Portada » Español » Historia social, ficha social e informe social
A mediados del Siglo XIX el Romanticismo está agotado como movimiento artístico. La historia y el arte demandaban otras formas de expresión y de percepción del mundo. La novela se adecua bien a las nuevas exigencias de la sociedad y se convirtió en el
principal cauce de expresión, pero no ocurre así con el teatro, cuyas convenciones y forma de ver el mundo no se adaptan al cientificismo y al psicologismo imperantes en la época, ni el Realismo como modo de conocer los entresijos de la sociedad. De este modo, transcurre un periodo de desconcierto en la escena, la cual se sigue nutriendo de producciones post ROMánticas.
En este escenario irrumpe el Naturalismo de la mano de Zola, que pretende acabar
con la falta de verosimilitud ROMántica utilizando una perspectiva objetivista. Comienzan por eliminar decorados pintados, vestuarios, maquillajes y complementos falsos; corrigen el tono enfático y declamatorio, así como la exageración gestual en la
interpretación y la grandilocuencia en la dicción de los actores. Imponen la idea de que el teatro debe representar la vida con fidelidad. Sin embargo, estas novedades no fueron entendidas ni por el público ni por la crítica. André Antoine, un modesto aficionado al
teatro influido por las teorías de Zola, iba a conseguir lo que no habían logrado los grandes autores. Su objetivo teatral era mostrar al hombre como es, con sus debilidades y miserias; desterró lo artificioso, lo grandilocuente y lo falso e impuso la interpretación
natural como si los actores fueran ajenos al público y estuvieran en su propia casa (el famoso concepto de cuarta pared).
En medio de la desorientación realista que imperaba en toda la escena europea, en Alemania, el duque Jorge II, educado en la afición al teatro, puso en marcha un ambicioso proyecto escénico que marcaría la evolución del teatro: configuró un equipo de actores profesionales y asumíó la dirección del grupo para poner en escena obras que reflejaran con fidelidad la realidad histórica que tanto le interesaba. Su labor frente a Los Meininger lo ha consagrado como el
primer director de escena en el sentido moderno: planificaba los montajes, dirigía a los actores, elaboraba los decorados,
diseñaba la vestimenta… Este modo de trabajar, que terminó con el sistema de “actores- divos” imperante hasta entonces, se convirtió en modelo para dramaturgos y maestros de escena de la época. Ibsen viajó a Alemania para conocer sus métodos, Antoine los vio en Bruselas y confiesa su deuda con ellos; Stanislavski asistíó a sus representaciones en San Petersburgo y alabó extraordinariamente su labor… Así pues, la segunda mitad del Siglo XIX está dominada por dos tendencias literarias que tienen su reflejo también en la literatura dramática y en la forma de representación teatral: el Realismo y el Naturalismo. Según estas tendencias, en el teatro se presenta un lenguaje cotidiano y familiar, y los personajes no sólo hablan de forma natural, sino que poseen una psicología de seres comunes; sus acciones se asemejan todo cuanto se pueda a las acciones de la gente real. Representadas sobre el escenario, las obras tienen que convencer al público de que la acción que desarrollan podría darse en la vida; es decir, son verosímiles. Teatralmente, deben conseguir el efecto dramático sin perder la sensación de naturalidad. Los vestuarios y escenografías, rigurosos y fieles a la realidad, y el escenario de “medio cajón” tenderían precisamente a proporcionar esta sensación ilusoria de estar contemplando algo que sucede realmente.
Al gran dramaturgo noruego Henrik Ibsen se le considera el creador del teatro realista moderno. Junto con el sueco Strindberg y el ruso Chéjov, es el principal exponente del Realismo psicológico, teatro que dota a los personajes de una caracterización tan profunda como para situarla al mismo nivel que la acción `principal de la historia. Ibsen introduce personajes corrientes de la burguésía con sus problemas familiares y aborda temas de carácter ético y social.
La obra de Ibsen se ajusta el concepto de la “obra bien hecha”, aquella en la que la estructura interna y externa encajan perfectamente, con una gradación ascendente de la tensión dramática y una distribución siempre equilibrada de fuerzas psicológicas. Entre sus obras más celebradas se encuentran: Los pilares de la sociedad, donde ataca la hipocresía de los poderosos a través del tema del fraude económico; Espectros, sobre el tema de la moral sexual para escándalo
de la sociedad biempensante; Un enemigo del pueblo, en la que muestra su inconformismo al defender la libertad de pensamiento y expresión, así como el valor de la ética individual frente al poderoso interés del dinero. Pero la obra maestra de Ibsen, y la más representada, es sin duda Casa de muñecas, un alegato a favor de la liberación de la mujer, propugnando su emancipación en una sociedad que la tiene sometida, lo que creó un gran escándalo y revuelo social pues criticaba también fundamentos básicos de la sociedad como el matrimonio o la familia.
