácticas criminales que existen en una sociedad. El criminal, de algún modo, se asocia a las tendencias antisociales y así comete su delito porque se pone en condiciones que son distintas a aquellas en que se encuentra la persona honesta. De ahí que la teoría haya sido denominada de la **asociación diferencial**. Sutherland da importancia a los factores psíquicos (14), pero en la determinación de los mismos es fundamental la sociedad, de modo que son las influencias de esta las que sirven para explicar la conducta delictiva (15).
Como todas las anteriores, esta concepción tiene el defecto de considerar el factor individual, por ejemplo en lo que toca a la predisposición implícita en la elección de una situación social de entre las varias que optativamente ofrece el grupo en que se vive. Parece indudable que tal predisposición tiene por lo menos una de sus bases en la herencia y en los caracteres biológicos.
Robert Merton es uno de los más notables representantes de las teorías que hablan de la **anomia** como causa del delito. La cambiante situación social hace cada vez más difícil que los individuos se adapten a las normas del grupo. Esas normas o ideales de conducta —incluyendo las normas penales— son propios de cada sociedad; pero la estructura de la sociedad no brinda los caminos, los medios y las oportunidades para llegar a tales ideales. Actualmente, se advierte una **ruptura entre las normas o ideales y la estructura social**. Del choque pueden resultar, en los individuos, distintos tipos de reacción. Ellos son:
Para Merton, la presente situación social es sumamente favorable a estos conflictos que, entre sus formas de manifestación, tienen la que nos interesa: el delito. Las descripciones de Merton corresponden en buena medida a defectos de la sociedad estadounidense y, más en general, de las sociedades industrializadas, pero dejan de lado condiciones positivas y no consideran —pero no porque el autor las haya desconocido, sino por el tema que enfoca— las causas individuales.
(1) V.: Introducción a la Criminología, p. 137.
(2) Cit. por Bonger, id. id., p. 138.
(3) V. sobre el contagio social, Tarde. L’opinion et la foule; sobre el problema criminológico. La criminalidad comparada y Filosofía Penal.
(4) V. su obra Psicología de las Multitudes. Ella suscitó una larga polémica pues Sighele acusó a Le Bon de plagiario. A decir verdad, el libro de este fue anterior al de Sighele; pero, antes que ambas, el autor italiano había publicado un artículo en el cual exponía suscintamente muchos de los puntos que Le Bon amplió luego.
(5) V. Durkheim, El suicidio.
(6) Von Liszt, Tratado de Derecho Penal, T. II, pp. 10 -11.
(7) Von Liszt. cit. por Mezger, Criminología, p. 139.
(8) Bonger, ob. cit. p. 146.
(9) Resúmenes de estas teorías, en Taft, Criminology, pp. 130- 133, y en Reckless, Criminal Behavior, pp. 168 – 170.
(10) Para esto y lo que sigue, v. Goeppinger, Criminología, pp. 36 – 36.
(11) Id. id., p. 38.
(12) Cit. en id. Id., p. 37.
(13) Esta tendencia general de la Criminología en Estados Unidos depende, en buena medida, de los campos de que provienen los autores principales. Taft, Teeters. Sutherland, Barnes, Cantor, Gillin, son profesores de Sociología; Tannenbaum, especialista en historia. La Criminología es generalmente admitida como ciencia social.
(14) Por eso. Goeppinger —Criminología, p. 48— coloca la tesis de Sutherland entre los «enfoques de orientación primordialmente social-psicológica».
(15) V. Sutherland y Cressey, Principles of Criminology, pp. 74 – 95.
(16) Cit. en Sutherland y Cressey, ob. cit., p. 173.
(17) Cit. en Sutherland y Cressey, ob. cit., p. 174.