Portada » Español » El Arte de la Persuasión: Retórica, Discurso y Comunicación Efectiva
En el libro ¿Me Hablabas a Mí? de Sam Leith, se destaca la retórica como el arte de convencer a otros usando palabras. Sin embargo, a menudo se percibe con hostilidad, considerándola una herramienta de demagogos y mentirosos. Existe una desconfianza generalizada hacia la retórica, ya que mucha gente la ve como una forma de engañar.
Se plantea la cuestión de cómo el votante puede discernir la verdadera esencia de los candidatos si no es a través de sus palabras. Curiosamente, esa misma desconfianza hacia las palabras también se expresa con palabras. Un ejemplo claro es la campaña de Obama y McCain, donde se sugiere que las palabras bien elegidas de Obama servían para ocultar una mala esencia, lo que se conoce como antirretórica, destacando el poder de la palabra. ¿Cómo podemos saber cómo son los candidatos políticos si no es por lo que dicen?
Ethos, Pathos y Logos son los tres mosqueteros de las artes de persuasión. Se explica que el poder persuasivo de la emoción (Pathos) solo es eficaz si esa emoción es compartida.
La Dispositio es la parte de la retórica que se encarga de organizar bien las ideas y argumentos en un discurso. Se trata de ordenar lo que vamos a decir para que tenga mayor impacto (principio, desarrollo, final). Quintiliano decía que si un discurso no tiene buena organización, no hay nada importante.
A veces se agregan:
Antes de organizar un discurso se necesita saber qué decir (Inventio); organizar bien un discurso es clave para convencer al público.
El éxito comunicativo se asocia al éxito social. Al ser una técnica, se considera que la enseñanza retórica está al alcance de cualquiera. La retórica es, por tanto, una técnica.
Los sofistas marcaron un cambio en la filosofía. Antes de ellos, la filosofía era «especulación solitaria»; con los sofistas aparece el filósofo como «hombre en sociedad». Destaca la relación entre homo rhetoricus y homo sociologicus, enfatizando el pensamiento y la socialización.
Existe una fuerte conexión entre la retórica y la democracia, lo que implica una democratización de la palabra. En un régimen democrático, nadie puede imponer las ideas ni las formas de gobierno; los políticos deben convencer a los ciudadanos para obtener sus votos.
«Venceréis, porque tenéis la fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir.» — Miguel de Unamuno.
Esta frase subraya la distinción entre vencer por la fuerza y convencer por la persuasión.
La verdad no es patrimonio ni propiedad de nadie; debe defenderse con argumentos. La verdad es, por tanto, relativa.
Desde la perspectiva de Schopenhauer en su obra El arte de tener razón, se diferencia entre lógica y dialéctica. La dialéctica es descrita como «esgrima intelectual para llevar razón en la discusión», una forma de usar la retórica para ganar una discusión.
«No hay democracia sin comunicación.» Se enfatiza la importancia del diálogo. La idea de Byung-Chul Han sostiene que el pensamiento es siempre discursivo y requiere la presencia del otro. Sin la presencia del otro, la opinión no es discursiva ni representativa, sino «autista, doctrinaria y dogmática». En la acción comunicativa, se debe ser consciente de la posibilidad de que el discurso pueda ser cuestionado por otro.
El discurso se divide en cuatro partes principales:
Los argumentos también pueden basarse en pruebas:
El objetivo es construir un relato verosímil.