La revolución más profunda en la expresión teatral, que además fundó escuela perdurable, fue la teoría de un actor y director de escena ruso: Konstantin Stanislavski (1863-1938), fundador del Teatro del Arte de Moscú. De su escuela salieron importantes actores y directores de escena que convirtieron a Moscú en la capital de la experimentación teatral europea. A su teoría y práctica de la interpretación se la ha llamado el Sistema Stanislavski, y se erigíó en la base teórica y práctica del teatro realista/naturalista y se ha convertido en patrón de referencia de la pedagogía teatral en los siglos XX y XXI. Nace de la necesidad de enfrentarse a una manera de actuar afectada, estereotipada, falta de emoción y rodeada de divismo y narcisismo de los actores de la época. Su Método impone una seria disciplina para los actores: deben vivir la realidad de la escena y transmitir verdad. Además, concibe a los actores no como individualidades sino como conjunto, compañía o grupo, y se acercó a disciplinas no teatrales, como la psicología o la fisionomía, con el fin de aplicar estas enseñanzas al proceso creador de un personaje.
Stanislavski estaba seguro de que, a través del estudio de la obra, el análisis del papel y el recuerdo de emociones anteriores de los intérpretes, el actor podía llegar a la verdad interior al experimentar realmente las emociones que debía transmitir a la audiencia. Además, aseguraba que el actor nunca debía perder el control de su creación y tenía que conseguir la disciplina técnica para repetir sus emociones previamente experimentadas en cada actuación. Toda esta capacitación, que tenía como objetivo estimular la inteligencia artística del actor, desarrollar su disciplina interna y proporcionar un control perfecto de medios externos como la voz, la dicción y el movimiento físico, llegó a ser conocida en el mundo como el Método. “No hay interpretaciones
repetía siempre Stanislavski, “solo pequeños actores”. Ideó siete preguntas y ayudó a los aspirantes a actores a comprender mejor a sus personajes y motivaciones: ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? ¿Qué quiero? ¿Por qué lo quiero? ¿Cómo obtendré lo que quiero? Y ¿Qué debo superar para obtener lo que quiero? El Sistema o Método de Stanislavski se basa en una serie de presupuestos que el actor debe trabajar constantemente en los ensayos, avanzando hacia la construcción de su personaje:
1) Las circunstancias dadas. Son las circunstancias de la obra y del personaje planteadas por el autor en el texto: trama, época histórica, edad, pasado y relaciones del personaje…El actor debe informarse acerca ellas.
2) El objetivo/superobjetivo. Definen cuál es la meta del personaje en cada escena por medio del establecimiento de verbos de acción. Saber qué objetivo se tiene en cada unidad o escena es la más importante guía o fuerza fundamental de la interpretación actoral. Esta técnica va de la mano con insistentes preguntas: ¿por qué el personaje hace tal cosa?, ¿qué quiere el personaje de este otro? La suma de los objetivos conduce al superobjetivo, el cual viene a ser la meta general del personaje a lo largo de toda la obra.
3) El mágico "si". ¿Qué pasa si…? Es la pregunta hipotética que todo actor debe plantearse para buscar su motivación interna. Hace que el actor se ponga en la situación del personaje: ¿qué haría yo y cómo me comportaría si estuviera en las circunstancias dadas del personaje?
4) Relajación. Es uno de los elementos fundamentales en el Sistema de Stanislavski. A través de una serie de ejercicios de relajación, el actor debe lograr un estado de completa libertad mental y física.
5) Concentración o atención en escena. También conocida como “escucha activa”. El actor debe ver y escuchar todo en escena (“el aquí y el ahora”) como si nunca antes lo hubiera hecho.
6) Memoria emocional o afectiva. Es una técnica orientada a profundizar en la psicología del personaje. Se trata de un ejercicio muy delicado, que conecta sucesos de la vida del actor con la situación del personaje para lograr una interpretación realista. Pero Stanislavski deja claro que se
trata de una técnica para preparar el personaje, no para representarlo, pues “sobre el escenario no caben las confesiones personales del actor”, sólo el pensamiento del personaje. Con el tiempo abandonará el uso de esta técnica.
7) El sentido de verdad. Lo primordial es que el actor crea con convicción en lo que hace y dice. Sólo así conseguirá que su actuación sea sincera y orgánica, no artificial. Debe creer y vivir con verdad la ficción de la escena.
Una de las consecuencias de la revolución creada por Stanislavski en la interpretación
fue el llamado Método del “Actor's Studio” de Nueva York, aplicación que realizó el
gran actor, director de escena y teórico del teatro Lee Strasberg. Fue la guía para una
generación de actores jóvenes comprometidos con un nuevo estilo experimental de
interpretar su arte, apoyado también por técnicas psicoanalíticas y en ciertas técnicas
orientales de concentración, de relajación, de orden casi místico. La idea era situar al
actor en el papel, guiado por su interpretación emocional en respuesta al carácter y a
la situación, más que ser fiel al texto dado. Marlon Brando y otros actores de gran
importancia salieron de esta escuela, así como posteriormente Al Pacino y Robert De
Niro.
En España, el Sistema de Stanislavski dejó su huella en directores como Ángel
Gutiérrez y William Layton.