Portada » Arte » La rendicion de breda velazquez
El 1622, Velázquez realiza su primer viaje a Madrid donde estudia las
colecciones de pintura reales, a partir de entonces las influencias de los
grandes pintores europeos y españoles son claramente apreciables en sus
obras. En 1623 decide establecerse en Madrid como retratista. En esta etapa el
retrato será su ocupación principal, pero también cultivó los cuadros históricos
y mitológicos. Características: Los tonos madera dejan paso a tonalidades
rosadas y blanquecinas. Los retratos de esta época siguen la tradición de
Tiziano y Moro, en calidad de retrato aristocrático y detallista, con la
particularidad de que la figura se destaca sobre el fondo y aparece
prácticamente aislada en el lienzo, realizó varios retratos del Conde Duque de
Olivares, de Felipe IV y uno del Infante Don Carlos, son los retratos de la «época
gris». En 1627, comienza a trabajar en cuadros de tema histórico y mitológico
entre los que destacan Los borrachos o El triunfo de Baco, se dice que el tema
es influencia de Rubens que estuvo en Madrid en 1628, lo interesante de la
obra es el contraste entre el tema mitológico y el tratamiento vulgar de la
escena, en ella todavía muestra influencias naturalistas, delante de los
personajes, cuyos tipos son claramente populares, destaca el pequeño
bodegón de primer plano, y en el fondo un paisaje claramente castellano.
Se cree que fue Rubens quien aconsejó a Velázquez que se marchara a
Italia para adquirir nuevos conocimientos. Características: En Italia su paleta se
transforma, desapareciendo los tonos oscuros; su pincelada adquiere una
mayor fluidez; además los temas se amplían, interesándose por los desnudos y
los paisajes; es a partir de este momento cuando desarrolla la capacidad de
pintar el aire haciendo uso de la perspectiva aérea. En Italia pintó un tema
mitológico, La fragua de Vulcano, donde destaca la figura de Apolo, un tipo
clásico e idealizado, enfrentado a un grupo de herreros de inspiración popular,
iluminados por un trozo de metal incandescente y las llamas de la chimenea.
También realizó en ese país varios retratos, entre ellos el de la hermana de
Felipe IV, María de Hungría, de quien el rey quería conservar un recuerdo.
La segunda etapa madrileña se subdivide en tres periodos:
1631-1635: Al regresar a Madrid pintó cuadros religiosos, retratos y un
tema histórico. Las tentaciones de Santo tomas de Aquino es un cuadro
de colores muy claros y vivos, en el que el santo está representado una
vez ha pasado la tentación y la pecadora aparece huyendo por el fondo
del cuadro. Su Cristo crucificado es un cuadro sereno de una figura
apolínea con escasas gotas de sangre y poco sufrimiento, el dramatismo
se recoge en la cabeza caída coronada de espinas, ayudado por una luz
procedente del ángulo superior izquierdo que ilumina el cuerpo pálido
de Cristo. Los retratos aparecen iluminados con una luz plateada con la
que se aprecia la influencia del Greco y de Veronés, son retratos
realizados para la decoración del Salón de los Reinos del Palacio del Buen
Retiro como el de Felipe III a caballo, Margarita de Austria a caballo y
Príncipe Baltasar Carlos a caballo. La obra cumbre de este período es un
cuadro de tipo histórico, Las lanzas o Rendición de Breda,
acontecimiento que sucedió en el annus mirabilis de 1625, es el lienzo de
mayor tamaño de Velázquez, famoso desde que se pintó para el Salón de
Reinos del Palacio del Buen Retiro, el autor convierte una escena
inventada, la pintó en 1635 y no conocía el paisaje, en testimonio de la
realidad, el centro de la composición es la llave, tras el vencedor,
Ambrosio de Spínola, se encuentran los soldados españoles y, detrás de
Justino de Nassau, los holandeses, menos numerosos y con las armas
inclinadas, en la obra hace un uso extraordinario de la perspectiva aérea.
Se acrecienta la fluidez de la pincelada y la investigación del
paisaje. El retrato del Conde Duque de Olivares continúa la línea de los
retratos reales, es el cuadro más barroco de Velázquez, también de ésta
época son los cuadros de cazadores donde combina paisaje y retrato.
Entre los cuadros de tipo religioso destaca el de San Antonio y San Pablo
ermitaños, en él probablemente se inspiró en el paisaje de Joaquín
Patinir, por el uso de la luz azulada.
En este período el pintor se hace más impresionista, realiza
la importante serie de los bufones, verdaderos retratos psicológicos,
entre ellos debemos mencionar el de Sebastián Calabazas, de la época
anterior, El Niño de Vallecas y en particular en de Don Sebastián de
Morra, obra de extraordinario colorido donde el retratado manifiesta
una expresión triste y una mirada que se clava en el espectador. También
de este periodo es un cuadro de tema mitológico, Marte, donde muestra
una clara influencia del Pensador de Miguel Ángel en la pose y de Rubens
en el colorido, algunos autores consideran la pintura como una
representación burlesca del dios al utilizar como modelo a un bufón de
palacio. Entre las obras religiosas mencionamos La Coronación de la
Virgen donde sigue el modelo del Greco combinándolo con la
naturalidad de los personajes.