Portada » Historia » España Dividida: Claves de la Guerra Civil y el Ascenso del Franquismo
En el contexto de la posguerra mundial, hacia 1946, existía una creciente preocupación internacional por los regímenes de corte fascista que habían sobrevivido o surgido tras el conflicto. El régimen de Franco en España fue objeto de condenas internacionales que exigían un cambio político hacia un sistema más democrático y respetuoso con los derechos humanos.
La caracterización del régimen de Franco como fascista se basaba en similitudes con los regímenes de Alemania e Italia, tales como:
La Falange Española, partido único del régimen tras el Decreto de Unificación, fue fundada por José Antonio Primo de Rivera, quien estuvo notablemente influenciado por el fascismo italiano.
Durante la Segunda Guerra Mundial, España brindó apoyo diplomático y económico a las potencias del Eje. Aunque no entró oficialmente en la guerra, envió tropas (la División Azul) a luchar contra la Unión Soviética en el frente oriental, si bien esta ayuda fue limitada y no decisiva en el curso del conflicto.
Las condenas de organismos como la ONU en 1946 tuvieron consecuencias principalmente diplomáticas y políticas, llevando al aislamiento internacional de España. Esta presión, ejercida también por numerosos países, derivó en restricciones económicas y comerciales que afectaron negativamente al desarrollo económico español durante años, evidenciando una desconexión entre el régimen y las democracias occidentales, así como tensiones internas.
Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, sectores de la derecha española comenzaron a planear un golpe de Estado para derrocar a la Segunda República. El asesinato del líder derechista José Calvo Sotelo en julio de 1936 actuó como detonante final. El 17 de julio, la sublevación militar comenzó en el Protectorado de Marruecos y rápidamente se expandió a la Península Ibérica.
La activa participación ciudadana en defensa de la legalidad republicana y la lealtad de aproximadamente la mitad del Ejército hacia la República impidieron el éxito inmediato del golpe. La sublevación solo triunfó en una parte del territorio, dividiendo al país y dando lugar a una cruenta guerra civil.
Este bando representaba los valores tradicionales y conservadores de España. Estaba compuesto por:
Recibieron ayuda internacional crucial de la Alemania nazi (destacando la Legión Cóndor) y la Italia fascista. También obtuvieron apoyo, en menor medida, de otros países como Portugal, y contaron con la neutralidad benévola de empresas de EEUU e Irlanda. Aunque inicialmente no existía un consenso claro sobre el régimen político a establecer tras el golpe, todos compartían el objetivo de derrocar a la República.
Este bando defendía la legitimidad de la República y sus reformas modernizadoras. Estaba formado por una coalición heterogénea:
A diferencia del bando sublevado, y debido al Comité de No Intervención impulsado por Francia y Reino Unido, las democracias occidentales no proporcionaron ayuda oficial. La República tuvo que recurrir principalmente a la ayuda militar y técnica de la URSS, pagada con las reservas de oro del Banco de España. Esta dependencia aumentó la influencia del Partido Comunista de España (PCE) y contribuyó a que, a nivel internacional, la causa republicana fuera a menudo vinculada exclusivamente con el comunismo. También recibió el apoyo de voluntarios antifascistas de todo el mundo, organizados en las Brigadas Internacionales.
Una vez formados los bandos, comenzó una guerra larga y de desgaste. El bando franquista, mejor organizado militarmente y con apoyo exterior constante, mantuvo generalmente la iniciativa y la ofensiva militar, lo que sirvió a Francisco Franco para consolidar su poder. La República, a pesar de sus divisiones internas y la escasez de recursos, mostró una notable resistencia, en parte alimentada por la esperanza de que el estallido de una guerra europea obligara a las democracias a intervenir.
Tras fracasar el golpe en gran parte del país, Franco consiguió cruzar el Estrecho de Gibraltar con el experimentado Ejército de África gracias a la ayuda aérea alemana e italiana. Siguiendo los planes iniciales del general Mola, el objetivo principal era la conquista rápida de Madrid. Sin embargo, la tenaz resistencia de los madrileños («¡No pasarán!») y la llegada de las primeras Brigadas Internacionales frustraron el asalto directo. Tras las sangrientas batallas del Jarama (febrero 1937) y de Guadalajara (marzo 1937), donde las tropas italianas sufrieron una importante derrota, Franco cambió de estrategia y decidió concentrar sus esfuerzos en conquistar la franja norte republicana.
Durante 1937, las tropas franquistas conquistaron la cornisa cantábrica, desde el País Vasco (con episodios trágicos como el bombardeo de Guernica) hasta Asturias. Tras la caída del norte, y después de la Batalla de Teruel (invierno 1937-1938), Franco lanzó una ofensiva en el Bajo Aragón, logrando dividir la zona republicana en dos al alcanzar el mar Mediterráneo en Vinaroz (abril 1938). Con el objetivo de aliviar la presión sobre Valencia y reconectar las dos zonas, el ejército republicano lanzó una gran ofensiva cruzando el río Ebro, dando lugar a la Batalla del Ebro (julio-noviembre 1938). Fue la batalla más larga y decisiva de la guerra, y acabó con la derrota del ya muy desgastado ejército republicano.
