Portada » Historia » Regencia de María Cristina estatuto real
Una vez acabada la guerra, las Cortes se trasladaron a Madrid. De acuerdo con la Constitución, Fernando VII debía jurarla para ser reconocido como rey.
Sin embargo, a su regreso a España, recibíó en Valencia el Manifiesto de los persas, un escrito de sesenta y nueve diputados instándole a que implantase el Antiguo Régimen y, por tanto, la monarquía absoluta. A su vez, el monarca también recibía el apoyo del general Elío y sus tropas. Se preparó así el Golpe de Estado y, mediante decreto, dado en Valencia, de 4 de Mayo de 1814, se restauraba el poder absoluto del monarca y se abolía toda la legislación de las Cortes de Cádiz, “como si no hubiesen pasado jamás tales actos”.
Debe tenerse en cuenta que el retorno al absolutismo se inscribe en un contexto favorable a la vuelta al Antiguo Régimen en Europa debido a la caída de Napoleón. Las potencias vencedoras de Napoleón se reunieron en el Congreso de Viena y terminaron creando la Santa Alianza, una uníón de monarquías absolutas para acabar con cualquier brote liberal.
Tras el golpe Estado vino la represión política. Fueron detenidos y juzgados liberales y afrancesados. Otros muchos se marcharon al exilio, el primero de la España contemporánea.
En cuanto a la labor de los gobiernos, fue desastrosa. La Hacienda estaba prácticamente en bancarrota, los pagos de los intereses de la deuda estatal no se pagaban y la guerra en América se llevaba los pocos ingresos de la Hacienda. Pero el mantenimiento de las colonias americanas era clave para la Hacienda, por los recursos que desde siempre habían generado.
La represión política no detuvo la acción de los sectores liberales. Se dedicaron a conspirar a través de las logias masónicas, muy difundidas en el ejército y serán los pronunciamientos o golpes militares las herramientas más adecuadas para acabar con el absolutismo. Hubo varios de ellos, pero todos fracasaron. En cambio, en 1820, el teniente coronel Riego se subleva en Cabezas de San Juan (Sevilla) con las tropas que se concentraban para sofocar la rebelión en América. Él y otros militares exigieron al rey que jurara la Constitución de 1812, lo que hizo, consciente de su debilidad, con un manifiesto en el que afirmaba: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”.
A lo largo de los tres años, las Cortes aprobaron una legislación reformista, que venía a completar y desarrollar la labor legislativa de las Cortes de Cádiz, con la intención de acabar con el Antiguo Régimen:
– Supresión de la vinculación de la tierra (mayorazgos).
– Abolición de los señoríos jurisdiccionales y territoriales, con una fórmula favorable a la nobleza titular de los señoríos, que pasaban de ser “señores” a “propietarios”.
– Disolución de conventos y desamortización de sus bienes. También se suprime la Inquisición.
– Restablecimiento de la Milicia Nacional, fuerza cívico-militar, que los liberales apoyaban en los medios urbanos para defender la Constitución.
Mientras, empezó a darse una división entre los mismos liberales. Por un lado estaban los moderados o doceañistas que buscaban una aceptación del sistema por la Corona, es decir, realizar reformas pero con prudencia. Por otro lado estaban los exaltados, radicales o veinteañistas que querían reducir los poderes del rey. A todo esto el régimen liberal se enfrentaba a dificultades: oposición de las potencias absolutistas de Europa, reacciones antiliberales del campesinado, problemas de la Hacienda y enfrentamientos con la Iglesia.
En 1822, un golpe militar absolutista fue sofocado por la Milicia Nacional lo que dio lugar a la caída del gobierno moderado y la subida al poder de los exaltados. Desde entonces las partidas o guerrillas realistas, organizadas por la aristocracia y el clero, incrementaron sus acciones. Se hicieron fuertes en Seo de Urgel, donde instalaron una Regencia.
Para terminar con el régimen constitucional la ayuda vino del exterior. Las potencias de la Santa Alianza decidieron en el Congreso de Verona (1822) intervenir en España para restablecer el poder real. Francia fue la encargada de enviar un ejército, los Cien Mil Hijos de San Luis, que recorríó España apenas sin oposición y repuso al rey en su trono absoluto
3. LA DÉCADA ABSOLUTISTA. 1823-1833
Por decreto de 1 de Octubre de 1823 el rey declaraba la nulidad de todo lo aprobado por las Cortes y el Gobierno durante los tres años constitucionales. Fernando VII desencadenó una violenta represión contra los liberales, muchos de los cuales, incluido Riego, fueron ejecutados. Se depuró la Administración de empleados y profesores de tendencia liberal.
Con todo, por mucho que lo pretendieran los absolutistas más acérrimos, la vuelta al absolutismo no era posible. Esto explica la incorporación ministros reformistas como Luis López Ballesteros, ministro de Hacienda, que introdujo una reforma presupuestaria y fiscal. Era una vía media defendida por estos absolutistas reformistas, cuyo objetivo final era la supervivencia del absolutismo. Pero esta vía estaba amenazada tanto por los liberales, con sus pronunciamientos para restablecer la Constitución, como por los absolutistas más acérrimos, realistas ultras o ultrarrealistas, opuestos a cualquier cambio o reforma. Éstos últimos se agrupaban en torno a don Carlos María Isidro, hermano del rey y su posible sucesor. Además de reprimir las insurrecciones ultrarrealistas, también se sofocaron todos los levantamientos liberales, el último el protagonizado por Torrijos, fusilado en las costas de Málaga, así como la ejecución de Mariana Pineda.
La cuestión sucesoria domina la parte final del reinado. En 1830, después de un cuarto matrimonio, con María Cristina de Borbón, y ante la eventualidad de una descendencia femenina el rey promulgó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica, con lo que privaba de sus derechos al infante don Carlos, a cuyo alrededor se agrupaban los ultrarrealistas.
Los partidarios de don Carlos, también llamados carlistas, protagonizaron en 1832, los llamados sucesos de La Granja, una conjura que obligó a un Fernando VII gravemente enfermo a reimplantar la Ley Sálica. Al recuperarse el monarca, volvíó a derogar la citada ley. En 1833 fallecía Fernando VII y se iniciaba la regencia de María Cristina. Días después, en diferentes puntos del país, se producían levantamientos armados a favor de don Carlos. Daba comienzo así una Guerra Civil que enfrentó a los carlistas contra los isabelinos.