Portada » Ciencias sociales » Impacto Sociocultural de las Drogas y Dependencias: Origen, Funciones y Contexto Histórico
Las drogas se definen como un conjunto de sustancias químicas que, al incorporarse al organismo humano, tienen la capacidad de modificar diversas funciones (percepción, conducta, motricidad, etc.). Sin embargo, sus efectos, consecuencias y funciones están intrínsecamente condicionados por las definiciones sociales, económicas y culturales generadas por los grupos que las utilizan.
El uso de ‘las drogas’ es una práctica universal que interrelaciona sustancias, sujetos y contextos sociales (como los de la vida cotidiana y la autoatención en salud). Está presente en diversas sociedades humanas, donde se utilizan productos para estimularse, sedarse, paliar el dolor, socializar, experimentar sensaciones placenteras, alterar el estado de ánimo, alucinar o acceder a formas de conocimiento.
Especialmente en el nivel de autoatención del proceso salud-enfermedad (presente en todas las sociedades), se subraya la continuidad entre las ‘drogas’ y los ‘medicamentos’, aunque la gestión de estos últimos esté regulada. El acceso de individuos, familias, especialistas populares o institucionales a productos que controlan el dolor, el placer, estados físico-psíquicos, o que permiten formas de conocimiento o comunicación, tiene finalmente muchas connotaciones políticas. Existen personas que buscan alcanzar estados (como ebriedad o narcosis) relacionados con los principales efectos de determinadas sustancias, y es crucial hacer énfasis en los procesos sociales y culturales que subyacen a esa búsqueda.
Las drogodependencias, según Canclini, son un «conjunto de procesos a través de los cuales se expresan malestares de causas diversas». Su principal síntoma es la organización de la vida cotidiana de un individuo alrededor del consumo compulsivo de determinadas drogas. Este es un fenómeno relativamente nuevo que aparece en las sociedades urbano-industriales contemporáneas y que, en ocasiones, se relaciona con sociedades subalternas asociadas a los procesos de urbanización.
Para ampliar la perspectiva, ‘las drogas’ pueden entenderse como un «fenómeno social total» (según M. Mauss), que se ha construido históricamente a través de condicionamientos y procesos materiales y simbólicos (económicos, culturales, políticos, sociales). La definición de ‘las drogas’ como un problema fomenta la reacción y actuación inmediatas; sin embargo, es crucial investigar para comprender lo que sucede y desarrollar una capacidad de intervención efectiva. Para ello, es preciso construir un objeto teórico sólido.
Se trata de deconstruir conceptos estigmatizados, estereotipos y prejuicios sobre ‘la droga’, tradicionalmente sustentados desde otras disciplinas con escasos aportes teóricos. Las explicaciones generales y las extrapolaciones sobre las drogas, provenientes de la farmacología y la neurociencia, pueden construir discursos ideológico-morales con apariencia de autoridad científica. En cuanto a la ‘guerra contra las drogas’, la sociedad tiende a aceptar mejor los discursos con apariencia científica, cuando en realidad esconden una fuerte carga ideológica.
Los seres humanos son dependientes por naturaleza, debido a su constitución biológica y a su medio ambiente sociocultural. La comprensión de dependencias como patologías (drogas, juego, dependencia sexual), que se centra en los efectos farmacológicos de una sustancia sobre un individuo y conlleva el uso de fármacos, puede, paradójicamente, empeorar los procesos patológicos de dependencia. Una comprensión más adecuada de las dependencias las relaciona con los ‘estilos de vida’, entendiéndolas como un constructo sociocultural en el que confluyen procesos que contribuyen a la construcción del sujeto.
Las funciones de las drogas están ligadas a un conjunto de significados y usos, que van desde el polo más instrumental hasta el más expresivo o simbólico. Se manifiestan en distintos niveles, muy interrelacionados:
El tabaco, desde su importación de América, estuvo ligado al Imperio español y fue uno de sus símbolos durante la época de esplendor. Con la decadencia española, su producción y su cultura como ‘droga tradicional propia’ pasaron a otros países. Además, la Guerra de la Independencia contra los franceses y la influencia de los viajeros románticos extendieron el ‘vicio de los españoles’, relacionado con el cigarrillo, como el más propio de las clases populares.
El vino y la industria de la destilación en Europa comenzaron a popularizarse en el siglo XVIII, pero en España no fue hasta el siglo XIX, con la Revolución Industrial, y el siglo XX cuando su consumo se generalizó, afectando a clases altas y mujeres. El alcohol, como ‘droga-reina’ de nuestra sociedad, es un fenómeno relativamente reciente.
Para algunos países occidentales, la emergencia de las drogodependencias ha sido un proceso de largo tiempo. Para los países subalternos, este proceso se ha dado de forma acelerada en la actualidad.
Desde un punto de vista ideológico, se observa la construcción social de un ‘problema de la droga’ a partir de modelos dominantes de tipo penal y médico, transmitidos en instituciones como la escuela. En EE. UU., desde el prohibicionismo, se identificó la relación entre drogas y delincuencia, recuperando la existencia de asociaciones de criminales chinos vinculados por el consumo de opio.
El modelo médico hegemónico obliga a pensar de un modo particular sobre los procesos salud-enfermedad, cuyo eje básico es la hegemonía de la medicina científica ‘oficial’ (frente a ‘nuevas medicinas alternativas’ y al modelo de autoatención). Como consecuencia, muchos conflictos sociopersonales que antes no eran abordados por médicos se han ido transformando en problemas médicos, sobre los que solo se ha intervenido desde una óptica biologicista e individualista.
Otra consecuencia es que, con el descubrimiento de la microbiología, se olvidó la perspectiva higienista que tenía en cuenta las condiciones ambientales. El modelo médico hegemónico tiende a olvidar las raíces sociales, culturales y políticas de la enfermedad y, a menudo, busca la reincorporación rápida de los trabajadores enfermos al trabajo.
Con el modelo hospitalario, el uso de tecnologías y el lugar central del medicamento (con la receta como elemento de eficacia simbólica al identificar lo escrito con lo científico) se refuerzan ciertos aprendizajes: la creencia de que el consumo de productos o drogas (institucionalizados o no) puede solucionar los problemas. Esto se enmarca en la ‘utopía moderna’ de la creencia en el progreso.