Portada » Griego » Legado del Teatro Griego y Fábulas Clásicas: Orígenes, Dramaturgos y Moralejas Eternas
A finales del siglo VI a.C., comenzaron a desarrollarse en Grecia la comedia, la tragedia y el drama satírico. Este florecimiento surgió con la decadencia de la poesía lírica. Se realizaron representaciones teatrales en todas las ciudades griegas, destacando la Magna Grecia, Sicilia y, especialmente, Atenas.
En Atenas, las representaciones se llevaban a cabo dos veces al año, durante las fiestas Leneas y las Grandes Dionisíacas. El primer poeta trágico en representar sus obras en Atenas fue Tespis.
Se postula un doble origen para la comedia y la tragedia: dionisíaco y apolíneo. Diversas teorías intentan explicar su nacimiento:
Sin embargo, ninguna de estas teorías ha sido plenamente aceptada. El helenista R. Adrados concluye que existe un origen común para los tres géneros dramáticos.
Antes de las representaciones, se realizaba un concurso de autores, de los cuales se elegían tres para competir en el teatro. Los costes eran sufragados por un ciudadano rico, conocido como corego.
Sus elementos básicos eran el coro y los actores.
De sus aproximadamente 80 dramas, nos han llegado 7 completos y algunos fragmentos. Entre sus obras más destacadas se encuentran:
Gozó de gran prestigio en su ciudad, fue amigo de Heródoto y Pericles, y sus obras triunfaron en numerosas ocasiones. Conservamos siete tragedias completas y fragmentos de un drama satírico. Algunas de sus obras más importantes son:
Fue un autor solitario e inconformista, y el público ateniense no siempre veía sus obras con buenos ojos. Compuso unas 90 obras, de las que nos han llegado 18 completas. Algunas de sus piezas más relevantes son:
Un burro que transportaba una carga de madera cruzaba un charco. Resbaló, cayó y, al no poder levantarse, se lamentaba y gemía. Las ranas que había en la charca, oyendo sus lamentos, dijeron: «¡Eh, tú! ¿Qué habrías hecho si hubieras estado aquí tanto tiempo como nosotros, cuando tú te has caído un momento y gritas así?»
Un labrador, encerrado por el mal tiempo en una granja, y al no poder salir ni adquirir alimento para sí mismo, se comió primero el rebaño de ovejas. Puesto que el mal tiempo persistía, también devoró las cabras. En tercer lugar, como ningún alivio llegaba, se dirigió a los bueyes de labranza. Los perros, viendo lo que hacía, se decían los unos a los otros: «Para nosotros es necesario irse de aquí, pues si el amo no ha perdonado a los bueyes que le sirven, ¿cómo nos perdonará a nosotros?»
El perro del hortelano cayó a un pozo. El hortelano, queriendo sacarlo, bajó allí. El perro, sorprendiéndose de que se le acercara y creyendo que iba a ser ahogado por él, le mordió. Y él, tratado de mala manera, dijo: «He sufrido cosas merecidas, pero me preguntaba: ¿por qué, habiéndote precipitado tú mismo, tenía que sacarte yo del peligro?»
Dos ranas, al haberse secado su laguna, iban por todas partes buscando dónde quedarse. Cuando llegaron frente a un pozo, una de las ranas aconsejaba despreocupadamente saltar a él. La otra decía: «¿Y si, en efecto, el agua se secara también aquí, cómo podremos subir?»