Portada » Educación Artística » Obras Clave del Barroco Español: Mena y Ribera
Se encuentra en Valladolid, sus autores son Pedro de Mena y Medrano en 1664. Es de estilo barroco y el material utilizado fue la madera policromada y encarnada.
Pedro de Mena presenta la imagen de María Magdalena esculpida con gran realismo, encaminado a exteriorizar la vida interior del personaje a través de la emotividad. Para ello, el autor contrapone la simplicidad formal, presente en los objetos y en el vestuario, al dramatismo que consigue transmitir a través del rostro y el gesto de la mano sobre el pecho.
Si nos centramos en el rostro, vemos cómo ha sido trabajado cada detalle con el propósito de reflejar el arrepentimiento de la santa, una actitud que el autor refuerza a través de la ligera inclinación hacia delante que muestra el cuerpo del personaje.
Esta inclinación de la escultura permite expresar también un sentimiento de recogimiento interior, que el escultor refuerza con la dirección de la mirada de María Magdalena hacia el crucifijo, elementos con los que el artista crea una efectiva composición centrípeta que le permite reforzar el aislamiento interno del personaje respecto al entorno y al mundo terrenal.
En la policromía y encarnado de la talla dominan las tonalidades ocres y oscuras que, sujetas a un gran realismo, ayudan en la concepción espiritual de la obra. En definitiva, un trabajo perfecto tanto en su concepción formal como en su vertiente conceptual, que eleva esta pieza a la categoría de obra maestra del escultor andaluz.
La Magdalena penitente fue una de las temáticas iconográficas más populares y más reproducidas de la escultura española del siglo XVII, aunque su imagen no se basa directamente en ningún hecho bíblico.
Pedro de Mena esculpe una figura tradicional vestida con una sencilla túnica, una larga cabellera y sosteniendo un crucifijo, aunque a veces también pueda sostener una Biblia.
Consumida por un fervoroso sentimiento de amor místico, la imagen de María Magdalena se convirtió en la viva metáfora del arrepentimiento y la penitencia.
Las tallas de Pedro de Mena consiguieron acercarse a la definición de sentimientos, como el dolor o el arrepentimiento, actitudes que se adaptaron al ideario de la Contrarreforma. En la presentación de María Magdalena, Pedro de Mena consiguió sentar ciertos principios iconográficos y formales en la representación de dicha imagen durante el periodo barroco. Su éxito debe entenderse en el contexto de la España de la Contrarreforma, que, siguiendo las premisas dictadas en el Concilio de Trento, quiso utilizar el arte como transmisor de la nueva moral católica.
Nos encontramos ante una imagen de tema religioso puesto que nos narra el martirio de San Felipe, de una manera cruda, verosímil. El artista nos sumerge en el cuadro de una manera viva, dirigiendo toda nuestra atención hacia el santo, quien está rodeado de personajes espectadores así como lo somos nosotros.
Debido a la progresiva evolución de la técnica, nos encontramos ante una obra sobre lienzo al óleo.
En cuanto a la pincelada es suelta, donde los detalles a poca distancia se difuminan, pero a la distancia adecuada reflejan a la perfección las calidades táctiles.
La imagen principal se compone mediante un exquisito juego de diagonales lo que produce una ruptura visual con respecto a la etapa anterior (Renacimiento), donde predomina el equilibrio. En esta obra, en contrapunto con las obras de Tiziano o Leonardo da Vinci, armónicas en cuanto a la composición, predomina una tendencia ya utilizada en el manierismo clasicista de Rafael o el tenebrismo de Caravaggio. Así, la composición rompe el equilibrio como una forma de expresividad.
Además, se caracteriza por ser atectónica.
Se trata de una luz dirigida, rozando el tenebrismo, lo que el autor pudo tomar de pintores como Caravaggio, amante de este aspecto de tensión que proponen sus obras.
La obra plantea un espacio reducido que da cabida a los personajes que envuelven a la figura principal. Podríamos visualizar cuatro planos, lo que da mayor perspectiva a la obra y, además, la carga de realismo. También podemos observar la aparición de diversos escorzos, lo que también crea visualmente mayor amplitud.
Las figuras son muy realistas, huyendo de la idealización, con un especial interés por las texturas.
Según todas las características mencionadas con anterioridad, podemos afirmar que nos encontramos frente a una obra perteneciente al Barroco, movimiento que se caracteriza por ofrecer un contrapunto con respecto al Renacimiento, suponiendo así una ruptura de las ideas clásicas.
Hay un gran interés por la perspectiva o el realismo en su máxima expresión, fruto de una evolución desde el manierismo de Miguel Ángel.
El autor profundiza en una visión verosímil de la realidad, en donde los rostros se cargan de expresividad, los ambientes cobran vida y se rompe la armonía mediante la existencia de numerosas líneas diagonales que confieren a la obra mayor dinamismo.