Portada » Historia » Elecciones sindicales
El movimiento obrero en España adquiríó madurez y se extendíó a partir del Sexenio Democrático, ya que las libertades contenidas en la Constitución de 1869 le permitían salir de la clandestinidad y organizarse.
AIT (Asociación Internacional del Trabajo), el italiano Giuseppe
Fanelli, discípulo de Bakunin, que viajó a Madrid y Barcelona para crear los primeros núcleos de afiliados a la Internacional, en los que participaron dirigentes sindicales. Difundíó el ideario anarquista: supresión del Estado, colectivización, apoliticismo, etc), como si fuese la única corriente de la AIT, arraigando entre los obreros catalanes y el campesinado andaluz. Fueron proliferando diversas asociaciones obreras, siendo las más importantes las de Madrid, Barcelona, Levante (especialmente Alcoy) y Andalucía (Córdoba, Málaga y Cádiz), llegando a contar con unos 25.000 afiliados.
se celebró en Barcelona, en 1870, adoptándose la corriente anarquista. Se definíó la huelga como arma fundamental de lucha del proletariado, así como su apoliticismo y la realización de la revolución social por la vía de la acción directa.
Paúl Lafargue, yerno de Karl Marx, e impulsó la introducción del marxismo en los círculos madrileños, que intentaron expandir sus ideas a través del periódico La Emancipación.
Las discrepancias entre ambas corrientes: anarquista y marxista, acabaron con la expulsión en 1872 del grupo madrileño de la FRE, dando lugar a la creación de la Nueva Federación madrileña, exclusivamente marxista. Sin embargo, el marxismo seguía siendo minoritario dentro del movimiento obrero y campesino.
En 1881 la FRE, de tendencia bakunista, tuvo que adaptarse a la nueva legislación que prohibía asociaciones internacionales, por lo que pasó a llamarse Federación de Trabajadores de la Regíón Española (FTRE), con gran implantación entre los jornaleros andaluces y los obreros de Cataluña. Aumentaron sus afiliados y sus acciones sindicales. Sin embargo, sus desacuerdos internos, así como la dura represión que se ejercía sobre el movimiento obrero, puede explicar que una parte del anarquismo optara por la acción directa, y organizase grupos autónomos revolucionarios cuyo objetivo era atentar contra los pilares del capitalismo: el Estado, la burguésía y la La Iglesia.
Sería entre los años 1893 y 1897 se produjeron los actos más violentos del anarquismo: magnicidios, como el de Cánovas; bomba en el teatro del Liceo, así como en la procesión del Corpus, ambos en Barcelona. En Andalucía, y después de una severa sequía, el anarquismo también estuvo acusado de estar detrás de la organización la Mano Negra, asociación clandestina que reivindicaba asesinatos, quemas de cosechas y edificios. La represión aumentó, incrementando la espiral de violencia. En 1897 se produjeron los procesos de Montjuïc en Barcelona, en los que resultaron procesados y condenados 5 anarquistas.
La violencia de los atentados dividíó al anarquismo, entre los que querían continuar con la acción directa y los que rechazaban el terrorismo. Estos últimos, si bien no renunciaban a la revolución social, pedían la formación de organizaciones de carácter sindical para mejorar las condiciones de los trabajadores. Esta tendencia anarcosindicalista se impuso a principios del Siglo XX con la creación de la Solidaridad Obrera (1907)
El núcleo marxista más importante estaba en Madrid, y algunos de sus integrantes formaban parte de una organización legal, la
Asociación del Arte de Imprimir, dado que muchos de ellos eran tipógrafos o relacionados con la imprenta. Entre ellos Pablo Iglesias, y José Mesa, quien por sus actividades políticas, y ante la imposibilidad de encontrar trabajo en Madrid, decidíó emigrar a Francia. Allí se puso en contacto con el socialista
Guesde, que lo introdujo en el marxismo, así como en la importancia de la creación de un partido socialista que defendiera a la clase trabajadora. José Mesa, en comunicación por carta con Pablo Iglesias, fue transmitíéndole esta necesidad, de ahí que cuando la idea estuvo más madura, se decidíó fundar un partido marxista en España.
El núcleo fundacional se reuníó el 2 de Mayo de 1879 en el la fonda madrileña, Casa Labra, aparentemente para una comida fraternal, fundando el PSOE, que iniciaba sus pasos en la clandestinidad. Pablo Iglesias, que entonces tenía 28 años, sería su presidente hasta su muerte.
Se establecíó la necesidad de dotar al partido de un programa, distinguiendo entre el programa máximo, es decir, el objetivo final del socialismo, que no era otro que la superación del sistema capitalismo. Sin embargo, mientras no se diesen las condiciones objetivas para que la clase trabajadora tomase conciencia de su explotación y llevase a cabo la revolución, el PSOE planteaba un programa mínimo, es decir, una serie de reivindicaciones tendentes a mejorar las condiciones sociales, como la petición de sufragio universal, la reducción de las horas de trabajo, la equiparación salarial de hombres y mujeres, la supresión del trabajo infantil y la mejora de la seguridad laboral. Tampoco descartaba la participación en las elecciones, cuando la legalidad lo permitiese.
Gracias a las libertades permitidas por los gobiernos de Sagasta, el PSOE pudo salir de las catacumbas, creando el Socialista en 1886, constituido en el periódico oficial del partido, lo que ayudó enormemente a difundir su ideario.
UGT en 1888 en Barcelona, sindicato fundado por el mismo Pablo Iglesias, y que tenía como objetivo atraerse al proletariado de Cataluña.
La importancia del anarquismo como ideología dominante dentro del movimiento obrero, explica que el marxismo fuese residual a lo largo del Siglo XIX. De hecho no sería hasta 1910 cuando el PSOE obtendría su primer escaño ocupado por Pablo Iglesias. Una travésía en el desierto, que empezó a recoger sus frutos en la centuria siguiente.