Tras la derrota en el Ebro, la capacidad de resistencia republicana quedó gravemente mermada. Las tropas franquistas lanzaron una ofensiva sobre Cataluña, que cayó rápidamente (Barcelona fue tomada en enero de 1939). Poco después, ocuparon los restantes territorios de la zona centro-sur. Finalmente, en marzo de 1939, el Coronel Segismundo Casado, perteneciente al propio bando republicano y opuesto a la política de resistencia a ultranza del presidente del gobierno Juan Negrín, dio un golpe de Estado en Madrid. Casado negoció la rendición, entregando Madrid a Franco prácticamente sin condiciones el 28 de marzo. El 1 de abril de 1939, Franco emitió el último parte de guerra, declarando el fin del conflicto.
La sublevación provocó el colapso del poder estatal en la zona republicana. El gobierno de Casares Quiroga dimitió, siendo sustituido brevemente por José Giral, quien tomó la controvertida decisión de entregar armas a las organizaciones obreras, dando lugar a la formación de milicias populares que reemplazaron en gran medida al ejército regular desorganizado.
La inestabilidad política inicial fue total. El poder del Estado fue reemplazado de facto por una multitud de comités, juntas revolucionarias y consejos regionales que gobernaban de forma autónoma en sus territorios. Paralelamente, las organizaciones obreras (CNT, UGT, POUM) impulsaron una revolución social mediante la colectivización de tierras, fábricas, servicios urbanos y transportes. Este proceso revolucionario vino acompañado de una ola de violencia popular anticlerical y contra personas consideradas afines al bando sublevado (asesinatos, «paseos», quema de iglesias y conventos, requisas de bienes).
Ante el avance militar sublevado y la necesidad de unificar esfuerzos, se formó en septiembre de 1936 un gobierno de concentración presidido por el socialista Largo Caballero, que incluyó a ministros de todas las fuerzas antifascistas, incluso anarquistas de la CNT. Sus objetivos eran fortalecer el gobierno central, reconstruir el Estado y ganar la guerra, trasladando la capital a Valencia. Se intentó poner fin a las juntas y comités autónomos, y las milicias se integraron en un nuevo Ejército Popular. Sin embargo, persistieron graves conflictos internos:
Estos enfrentamientos culminaron en los «Hechos de Mayo» de 1937 en Barcelona, un conflicto armado entre ambos sectores. Tras estos sucesos, el POUM fue ilegalizado y perseguido (con apoyo soviético), Largo Caballero dimitió y se formó un nuevo gobierno presidido por el también socialista Juan Negrín, con creciente influencia comunista.
Negrín centró su política en la resistencia militar a ultranza («resistir es vencer»). Reforzó el poder central, consolidó el Ejército Popular y trasladó de nuevo la capital, esta vez a Barcelona (finales de 1937). Ante el avance franquista tras la Batalla de Teruel, Negrín presentó un programa de paz conocido como los «Trece Puntos», que buscaba una rendición negociada garantizando ciertas condiciones, pero fue tajantemente rechazado por Franco, que exigía la rendición incondicional.
Tras la derrota definitiva en la Batalla del Ebro y la caída de Cataluña, se agudizaron las divisiones entre los partidarios de continuar la guerra hasta el final (Negrín y los comunistas, esperando aún una intervención internacional) y los partidarios de buscar una rendición inmediata para evitar más sufrimiento (liderados por el Coronel Casado). El golpe de Estado de Casado en marzo de 1939 puso fin al Gobierno de Negrín y precipitó la rendición final ante Franco.
El bando sublevado también experimentó una fase inicial de cierta inestabilidad debido a:
Sin embargo, todos estos grupos compartían la defensa de la unidad de España, el orden, la propiedad privada, la religión católica y, crucialmente, la supremacía del ejército como eje vertebrador. El 24 de julio de 1936 se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, formada por militares y presidida inicialmente por el general Cabanellas, que asumió el gobierno del territorio sublevado y comenzó la represión sistemática de los republicanos.
Paralelamente, la figura del general Francisco Franco ganó rápidamente popularidad y prestigio gracias a su liderazgo del Ejército de África, su éxito en la liberación del Alcázar de Toledo (un símbolo propagandístico importante) y su papel como principal interlocutor con Hitler y Mussolini para obtener ayuda militar. Esto llevó a que fuera nombrado primero jefe del alzamiento y, finalmente, el 1 de octubre de 1936, Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, concentrando todo el poder militar y político y convirtiéndose en el líder indiscutible del bando sublevado (desde entonces, conocido también como bando franquista).
Para consolidar su poder absoluto y eliminar disidencias internas, Franco promulgó el Decreto de Unificación en abril de 1937. Este decreto fusionaba forzosamente a todos los grupos políticos que apoyaban la sublevación (Falange Española de las JONS, Comunión Tradicionalista carlista, restos de la CEDA y monárquicos) en un único partido bajo su jefatura: la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), que se convirtió en el partido único del nuevo régimen.
En enero de 1938, desapareció formalmente la Junta de Defensa Nacional y Franco formó su primer gobierno regular, nombrándose a sí mismo presidente. Recibió oficialmente el título de «Caudillo». El nuevo Estado que se estaba construyendo en la zona sublevada era autoritario, nacionalista, militarista, conservador, católico confesional y fuertemente inspirado en los modelos fascistas italiano y alemán. Se puso fin de inmediato a todos los avances democráticos y modernizadores de la República, dando comienzo a un largo periodo de represión extrema y sistemática, y de privación de derechos y libertades fundamentales.
Las consecuencias de la Guerra Civil Española fueron devastadoras en todos los ámbitos: