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El fragmento pertenece al primer acto de la obra
La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Lorca nace un 5 de Junio de 1898 en Granada. Su infancia transcurre en el ambiente rural de su pueblo granadino, para después estudiar en un pueblo de Almería. Continuó sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Granada donde hizo amistad con Manuel de Falla, quien le transmitíó su amor por el folclore y lo popular. Entre 1919 y 1928, vivíó en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, un centro importante de intercambios culturales donde conocíó a figuras como Juan Ramón Jiménez, Machado, Dalí. Viajó a Nueva York como becario y, a su regreso, fue nombrado director de la Barraca. Los últimos años de su vida los dedicó casi exclusivamente al teatro. Sus últimas obras son piezas teatrales: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936), considerada su obra maestra. Fue fusilado en Granada al comienzo de la Guerra Civil en el año 1936.
La situación política, económica y social de España es de decadencia, el país vive graves problemas internos
A pesar de esta situación, la cultura se fortalecíó. Tiene gran importancia la Institución Libre de Enseñanza, por renovar la enseñanza clasista; el pueblo era analfabeto y había que educarlo. El contexto literario está dominado en esos momentos por los movimientos de vanguardia europeos: Cubismo, Futurismo, dadaísmo, ultraísmo y, sobre todo, el Surrealismo ejerce influencia en un grupo de escritores conocido como la Generación del 27, compuesta, por Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego… Aunque desean encontrar nuevas fórmulas poéticas, su intención es fundamentalmente estética, combinando tradición y Vanguardismo.
El fragmento se sitúa en el acto primero, es la primera intervención de Bernarda con sus hijas. Las escenas del texto que vamos a comentar son: el comienzo, con los rezos en casa de Bernarda por el difunto, el diálogo entre la Poncia, la criada y la mendiga, que sirve para caracterizar indirectamente a Bernarda, y el de ésta con mujeres del pueblo, acompañada de las oraciones. El lector
posee, por lo tanto, suficientes datos sobre el personaje, aunque aún no se han manifestado las tensiones y conflictos que se desarrollarán posteriormente. En cuanto a las escenas que siguen al fragmento, tenemos que destacar el autoritarismo de Bernarda con Angustias, a la que golpea, y el diálogo con la Poncia, que le aconseja acerca de sus hijas.
El texto propuesto tiene importancia dentro de la obra porque es donde vemos por primera vez el comportamiento de Bernarda con sus hijas y su madre. La obra se divide en tres actos, y por ello respeta la estructura de las piezas clásicas. A su vez, dentro de cada acto, no existe la división tradicional en escenas, lo que confiere unidad a la obra. Sí podemos señalar que en cada acto la estructura suele ser la misma: un inicio en donde no suelen aparecer tensiones dramáticas, sino que se caracteriza por el tono relajado y escenas cotidianas. A continuación, la tensión va creciendo a medida que se desarrolla el acto, hasta alcanzar el clímax o momento culminante de los conflictos.
En cuanto a los temas que se plantean, el fragmento es representativo de los conflictos centrales de la obra. Así, cabe destacar el luto riguroso impuesto por Bernarda a sus hijas, que se relaciona con el contraste entre el principio de autoridad y el ansia de libertad, entre la realidad y el deseo. El catalizador de estas tensiones será Pepe el Romano, pretendiente de Angustias, hija mayor y heredera, pero atraído por la juventud y belleza de Adela, la menor, y amado a su vez por Martirio. Los ejemplos del luto impuesto por Bernarda son constantes en este fragmento (“aprende a respetar el luto de tu padre”, ¡en ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle!”. La rígida moral que impera en la casa se ha transmitido de generación en generación (“Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo”).
En relación con este tema, cabe destacar las diferencias entre hombres y mujeres en una sociedad tradicional, como demuestran las intervenciones de Bernarda (“Eso tiene ser mujer”, “Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón”) y Magdalena (“Malditas sean las mujeres”).
Otro tema del fragmento es la hipocresía y las apariencias: Bernarda vive obsesionada por el qué dirán, y desprecia a la gente que ha venido a su casa (“¡Andar a vuestras cuevas a criticar… ¡Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta! Además, al final del fragmento, su única preocupación por su madre es que las vecinas la vean desde las ventanas.
En definitiva, a nivel temático el fragmento se relaciona con los principales conflictos planteados por el autor en La casa de Bernarda Alba.
Por lo que se refiere a la estructura, el fragmento propuesto se puede dividir en cuanto al hilo argumental en dos partes: en la primera el tema central es el autoritarismo de Bernarda y el luto impuesto a sus hijas, así como la situación de la mujer frente al hombre en la sociedad rural y tradicional (abarca desde el principio hasta la acotación que indica la salida de Adela). La segunda parte se centra en el personaje de Ma Josefa y su dramático encierro, y ocupa hasta el final.
En este fragmento aparecen caracterizados varios de los personajes representativos de la obra. En primer lugar, hemos de destacar a Bernarda, de la que el lector ya tiene datos pues en las escenas iniciales se la ha descrito indirectamente de modo negativo a través de otros personajes (Criada y Poncia). A continuación, en la escena previa a la que comentamos, Bernarda ha confirmado con sus palabras y hechos el carácter al que apuntaban los otros personajes. Y en el fragmento que nos ocupa, Bernarda (cuyo nombre significa “con fuerza de oso” y su apellido, Alba, alude a su obsesión por la blancura y la pureza) representa el autoritarismo ya desde el comienzo del texto (con la onomatopeya “Chiss” para hacer callar a sus hijas, recordemos que su primera palabra había sido “silencio”). Es ella la que impone el feroz e hiperbólico luto de ocho años para que en la casa no entre ni el viento de la calle. Como demuestra en sus intervenciones, tiene una concepción tradicional del papel de la mujer frente al del hombre (“Hilo y aguja para las mujeres. Látigo y mula para el varón”).
Representa además la apariencia, hipocresía y la buena fachada (en sus críticas a las vecinas que han venido a su casa y en el empeño por ocultar a su madre para que no la vean en el pueblo). Su orgullo de casta le hace tener conciencia de pertenecer a una clase diferente (“eso tiene la gente que nace con posibles”). Su autoridad y su poder aparecen simbolizados en el bastón, que la define metonímicamente, y también en el lenguaje prescriptivo (“dame un abanico”, “busca otro”, “¡dejadla ya!”).
El escenario también es único (unidad de lugar): el acto al que pertenece el fragmento se abre con una acotación que alude al escenario de la acción, una “habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda”. En esa sala es donde se desarrolla el texto.
Una de las principales técnicas dramáticas utilizadas por el autor es la relación existente entre el interior y los exteriores. Existe así una tematización del espacio dramático, pues la oposición entre el interior y los exteriores se relaciona con el tema fundamental de la obra, el contraste entre el principio de libertad y el de autoridad. La casa (“esta casa”, dice Bernarda) simboliza la rigidez, la represión, mientras que los elementos procedentes del exterior (en este caso el patio al que se escapa Ma Josefa) apuntan a la vida y la libertad. Además, la casa de Bernarda está situada en un pueblo, que el autor deja en la indeterminación, son concretar su nombre. Es “un maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada”. Con esta indeterminación se subraya que los sucesos se relacionan con conflictos universales.
En cuanto al tiempo, la ausencia de división en escenas y el desarrollo de la acción a partir de una estructura en tres actos continuados provoca la impresión de que éste fluye también de modo continuo, creando la ilusión de un movimiento sin interrupciones. Ello se aprecia sobre todo en este primer acto, que comienza con la llegada de la gente del pueblo para el luto y continúa con la aparición de Bernarda para honrar al difunto y con la escena que nos ocupa, el diálogo con sus hijas. Todo ello transcurre por lo tanto en un tiempo continuo y lineal, al contrario de lo que sucede en los actos posteriores, donde sí apreciamos alguna elipsis (así, entre el acto II y III ha pasado un tiempo, pues Pepe lleva visitando a Angustias durante una temporada indefinida y le ha regalado un anillo). Al igual que sucedía con el tratamiento del espacio, la obra también posee una inconcreción temporal, lo que indica que los conflictos planteados pueden suceder en cualquier época.
Uno de los recursos de las obras teatrales es la presencia de las acotaciones, que se refieren a gestos, entonación y ademanes de los personajes. En el fragmento se caracterizan por la sobriedad e indican actitudes (“agria”, “en voz alta”) o acciones de los personajes con la intención de caracterizarlos (“limpia el suelo”, “arrojando el abanico al suelo”, “golpea con el bastón). Asimismo, en este texto hay una acotación descriptiva que alude al abanico que Adela le da a su madre, y tiene gran importancia, pues alude a la transgresión de la rígida norma del luto (“le da un abanico redondo con flores rojas y verdes”). Las acotaciones marcan las distancias entre los personajes (“a Magdalena”, “a la criada”), y configuran así los espacios y movimientos teatrales.
A pesar del tono realista, también encontramos ejemplos de lenguaje expresivo en las comparaciones (“igual que si hubiese pasado por ella una manada de cabras”, “tu madre es fuerte como un roble”), las hipérboles con valor ponderativo (“en ocho años que dure el luto”, “para que le dieras agua de fregar, siquiera para beber, y carne de perro, que es lo que ella dice que le das”), las metáforas y metonimias (“andar a vuestras cuevas a criticar”, “”el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas”), los
paralelismos (“hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón”), las insinuaciones (“tiene mala intención”). Todos estos rasgos apuntan a una estilización del lenguaje.
En cuanto al género, Lorca afirma que la pieza tiene la intención de ser un “documental fotográfico”. Sí hay situaciones y escenas costumbristas típicas del medio rural (en este caso, los rezos fúnebres en la casa del duelo). No obstante, la obra no se puede considerar únicamente como un drama realista, debido a la presencia de esos elementos poéticos señalados anteriormente.
Otro recurso literario es la utilización metonímica de los objetos para describir a los personajes. Así, Bernarda aparece en este fragmento y en toda la obra asociada al bastón, símbolo de mando y autoridad. También observamos diversos símbolos, recurrentes en la producción de García Lorca. Por ejemplo, el agua estancada alude en el texto a la frustración y la muerte (“pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada”), mientras que el agua que fluye apunta a la vida (“pueblo sin río”). Otros símbolos son las flores en el abanico de Adela y los anillos y pendientes de Ma Josefa (deseo de libertad y evasión).
Por lo que se refiere a las funciones del lenguaje presentes en el texto, destacaremos la representativa o referencial (en las intervenciones que sirven para dar informaciones objetivas, como las de la criada), pero también la imperativa o conativa, sobre todo en los diálogos de Bernarda, que da órdenes a sus hijas y a la criada (“dame un abanico”, “no ha de entrar en esta casa el viento”, “¡dejadla ya”), y también la expresiva o emotiva en el tono exclamativo (“¡Bernarda! ¡Déjame salir!”) y expresiones valorativas (“maldito pueblo, ¡cómo han dejado la solería!”). Los rasgos de estilo señalados se relacionan con los temas fundamentales de la obra, y son utilizados por el autor para destacarlos o describir a los personajes. CONCLUSIÓN En este fragmento hemos demostrado cómo Federico García Lorca muestra los conflictos centrales de la obra mediante los personajes que intervienen en el diálogo. El estilo y las técnicas dramáticas se relacionan asimismo con el tema, de modo que dotan al texto de gran unidad y fuerza expresiva. La casa de Bernarda Alba es la culminación del estilo de Lorca.