Portada » Geografía » Evolución Poblacional: Mortalidad, Fecundidad y Transiciones Demográficas Clave
El núcleo del estudio demográfico es el estudio de la reproducción, es decir, del balance y la interrelación entre los acontecimientos que condicionan la permanencia de las poblaciones en el tiempo: las entradas y las salidas de personas en esa población. Estas entradas y salidas pueden producirse por:
El papel y la importancia de cada uno de esos cuatro tipos de acontecimientos es diferente y varía enormemente en función del tamaño de cada población.
La natalidad y la fecundidad siempre han sido la «variable dependiente» en la historia del crecimiento poblacional: las poblaciones traen nuevas vidas al mundo con mayor o menor intensidad en función de lo elevada que sea la mortalidad. Solo el aumento de la supervivencia en apenas el último siglo ha permitido al ser humano en su conjunto ahorrar nacimientos y no solo no extinguirse, sino crecer como nunca antes. Por tanto, conseguir que los que nacen vivan más años es también un método de reproducción demográfica (probablemente el más efectivo), de modo que la mortalidad resulta, sin lugar a dudas, la piedra fundamental sobre la que construir un conocimiento holístico y una comprensión amplia de las dinámicas demográficas humanas.
Durante muchos años, se creyó firmemente que las diferencias en las tasas de mortalidad eran de naturaleza genética y biológica y, por tanto, eran muy difíciles de cambiar.
Sin embargo, se comprobó cómo, a medida que los distintos territorios se fueron desarrollando, se produjo un gran control sobre las tasas de mortalidad y la esperanza de vida.
El grueso mundial de la mortalidad se debe a las enfermedades contagiosas, y su control depende más de la sanidad pública (preventiva) que del gasto en medicinas curativas.
Las mujeres viven más tiempo que los hombres: entre 6 y 8 años, y esta diferencia sigue en aumento. Esto se debe a una combinación de factores biológicos y sociales.
También existen diferencias en las causas de la mortalidad según el sexo, como cáncer, enfermedades pulmonares y cardiovasculares, influenciadas por pautas de consumo como el tabaco.
Las personas casadas tienden a vivir más que las no casadas.
Existen dos hipótesis principales para explicar estas diferencias:
Las diferencias en la mortalidad según la clase social constituyen una de las desigualdades más omnipresentes en las sociedades modernas.
Existe una importante dificultad para obtener información precisa. Suele utilizarse una estrategia indirecta: la comparación de registros, como el certificado de defunción, con los datos censales del estatus social previo a la muerte (ocupación, estudios, etc.). De esta comparación se extraen variables como la edad, la causa de muerte en relación con la ocupación, la educación, el estado civil, la raza y los ingresos.
La variable «clase social» es transversal a otras muchas como la ocupación, la atención médica, los estudios y los ingresos, que determinan el estatus socioeconómico y cultural de los individuos.
Raza y Etnia: Se observa que los blancos tienen una mortalidad menor que los negros, pero mayor que los japoneses (datos de EE. UU., uno de los pocos países que proporciona información sobre la relación entre etnia y mortalidad).
Cuanto mayor es el prestigio de la ocupación que se desempeña, menor suele ser la tasa de mortalidad. Esto aplica a varones (excepto en ocupaciones peligrosas) y a las mujeres no expuestas a los riesgos laborales de sus maridos o parejas. Es decir, las mujeres presentan las mismas pautas de mortalidad que los varones en relación con la ocupación.
Las causas de fallecimiento por enfermedades contagiosas (tuberculosis, neumonía, etc.) presentan una mayor incidencia en las clases bajas. Sin embargo, las enfermedades crónicas (coronarias, diabetes, apoplejía, etc.) suelen tener un mayor impacto en las clases altas.
Los aspectos más importantes relacionados con la ocupación (y también la clase social) que guardan mayor relación con la mortalidad son el nivel de ingresos y la educación:
El estudio de la mortalidad infantil es importante no solo por su relación con otras variables demográficas, sino también por su carácter de indicador de desarrollo socioeconómico. La sensibilidad del niño de corta edad a las condiciones de vida de la comunidad convierte la tasa de mortalidad infantil (MI) en un índice de la situación económica y sanitaria de un país.
Conforme se profundiza en el estudio de la mortalidad y morbilidad en la primera fase de la infancia, se descubre la importancia de una serie de factores de todo tipo (culturales, alimenticios, clínicos, médicos, etc.) que la condicionan, especialmente en lo que se refiere a renta y educación.
La mortalidad infantil oscila entre 6 y 160 por mil. Los fallecimientos de menores de 10 años en África Ecuatorial representan dos tercios del total anual, frente a un 3% en Suecia.
En los países desarrollados, los adultos jóvenes presentan un riesgo de mortalidad muy bajo. Las causas principales se encontraban históricamente en enfermedades contagiosas y el parto, mientras que hoy en día los accidentes automovilísticos suponen entre un tercio y dos tercios de las defunciones en esta franja de edad.
A partir de los 50 años, las probabilidades de fallecimiento comienzan a aumentar debido a enfermedades cardiovasculares, cáncer y degeneración.
Las tablas de esperanza de vida en residencias de ancianos y las formas de pago, así como la supervivencia por cuidados e inversiones en propiedades, son factores relevantes en este grupo de edad.
Las diferencias iniciales entre la mortalidad urbana y la rural se debían a la existencia de condiciones claramente desfavorables en las grandes ciudades:
Sin embargo, los avances médicos y las mejoras del entorno beneficiaron más a la población urbana que a la rural, dando lugar a una situación actual caracterizada por la existencia de mejores condiciones de mortalidad en las zonas urbanas.
Existen diferencias significativas en cuanto al modo de vida y en las causas de muerte (cardiovasculares, cáncer, etc.) entre ambos tipos de hábitat.
Existen variaciones en la intensidad de las tasas de mortalidad según el desarrollo social de los países y diferencias de incidencia según las causas de muerte.
La mortalidad en el mundo puede describirse según los niveles de sus tasas en tres grupos, que a su vez nos indican diferentes niveles de desarrollo económico de los países que los componen:
Cada vez son más las personas que alcanzan una gran longevidad: estamos sobreviviendo en cantidades sin precedentes.
Esto supone el gran triunfo de la humanidad sobre la enfermedad y la muerte.
Sin embargo, todos los intentos por aclarar cuál es el límite teórico de supervivencia en los seres humanos se han visto superados poco después por la propia realidad.
Lo cierto es que, a medida que mejora la duración media de la vida y la pirámide de población se va engrosando por su cúspide, los casos corroborados de longevidad extraordinaria son cada vez más numerosos y longevos.
El asunto interesa a la demografía porque, de existir un límite biológico para la supervivencia, dicho límite también determinaría la esperanza de vida máxima que pueden alcanzar las poblaciones humanas y condicionaría el crecimiento poblacional de los próximos años.
Desde los años sesenta, en los países occidentales se han producido modificaciones en el comportamiento demográfico que han conducido a una serie de cambios en indicadores demográficos:
En España, este proceso fue acompañado de un aumento de la conflictividad social contra el régimen dictatorial y el inicio de una transición demográfica, que se tradujo en importantes cambios a nivel social, político, etc.
La diferencia principal entre ambas transiciones es que, mientras la Teoría de la Transición Demográfica (TTD) se considera consecuencia del descenso de la mortalidad, la Segunda Transición Demográfica (STD) se interpreta en términos de descenso de la fecundidad a largo plazo, hasta valores muy reducidos.
El esquema de la STD incluye un tercer elemento de gran relevancia: la migración. La TTD tradicional alude al rápido descenso de la mortalidad, seguido por un tardío descenso de la fecundidad, con un elevado crecimiento vegetativo. La STD implica niveles muy bajos de ambas tasas, previendo niveles de fecundidad inferiores a los de mortalidad (por el envejecimiento poblacional) y un crecimiento natural negativo. Los países más desarrollados compensarán ese desequilibrio poblacional con la creciente llegada de inmigrantes, que se acentúa a finales de los años 90.
La Teoría de la Transición Demográfica (TTD) ha primado los factores económicos y el proceso de modernización para explicar el descenso de la fecundidad. En cambio, la idea principal bajo el concepto de Segunda Transición Demográfica es el grado de desarrollo democrático y su incidencia en el control total de la fecundidad.
Los principales indicadores que caracterizan la Segunda Transición Demográfica son:
Se observa una divergencia de fecundidad entre países:
Existen diversas teorías económicas y sociológicas para explicar este fenómeno:
Estas teorías son refutadas por la evidencia empírica en:
Surgen preguntas como: ¿El impacto de la educación se está invirtiendo? ¿Los ideales posmodernos retroceden en las élites?
Esta teoría se enfrenta a diversas críticas:
Una teoría complementaria, centrada en los aspectos culturales y sociológicos, es la teoría de la Revolución Reproductiva.
Esta teoría incorpora dos conceptos importantes: la eficiencia reproductiva y los cambios en el cuidado de los niños, pasando de ser una cuestión de género a convertirse en una cuestión de generación.
La «Revolución Reproductiva» supone un salto, no una evolución gradual, en la eficiencia con que el input de cualquier sistema demográfico, los nacimientos, es aprovechado para reproducir al propio sistema. El principal factor determinante es la duración de las vidas. En particular, resulta crucial la proporción de cada generación que consigue sobrevivir hasta edades umbrales para la propia capacidad reproductiva del sistema, como las edades fértiles, o las edades maduras, cuando ha sido posible ya completar la crianza de los propios hijos.
Uno de los principales efectos de la eficiencia conseguida, al haber dejado de ser necesarias las elevadas fecundidades del pasado, es que la mujer ha quedado liberada en gran medida de su sujeción ancestral a los roles reproductivos. Es posible así unificar en un marco teórico único la explicación de fenómenos históricos que hasta ahora han requerido la proposición de dos marcos diferentes: la teoría de la transición demográfica y la de la segunda transición demográfica.
TBN = (Número total de nacimientos en un período determinado / Población Total Media en dicho período) x 1.000
TFG = (Número total de nacimientos en un período determinado / Población Media Femenina en Edad Fértil 15-44) x 1.000
TeF = (Número total de nacimientos de madres de una determinada edad / Población Femenina de esa misma edad) x 1.000
Es el resultado de sumar las tasas específicas de fecundidad por grupo de edad divididas entre 1.000 y multiplicadas por el número de años de cada grupo. Rango de variación: (6 a 2, actualmente por debajo de 2). No está afectada por los factores extrínsecos de estructura.